Ferias y Mercados de Guadalajara

viernes, 12 octubre 2018 0 Por Herrera Casado
Feria de Cifuentes

Feria de ganado molar en Los Parrales de Cifuentes

Siguen celebrándose, aquí y allá, las “Ferias Medievales” que obedecen ya, casi en forzada secuencia, a un programa que marcan las empresas organizadoras y que venden a los Ayuntamientos que quieren marcarse dos días y medio de bullanga y visitantes. Pero las Ferias y Mercados genuinos, tienen una larga historia que aquí voy a recordar, aunque sea deprisa y corriendo.

Hoy 12 de octubre es el de Cantalojas, la Feria y Mercado de Ganaderías de la Sierra, el que tendrá lugar por aquellas alturas frías.

En esta época de recogida de cosechas, de preparación para el invierno que en Castilla es largo y duro, se celebraban muchas de las antiguas ferias y grandes mercados de nuestra tierra. En Guadalajara, concretamente, era para San Lucas (18 de octubre) cuando por concesión del rey Alfonso X el Sabio se celebraban sus famosas ferias de ganado y mercaderías.

Aquí tratamos cosas de tiempos pasados, para que al menos su memoria quede, si no conseguimos que se mantengan vivas sus esencias: las ferias, que primero fueron de ganados y mercaderías, y los mercados, donde la población se aprovisionaba de todo aquello que no podía producir por sí misma. El trueque y la supervivencia. Esencia de la vida. Y en esas formas de vida, en esas costumbres antañonas que parecen salidas de una fábula de Tolkien, pero que se desarrollaban en Cifuentes, en Jadraque, en Molina, en Tendilla, en Uceda o en la propia Guadalajara, aparecen nuestros ancestros con singularidad y fuerza.

Las ferias se establecían en tiempos pretéritos a partir de una concesión real: eran un bien, tanto económico como social, y aquellos burgos que recibían la merced de celebrarlas podían considerarse bienquistos, existiendo su nombre en el favorecedor latido del corazón de un monarca. A Guadalajara, siendo todavía villa, se las concedió Alfonso X en 1253 (quince días después de la Pascua) y en 1260 (quince días para San Lucas, al inicio del otoño). En Atienza fue Alfonso VIII quien dio carta de salvaguarda a todos los recueros establecidos en la villa, para que anduvieran libres de impuestos por todo el reino. Y a Cifuentes, Fernando III en 1242 protegió su mercado de mulas, y en 1289 Sancho IV dictó la orden de que los recueros cifontinos anduvieran libres de pagos por todos los caminos de Castilla.

El bien se concretaba en poder tener, durante 7 o más días (a veces se alargabn dos semanas enteras) establecido el derecho a poner a la venta cualquier mercadería, sin pagar los impuestos establecidos por esas transaciones, y a que los mercaderes venidos desde otros lugares del reino, o incluso más allá de ellos, no tuvieran que pagar impuestos en su camino, ni en los puentes, ni en las entradas y salidas de las villas por las que pasaban. El beneficio estaba asegurado, y los precios podían ser mejores para el comprador… todos ganaban. Y, lo más importante de todo, así se estimulaba la producción, y el consumo: que es en esencia la base del crecimiento económico y de la riqueza.

Quiero aquí recordar aquellas ocasiones en las que gentes de toda una comarca se daban cita en algún pueblo importante de nuestro entorno, y con la excusa de celebrar a un santo, o de cambiar una mula, se pasaban varios días fuera de casa, familias enteras, cambiando de circunstancia y adquiriendo elementos de comida, de vestido y de entretenimiento para todo un año. Una economía de supervivencia, muy autócrata, anticonsumista, marcaba las formas de estos mercados. Sin embargo, algunos de éllos eran especialmente atractivos, sorprendentes, reuniendo cosas en sus puestos que venían de muy lejos, y que le hacían ser una especie de Meca para alcarreños, campiñeros y serranos. Ese era el caso, por ejemplo, de Tendilla, cuya gran feria dedicada a San Matías reunía a miles de personas de los entornos, y aún de toda Castilla, y era tan curiosa como nos lo demuestra la Relación que los de la Villa mandaron a Felipe II en 1580, y que no me resisto a copiar entera porque realmente lo merece y posibilita, con poco esfuerzo, que el lector se traslade «in mente» a esa calle mayor soportalada, que antaño era el eje mayor de un pueblo digno y de un mercado señero y arrraigado.

