Atalayas, castillos y villas amuralladas del Jarama

viernes, 7 junio 2013 1 Por Herrera Casado

La torre de Arrebatacapas, en término de Torrelaguna, vigilaba la orilla derecha del río Jarama, frente a Uceda.

Es conveniente, de vez en cuando, salir de los límites estrictos de la estructura provincial, y caminar por sendas que aún siendo vitalmente, íntimamente, también nuestras, hoy pertenecen a otras estructuras políticas y administrativas. Me refiero, como un simple ejemplo, a los caminos que siguen las orillas del río Jarama, que son serranos por una parte, nacidos de la altura de la Sierra Norte, y que luego se hacen madrileños, sin saber cómo, y pasan por pueblos que fueron entraña de nuestra historia, y hoy se ven lejanos, sin razón alguna.

El Jarama es un río que compartimos ahora las provincias de Madrid y Guadalajara, pero que en siglos pasados fue todo él incluido en la tierra mendocina del señorío de Buitrago: administrativamente perteneciente a la provincia de Guadalajara, hasta que en 1823 fue repartido entre las dos provincias.

En las orillas del Jarama se alzan villas, castillos y atalayas que surgieron de un hecho defensivo único. Aunque la frontera de Castilla con Al Andalus se mantuvo, durante un par de siglos (IX al XI) en el Henares, los ríos siempre hicieron de fronteras, y así el Jarama también tuvo su importancia en ese trasiego de amenazas, algaras y correrías. A una y otra orilla (a la derecha los cristianos atancantes, y a la izquierda los musulmanes defensores) se levantaron fortificaciones de las que han quedado huellas, recuerdos y alguna presencia íntegra, que conviene recordar y hasta visitar un día de estos.

El río Jarama

Podría decirse de este río que ha sido eje indiscutible de las comunicaciones Norte-Sur en esta tierra, desde la más remota antigüedad. La Marca Media de Al-Andalus es la primera estructura político-social que se hace cargo del control de este valle. En la época del emir Muhammad I, en el siglo IX d. de C., se fortificaron los enclaves más importantes, entre ellos Madrid, Calatalifa y Talamanca, este último sobre el Jarama. Una serie de castillejos (zafras) se construyeron dominando los pasos y vados de sus ríos y arroyos: así Uceda (Guadalajara) en la misma línea del Jarama, Talamanca más abajo y en su torno multitud de torres vigías, como las de Venturada, El Vellón, Malsobaco, y Ribas. Un simple vistazo al mapa en que se sitúan, nos deja entender su planteamiento riguroso y lógico: su distribución era equidistante y jerarquizada, revelando con ello la existencia de un planteamiento global. Con todas ellas se formaba una auténtica “red visual” que le daba consistencia de frontera al territorio. Tanto en el Henares paralelo, como en el Jarama, este sistema de defensa y vigilancia es original del dominio islámico, es la esencia de estas llamadas “marcas” que no son sino fronteras definidas siempre por los ríos.

La progresiva independencia respecto al califato oriental y la con­centración de poder en torno a la familia omeya y a la capital, Cór­doba, se plasman en un estado centralizado con una férrea organiza­ción administrativa y militar asentada sobre una red de fortificaciones. Este proceso culmina en el siglo X, en época de Abd al‑Rahman III, con la constitución del califato omeya de Occidente. Tras el predominio político del califato omeya con su capital en Córdoba, tras los días gloriosos de Abderramán III, jerarca con visión de estado y respetado por todos, Al-Andalus inicia su lenta disolución con la aparición de reinos periféricos, taifas y grupos de guerreros que marcan sus propios territorios. En los valles del Jarama y Henares, cursos altos sobrela Mesetasur, ríos que bajan directos desde las cumbres dela Sierra Central, se establece la familia de los Banu Salam. A lo largo del siglo VIII se establecen de forma más firme en esta zona, y empiezan a levantar castilletes, y atalayas, quedando las incipientes ciudades en el costado meridional de los ríos, fortificándose las orillas derechas y asentando la población en las izquierdas. Así surge, especialmente, la vieja ciudad de Alcalá, cercana a la romana Complutum, pero con una evidente personalidad defensiva en alto, sobre los cerros que dominan la orilla izquierda del Henares. De ahí el primitivo nombre del enclave, que olvidó el romano (que aún sirve de patronímico a “lo complutense”) y adoptó el Qal’at Abd’al-Salam, o castillo de los Salam, que es el que ha quedado.

Las atalayas

De todas las atalayas que hubo en la cuenca del río Jarama, construidas en la época musulmana y posteriormente mantenidas en los días medievales, han llegado hasta nuestros tiempos unas cuantas, algunas de notable prestancia e interés:

En Torremocha de Jarama está el llamado Torreotón, o Torritón, edificación ruinosa a la que también llaman el Castillejo. Está en la ribera del Jarama, junto ala Casa de Oficios del antiguo “Canal de Cabarrús” y por allí anda también la ermita de Santa María dela Cabeza. Tuvo dos cámaras abovedadas adosadas al torreón.

