Cifuentes, villa condal

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Escribí este libro en 1993, y enseguida se publicó, a través de Aache, pero con la sustancial ayuda del Ayuntamiento de Cifuentes. Entonces lo presidía Rafael Cabellos de Francisco, y gracias a él pudo salir adelante este libro, que por parte del Ayuntamiento se utilizó para dar a conocer la historia, el arte, el costumbrismo, la naturaleza y los naturales del pueblo. Que conste, nuevamente, que se lo agradezco.

Aunque ya existía, desde mediado el siglo XX, una gran Historia de la Villa de Cifuentes escrita por don Francisco Layna Serrano, lo sustancioso y denso de la obra impedía a muchos terminarla, y por tanto se quedaban un poco en ayunas de lo que Cifuentes tiene de honduras.

Con este libro, pretendía realizar una tarea, hasta entonces inédita, de divulgación y alcance de los elementos sustanciales de la historia de un pueblo a sus habitantes. De este modo, y con toda la claridad posible, pero sin alejarme un ápice de la verdad histórica, monté una obra que en total tiene 142 páginas, y en la que sucesivamente aparecen desarrollados los siguientes capítulos:

  1. Una historia
  2. Un costumbrismo
  3. Unos monumentos
  4. Unos alrededores
  5. Unos personajes
  6. Una bibliografía
  7. Una leyenda

La leyenda era la versión completa del “Crimen del ermitaño” ocurrido en Cifuentes en 1905, y que tuvo con el aliento cortado a media España en aquellos años de inicio de siglo, a través de los periódicos y el rumoreo. Menos mal que al final la leyenda no se impuso demasiado en la memoria, y Cifuentes no acabó con el mote que a otras ciudades, más grandes y sonoras, se les quedó de “el crimen de…”

En Cifuentes, lo que ha pervivido es su imagen alegre de alcarreñismo militante. Su silueta prolija de torres, castillo y cerros verdes. De fiestas superanimadas en verano, con toros, trompetería y cohetes. De elementos pequeño y brillantes que constituyen su minucioso patrimonio.

Incluso hoy parece que muchos asocian Cifuentes a los elementos sustanciosos y asombrosos que figuran tallados en la portada románica de Santiago en su iglesia parroquial. En este libro fue donde describí por primera vez el sentido teológico y social de esa portada enorme y rumorosa. Muchos van aún con este libro en las manos a seguir por orden la descripción de los virtuosos, de los diablos, de los apóstiles, de los pecadores y los monstruos…

Fui muy feliz escribiéndolo, anotando datos, haciendo fotografías, reproduciendo en dibujos sus casas, sus plazas, sus troneras y escudos. Comprobé en su día que no solo al alcalde (a Cabellos y a los que le han sucedido) les gustó el libro, sino también a las monjas de Belén, al dueño de la Casa de los Gallos, al catedrático Labrador y a las mil personas (por lo menos) que se lo han leído. Después (y una vez agotado y superagotado el libro) no se ha vuelto a hacer nada por el estilo. ¿Quizás fue un libro definitivo?

A.H.C.

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