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illana

El despoblado de Aldovera

casas de san isidro en aldovera

El valle de Alovera, en término de Illana, alberga edificios y espacios correspondientes a un pueblo que allí existió hasta el siglo XVI. Además en él aparece la Cueva de la Mora, un espacio cargado de misterio, que pudo ser eremitorio visigodo.

Nueva guía de los castillos

Siempre de actualidad, los elementos capitales del patrimonio provincial pudieran ser sus castillos, los edificios que dieron nombre a la nación que ocupamos. Y tras varios estudios, libros y conferencias analizándolos, llega ahora una guía muy especial, la poética, de la mano de un escritor emblemático, Juan Pablo Mañueco, que aquí de nuevo nos señala su maestría en la palabra. No hace muchos días que ha aparecido este que puede ser libro revelador y de cabecera. “Una guía poética y alentadora” como dice el subtítulo de la obra, que se enmarca en la Colección de “Tierra de Guadalajara” de la que hace ya el número 107. Un libro que empezó como un ensayo de poemas para cantar ruinas, y ha acabado en una completa guía de los castillos guadalajareños, con fotos, descripciones, formas de llegar a ellos y poemas que los pintan y ensalzan. Intenta clasificarlos por orden alfabético, pero no llega a cumplirse del todo el objetivo, pues hay castillos que llevan dos y hasta tres nombres. El primero es Anguix, y el último se pone como siempre el de Zorita, en el confín de la provincia y del abecedario. Por entremedias, van surgiendo el castillo de Vállaga en Illana (al que dedica Mañueco un largo romance al uso clásico) y la atalaya mimetizada de Inesque, entre Pálmaces de Jadraque y Angón. Algunos suenan raros, y otros son elocuentes y archiconocidos. Así Atienza, Molina de los Caballeros y Sigüenza. No falta el real alcázar de Guadalajara, ni la recuperada fortaleza de Guijosa, a la que se añade el Castilviejo que la vigila y la Cava de Luzón, como viejos castillos celtibéricos. Un libro ameno y sorprendente, un libro que trata de hacer, como todos los libros, amable y cercana la realidad que no vemos porque no nos pilla en el camino de la oficina o el taller, y aún más lejos del camino a la discoteca o el instituto. Ahí están los templos de valor recuperados, como el castillo de Cifuentes, que se restaura estos días, y los sufridos alcázares que han derribado, en nuestros días, la mala intención aliada con el pasotismo oficial, como el castillo calatravo del Cuadrón, en Auñón. Para todos ellos desgrana Mañueco su meditada oración versificada. La mayoría son sonetos, aunque se escapan romances, alguna otra estrofa mayor, y estrambotes de propina. De entre todos destacan, a mi gusto, tres, que lo son en […]

Memoria de Goyeneche en Illana

Entre los personajes que podemos decir incidieron de forma positiva en la  historia  de  Illana, se cuenta de forma notoria a don Juan de Goyeneche, quien a comienzos del siglo XVIII impulsó de tal modo la vida económica y social de esta villa, que debe sin falta estar en los anales de la misma, entre la nómina de sus personajes ilustres. Quien fue Goyeneche El linaje de Goyeneche procede del valle de Baztán, en la Navarra pirenaica, donde tuvieron varias casas en su origen. Juan de Goyeneche nació en 1656 en el barrio de Ordoqui, próximo a Arizcun, en el Baztán navarro. Era el menor de seis hermanos, por lo que como «segundón» (más bien como sexendón) sus padres le mandaron a Madrid, a que estudiara. En 1670 llegó a la capital de España, estudiando Humanidades en el Colegio Imperial de los Jesuitas. Casó en 1689 a los 33 de su edad. Celebró la boda en su casa de la calle del Arenal. Su mujer era María Francisca de Balanza, hija de Martín de Balanza, noble navarro natural de Aoiz. De los varios hijos habidos solo sobrevivieron Francisco Javier, futuro marqués de Belzunce; Francisco Miguel, que heredó este mismo título tras la temprana muerte de su hermano, y Juana María. El segundo, Francisco Miguel, añadió el título de Conde de Saceda por otorgamiento por Felipe V en 1743. Por su formación madrileña y herencia de familia, Goyeneche fue un hombre muy culto, un gran humanista y erudito. Le gustaba comprar, coleccionar y leer libros. Él mismo fue escritor. Su único gran libro, publicado en 1685, es la Executoria de la Nobleza, Antigüedad, y Blasones del Valle de Baztán, que es un «auto de fe de su navarrería baztanesa» más que un libro de erudición. Además escribió una breve biografía de don Antonio de Solís y Rivadeneyra, apoyando la edición y poniendo prólogo de las Varias poesías sagradas y profanas del mismo Solís. Y siendo editor, finalmente, en 1688, de la Mística ciudad de Dios de Sor María de Jesús de Ágreda. Todo ello da muestras evidentes de su preocupación intelectual y literaria, de la que el mismo padre Benito Feijóo afirma que «su casa… es noble Academia donde concursan los más escogidos Ingenieros…» añadiendo que «las Ciencias le reconocen como Protector, y las Artes como Promotor». Además puede calificársele de devoto cristiano, y más aún, de entusiasta «pro-jesuita», cosa que […]