La villa de Torrelaguna nació en torno a una gran torre-atalaya que estaba situada donde hoy la iglesia parroquial, y de la que quedan imágenes en un antiguo dibujo de la villa medieval amurallada. En su término se ha mantenido la llamada atalaya de Arrebatacapas, de origen musulmán, que se encuentra  a 4 Kms. del pueblo, en una prominente altura. Tiene6 metrosde diámetro y su entrada se encuentra en alto, a2,5 metrosdel suelo. Desde su altura se dominaba visualmente los términos de Venturada, el Vellón, Torremocha y Uceda, el arroyo de San Vicente, y por supuesto gran parte del valle del Jarama, objetivo para lo que fue construida.

En Venturada hay una atalaya de origen musulmán, de5,3 metrosde diámetro, bastante desmochada, que asienta sobre afloramientos rocosos, y en el hueco de acceso se ven aún las gorroneras para el giro de la puerta. Vigila la cabecera del río Guadalix y el acceso a los puertos más occidentales del Guadarrama.

En El Vellón queda también una gran atalaya de origen islámico, de10 metrosde altura y con un diámetro de6,30 m. También muestra las gorroneras para las dos hojas de madera de su puerta de cierre. Esta torre se encargaba de dar la señal a Talamanca, claramente en su campo visual.

La torre de El Berrueco, la más septentrional de todas, vigila el acceso desde Somosierra al valle del Lozoya. Está restaurada esta torre vigía, y desde ella se divisaban, al mismo tiempo, las tierras de la orilla derecha del río Jarama.

En El Molar quedan vestigios de su torre musulmana. Esta se encargaba de vigilar el paso de Guadalix hacia el sur. Fue destruida en el momento de trazar la carretera de Madrid a Burgos, en el siglo XIX.

Las ciudades amuralladas

Siguiendo el fluir del río, hoy nos encontramos con dos poblaciones mayores, que en su tiempo primitivo fueron crecidas en torno a un torreón o pequeña fortaleza. La primera de ellas es Torrelaguna; la segunda, Talamanca. De ambas podría escribirse largo y tendido. Aquí solamente decir que alcanzaron su mayoría de edad, justo al ser ganadas por los cristianos en el siglo XI y pasar a depender de los concejos de Sepúlveda y Segovia, Desarrollaron ambas un circuito de murallas, con fuertes cubos, torres y puertas, dando lugar a sendos Burgos defensivos de los que prometo hablar en próxima crónica. En todo caso, animo y a mis lectores a que vayan (están a poco más de media hora desde Guadalajara) a descubrir sus perfiles medievales.

Jarama abajo

Más al sur, en Paracuellos de Jarama, queda lo que llaman el “Castillo del Mal Sobaco”, en un alto risco, de indudable origen islámico. También en Ribas de Jarama, hubo un castillete construido en época islámica, hoy desaparecido por completo, aunque se identifica su emplazamiento, en alto, y en su lugar se han encontrado documentación y restos cerámicos. Y en Cervera, justo en la confluencia del río Henares con el Jarama, también hubo torre islámica hoy desaparecida. Todos ellos formaban una red de atalayas vigilantes de la cuenca del Jarama y Henares, frente a Alcalá.

La atalaya de Rivas está al norte del municipio de Rivas-Vaciamadrid, al que se llega rápidamente por la autovía A-3. Se llega al castillo en los accesos de la M-823 ala Avenida de las Provincias. En la localidad se le conoce como “Castillo de Gracián Ramírez”. Se han realizado actuaciones arqueológicas en el cerro en los años 2002-2004.

Éste se hallaba en un promontorio a la derecha del Jarama, sobre la ermita del Cristo de Rivas. Esta ermita es lo que queda de un convento desamortizado que fundara Beatriz Ramírez de Mendoza, condesa del Castellar, en 1603.

El castillo se ha datado en el siglo X. Fue donado por Alfonso VII al arzobispo de Toledo en 1154. Era un pequeño castillo que vigilaba el acceso al Jarama. Se le menciona en estado de ruina en la Relación enviada a Felipe II. Quedan vestigios de los muros alrededor del cerro de este castillo islámico, así como de su aljibe y foso. Cerca del mismo hay tranqueras, restos de la batalla del Jarama de 1937.

La atalaya de Cervera fue un castillo islámico, ya desaparecido, del siglo X, que se hallaba sobre un cerro en una terraza fluvial del Jarama al norte del término municipal de Mejorada del Campo, desde donde se dominaría la desembocadura del Henares (al norte) en el Jarama (al oeste). No muy lejos, en la otra orilla, se hallaba el castillo de Ribas de Jarama que acabo de mencionar.

En el cerro de Cervera se han encontrado restos correspondientes a su población en el Paleolítico. Se sabe que en 1150 el rey Alfonso VII dona a Juan, arzobispo de Segovia, «de aquel castillo yermo que llaman Cervera, entre Alcalá y Rivas. Y os dono y concedo además, al supradicho obispo don Juan y a todos vuestros sucesores, aquel castillo según está, con sus términos, desde aquella cañada de Geber Zuleima hasta Iuberos, con aquella rinconada que está entre Jarama y Henares”. El obispo se encargó de la repoblación, situándose la población de Mejorada donde ahora la hayamos.

Lástima da decir, que esta vieja fortaleza islámica fue arrasada al abrirse una cantera fluvial en los años 80 del siglo XX, una agresión más de las que el río Jarama y toda su cuenca ha venido recibiendo en los últimos cincuenta años.