Una excursión para especialistas

viernes, 5 febrero 2010 0 Por Herrera Casado

No hace todavía un mes que se presentó en nuestra ciudad, por parte de la Consejera de Industria y Medio Ambiente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, y con asistencia de los autores y numerosos amigos y gente del mundo académico de la Universidad de Alcalá, un libro que es una verdadera enciclopedia, y que más que nutrir las horas lectoras de cualquiera de nosotros, va a dar pasto sin fin a los estudiantes de Ciencias Medioambientales y a los de Biología [vegetal] que tendrán espacio para nadar entre saberes, listados, imágenes y un largo etcétera de apasionantes propuestas geográficas. El libro es el que lleva por título “El paisaje vegetal de Castilla La Mancha. Manual de Geobotánica”, y sus autores han sido el profesor catedrático de Alcalá don  Manuel Peinado Lorca, el también profesor y director del Servicio de Fotografía Científica don Luis Monje Arenas, y el profesor don José María Martínez Parras. 

Pinares en la Tierra del Ducado.

 

En las 612 páginas que ofrece el voluminoso libro, podría uno pensar que caben todos los elementos necesarios para entender la geobotánica y el paisaje vegetal de nuestra región: pues bien, no, no cabe, porque los autores han tenido que renunciar a publicar tres capítulos de su gran obra, que les ha llevado años de dedicación, porque los presupuestos del Servicio de Publicaciones de la Junta no daban para más. Esos tres capítulos (Clasificación florística de la Tierra y síntesis biogeográfica de España, el cap. 3; Series y geoseries de España, el cap. 4; y un Glosario de términos científico-técnicos y populares, el cap. 7) están convenientemente colgados, en formato PDF, de la página http://www.difo.uah.es/geobotanica/index.html. De ahí pueden sacarlos nuestros lectores que estén interesados en ellos. 

Me remito, en un principio, a lo que la prensa especializada ha dicho de esta obra. A mí, personalmente, me ha parecido genial, inmensa, provista de todos los elementos que le dan rigor, seriedad y ciencia a un trabajo hecho por expertos (que es lo que se lleva ahora, ya no valen los meros títulos de profesor, licenciado, doctor o especialista: ahora hay que ser experto, y estos tres autores lo son). Estos son los datos que nos proporciona la web de la Universidad alcalaína: 

Las páginas de este libro, a través de textos, figuras y fotografías nos ayudan a comprender mejor lo que ya sabemos: que nuestra Comunidad es una región biológicamente privilegiada, un territorio que es un caleidoscopio de toda la geografía interior de la Península Ibérica, donde cualquiera puede, sin salirse de sus límites, integrarse en ambientes naturales representativos del conjunto de la vegetación de España. Desde los enclaves de vegetación templada y húmeda que guardan las sierras de Ayllón o la Serranía de Cuenca, tan relacionados con la vegetación europea septentrional, hasta los territorios semiáridos albacetenses que conectan con el sureste español y desde allí con la vegetación norteafricana, Castilla-La Mancha se presenta ante los ojos del naturalista como el poliédrico rostro de la vegetación ibérica. Otro tanto puede decirse cuando nos aproximamos desde el punto de vista biogeográfico. En la península Ibérica existen ocho provincias biogeográficas, de las cuales cinco están presentes en Castilla-La Mancha: ninguna otra Comunidad española es biogeográficamente tan diversa. Evaluando la biodiversidad en términos fitosociológicos, podemos dar una idea de esto. Están descritas en España peninsular 71 clases de vegetación, de las cuales 48 están representadas dentro de los límites de Castilla-La Mancha. Si del conjunto general descontamos las clases de vegetación canarias y las ligadas a ecosistemas costeros obviamente inexistentes en la región, podemos aproximarnos a valorar la riqueza en tipos de vegetación que encierran los límites castellano-manchegos.  

Este libro es abundante en fotografías (370) e ilustraciones (137), que completan las descripciones de un texto de 618  páginas y la información resumida en las 152 tablas sinópticas que apoyan a éste. En conjunto, se trata de una cuidada edición que destaca por la excelente maquetación y la calidad de reproducción de imágenes y fotografías, una calidad que desgraciadamente no es común en otros libros de estas características, pero a la que nos tiene acostumbrados Francisco del Valle, responsable de la editorial Cuarto Centenario, que ha sido el editor de El paisaje vegetal de Castilla-La Mancha.  El libro nace también con la intención de servir de ayuda como manual de Geobotánica y por eso, junto a contenidos divulgativos, el texto encierra otros muchos más técnicos que son de gran interés para los profesionales de la enseñanza y del medio ambiente, y como texto de apoyo en el aula universitaria.  