Decía así la tal relación: «Cada un año se hace una feria la mejor que se hace en esta Comarca, de la qual feria resulta mui gran provecho y ganancia a los vezinos, así en las posadas como en otras grangerías que se exercitan los que se quieren aprovechar; tiene treinta días: trataré de las calidades que tubiera noticia: la Mercadería que a esta feria más viene y hace ventaja a las demás del Reyno, es la mucha suma y cantidad de paños de todas suertes, y para ello concurren mui buenas calidades: la primera, ser la feria de coyuntura que todo el imbierno se han labrado los paños, y ser la primera del año; lo otro, estar la villa en parte tan cómoda de donde se hacen y labran, pues está tan cerca de Segovia, de donde traen tan buenos paños velartes, finos, negros, y rajas, y otras suertes de finos paños; de la Ciudad de Cuenca vienen los mejores Mercaderos: traen mui escogidos y finos paños de subidas, y cendradas colores de todas las serranías y comarcas desta Ciudad de Cuenca, y de molina, Medinaceli, Sigüenza, Soria, vienen paños de todos géneros, y cordellates finos, a causa de que en estas partes hay la más fina lana del Reyno; de Aragón vienen Cordellates mui finos; de la Rioja, torrecilla de los Cameros, vienen muchos paños, y así mismo destas comarcas y pueblos de la Alcarria, y Ynfantazgo, de la ciudad de Huete y su tierra, Marquesado de Villena y Mancha vienen muchas suertes de paños: así mismo vienen muchas tiendas de paños subidos, granas, paños estrangeros, sedas terciopelos, rasos y damascos que traen Mercaderes gruesos de Toledo, Madrid, Alcalá, Medina del Campo y otras partes; para todos estos paños vienen infinidad de mercaderes de todo el Reyno y fuera dél, para las quales mercaderías hay asignadas partes donde se pone lo de Cuenca, Toledo, Segovia, con los demás géneros de paños por buena orden: pónense mui principales tiendas de sedas, joyerías mercería, que traen Mercaderes gruesos que venden a otros de menos cantidad; están juntas estas tiendas que parecen una Alcaycería de Granada que parece estar toda la vida de asiento: hay otras tiendas de Mercadería de Flandes, lienzos y otras cosas preciadas: vienen muchos vizcainos con lienzos preciados, y Mercaderias extrangeras: vienen muchos portugueses, traen muchas suertes de lienzos, y hilo de mucho valor; traen mucha especería, añir, brasil y otras muchas cosas curiosas y preciadas, como es drogas y conservas de la Yndia; pónense mui grandes tiendas y aparadores de Plateros: viene mucha cera, pescados de todos géneros, por ser principio de Quaresma: véndense muchas cabalgaduras; tíranse a la Andalucía y a los Reynos de Granada, Murcia y Valencia: vienen otros muchos géneros de Mercaderías, que especificarlas sería nunca acabar«.

Allí se congregaban, en la calle mayor de Tendilla, con el rumor palpitante de la humanidad que compra y vende, las gentes de Castilla toda, de la Mancha, de los pequeños lugares de la Alcarria. Y así ocurría en Guadalajara, en Sigüenza, en Brihuega, en Jadraque, y en tantos otros sitios.

Todos los reyes, a instancias de sus obispos, concedieron a Sigüenza franquicias para sus ferias. La principal de ella, celebrada a mediados de agosto, fue otorgada por la reina María de Molina, en 1320, siendo en su inicio artesanal y de comercio.

La gran feria de Maranchón, entre el 8 y el 12 de septiembre, se consolidó a principios del siglo XIX como una de las más importantes de España, en cuanto a trato de caballerías.

Y la de Molina de Aragón, que venía celebrándose desde el inicio mismo del Señorío, por fuero de don Manrique a comienzos del siglo XII, tuvo su apoyo legal contundente en época de Felipe IV, en 1628, cuando el monarca, agradecido a la villa por sus apoyos en la campaña de Cataluña, le puso la feria de semana completa en la primera de septiembre.

En todo caso, si algún lector quiere aumentar conocimientos y allegar datos sobre todas y cada una de las ferias otorgadas por los reyes en siglos pasados a los pueblos de Guadalajara, debe consultar este libro estupendo del profesor Pedro Ortego Gil, con el qie ganó el Premio de Investigación Histórica “Layna Serrano” en 1990: “Aproximación histórica a las Ferias y Mercados de la provincia de Guadalajara”. Excmª Diputación Provincial. Guadalajara, 1991. Todo un tratado de historia local y de evocaciones.