Por esa vocación generalista del libro y por las expediciones botánicas que los autores realizan en otras latitudes, el lector no podrá sorprenderse de encontrar imágenes de algunos paisajes –los desiertos sonorenses, la tundra ártica, los gigantescos bosques de coníferas de California o los espectaculares sistemas de dunas costeras del Pacífico- que completan las dedicadas a la flora endémica y a los ecosistemas castellanos-manchegos. La estructura del libro se ha hecho dedicando los dos primeros capítulos a los tres grandes condicionantes abióticos de la vegetación: fisiografía, suelo y clima. El tercer capítulo se dedica a la Biogeografía haciendo un acercamiento desde el todo –la síntesis biogeográfica de la Tierra- a la parte, a la caracterización biogeográfica de Castilla-La Mancha que queda así situada en el contexto de la vegetación del mundo en general y de España en particular. Los capítulos quinto y sexto están centrados exclusivamente en el ámbito territorial de la Comunidad. En el quinto se presenta ampliado y actualizado el catálogo de comunidades vegetales que sirvió para que uno de los autores –Luis Monje- obtuviera en 1987 el primer Premio Regional de Investigación. Finalmente, en el capítulo sexto se describe el paisaje de Castilla-La Mancha a través de sus series y geoseries de vegetación. Si en 1987 eran 20 las series de vegetación reconocidas en Castilla-La Mancha, ahora son 49, todas ellas presentadas con unos sencillos esquemas que, apoyados, en las fotografías y sustentados en un texto divulgativo fácilmente comprensible por todos los lectores, permiten interpretar la variabilidad del paisaje vegetal de Castilla-La Mancha.   

Un viaje tentador por nuestra provincia 

Dos de los autores de este libro conviven a diario entre nosotros: Son Luis Monje Arenas, verdadero experto en la imagen fotográfica de la Naturaleza, y responsable de las imágenes de esta obra, y Manuel Peinado Lorca, conocido catedrático de Biología y hombre que a la usanza del Renacimiento tiene una presencia plural en la sociedad, pues además de ser maestro, es pensador, escritor y articulista, sumando a ello la pasión verdadera por la política (como elemento sustanciador de la sociedad) y en estos momentos uno de los candidatos (quizás el más consistente, a mi entender) a ser Rector de la Universidad de Alcalá de Henares. 

Ellos se lanzaron, en los días que estaban escribiendo el libro que nos ocupa, a realizar un viaje, uno más de los mil que han hecho juntos, por la provincia de Guadalajara. Después de mirar la costa americana del Pacífico de punta a cabo, o los mil y un recovecos de la región castellano-manchega, decidieron ofrecernos (mientras ellos vivían esa emoción que el viaje concede a quien lo planea primero y lo ejecuta después) un recorrido por la paramera de Guadalajara. 

No es un trayecto cualquiera, y a muchos que lo sigan ahora, con la imaginación apresurada de quien lee una página de periódico, les podrá parecer que es un recorrido además de largo, inconsistente, porque liga tierras plurales, y al parecer distintas: desde el valle del Henares, la Alcarria de Brihuega, y los altos páramos serranos de Zaorejas. Pero al concluir este viaje, que ofrezco tal cual ellos lo cuentan (hago gracia de los nombres científicos, latinos, de las plantas, que ellos no evitan) el lector se dará cuenta que el camino ofrecido es de una gran consistencia, porque hermana elementos diversos en un ciclo común, el de la “paramera” de Guadalajara, la “tierra alta” lejana del mar, fría en invierno y ardiente en verano. Ese páramo al que, por duro que parezca, nadie de los aquí nacidos quiere renunciar, ese páramo al que se ama, más aún tras conocerle. 

Partiendo de Alcalá de Henares por la N­-II se transcurre por la Campiña en la vega del Henares a través de olmedas, choperas y regadíos diversos, aunque en los cerros que la circundan puede observarse la vegetación del escarpe marginal del páramo, con unas comunidades muy degradadas y dominadas espartales y por coscojares, en su mayoría repoblados con Pinus halepensis y correspondientes a la faciación típica de los encinares mesomediterráneos. En Torija se inicia la subida al páramo y se entra en el distrito altoalcarreño (sector Celtibérico‑Alcarreño), en el que desaparecen las olmedas y regadíos, y nos introducimos en una extensa altiplanicie cultivada con cereales y espliegos, entre los cuales, de cuando en cuando surgen algunos ejemplares de encina (la Quercus rotundifo­lia de muestros ancestros) que son restos de la faciación mesomediterránea superior de los encinares mesomediterráneos.  

Pasado Torija hay que tomar la C‑201 en dirección a Brihue­ga. La carretera, tras continuar por esta planicie cultivada en la que aún resta algún encinar, pronto transcurre entre quejigares. Dejando atrás Bri­huega, hay que dirigirse hacia Cifuentes, lo que nos permite circular entre algunos de los quejigares mejor conservados de la Alcarria: Barriopedro, Valderrebollo y Cívica, en cuyos fondos de valle hay choperas y mimbreras. Superado Cifuentes, nos dirigimos hacia Trillo, y desde allí, siempre entre quejigares, dejando a la derecha las famosas Tetas de Viana, restos denudados de la paramera que se alzan a 1.103 metros, nos dirigimos hacia Villanueva de Alcorón, en donde nos alejamos del itinerario principal para desviarnos hacia Ar­mallones. En el camino hacia Armallones la vegetación cambia por completo; desaparecen los quejigares y la vegetación se torna abierta y poco densa, dominada por árboles de silueta piramidal, arbustos rastreros y pinos salgareños, Nos encontra­mos ante una buena manifestación de los bosques sabineros de los páramos. De Arma­llones sale una pista forestal que conduce al famoso Hundido del mismo nombre. Esta pista, en su primer tramo fácilmente transitable para todo tipo de vehículos, es particularmente fa­vorable para recorrer la paramera. Posteriormente, la pista co­mienza el descenso hacia el Hundido, transcurriendo entre que­jigares muy degradados y sustituidos por añejas repoblaciones de pino salgareño. En los márgenes de la pista prosperan los matorrales espinosos con bojes, agracejos, majuelos, zarzamo­ras y céspedes de fenalar. En las cumbres que rodean al Hundido, la vegeta­ción de la paramera se muestra muy diferente. Aún desde lejos, puede apreciarse su aspecto abierto, heliófilo, muy distinto a lo cerrado del quejigar. 

Regresando al itinerario principal, desde Villanueva de Alcorón hay que continuar en dirección a Zaorejas. La carretera trans­curre entre encinares, quejigares y sabinares, que alternan de­pendiendo de la altura y la orientación. Pronto se cruza el Tajo, y antes de alcanzar Torremocha del Pinar, aproximadamen­te a la altura de Torrecilla, la vegetación cambia radicalmente por el afloramiento de las areniscas del Buntsandstein, rodenos de reacción ácida, lo que posibilita la existencia de un bosque de melojos asimilable al Luzulo, los melojares de esta zona se muestran muy mermados, prosperando en su lugar repoblaciones de pino resinero o rodeno. No obstante, son reconocibles algunas especies propias del melojar o de sus etapas de susti­tución. 

Continuando hacia Torremocha del Pinar y Aragoncillo, se trans­curre a través de algunos de los sabinares mejor conservados de Guadalajara,‑ sobresalen los grandes ejemplares de sabina albar (la Juniperus thurifera), a cuyos pies descansan enebros y sabinas negras, matorra­les y céspedes de diversa naturaleza. En los roquedos, como edafoxerófilos, hay sabi­nares rupestres. En su conjunto, la vegetación produce un aspecto de magnífica y austera grandiosidad. Alcanzando Aragoncillo, estamos ya en la cumbre de la paramera. En estos tramos de la carretera que conduce hacia Alcolea del Pinar, transcurrimos en el genuino piso de parameras, representado bien por los bosques clima­cicos o bien, lo que es más frecuente en los arrasados campos que circundan la carre­tera, por cambronales arbustivos de porte almohadillado En Alcolea del Pinar se vuel­ve a tomar la N‑II ya de regreso a Guadalajara

Con este paseo que hemos hecho de la mano de Peinado Lorca y de Monje Arenas, tomamos conciencia de lo rica que es nuestra tierra en especies vegetales que ya son raras en otros lugares, y que ese espacio seco, vacío y limpio que nos rodea, es uno de los grandes capitales con que contamos. En cualquier caso, es simplemente una evidencia, una página tan solo, de la riqueza natural, de la extraordinaria fuerza que la Tierra nos lanza cada día. Y que en esta singular obra que nos acaba de nacer, queda plasmada con rigor y fortuna: textos e imágenes para aplaudir y, sobre todo, para aprender de ellas.