El inédito Catálogo Monumental de Guadalajara

viernes, 14 diciembre 2001 0 Por Herrera Casado

 

Hay mucha gente en nuestra tierra que se dedica a seguir e investigar las pistas de todo lo que supone herencia contundente de nuestro pasado. A mirar las altas torres de los castillos, los orondos arcos de los templos, las elegantes formas de los capiteles palaciegos… y a saber, cuanto más pueda mejor, de sus autores, de sus estilos, de las anécdotas que hicieron posible la existencia de tanta maravilla.

Esa nómina de monumentos, que en Guadalajara es tan amplia, se compone de elementos vistos y leídos, oídos y soñados. Siempre en aumento, porque aunque parezca difícil, Guadalajara tiene siempre (y lo digo por experiencia) algún edificio nuevo que aún después de patearse a modo la provincia, nos sorprende y entusiasma.

Vienen estas palabras a propósito de que acabamos de ver cómo ha sido editado el Catálogo monumental de Guadalajara que escribiera a comienzos del siglo pasado el cronista provincial don Juan Catalina García, y que supone todo un acontecimiento de índole cultural, pues se había dado, hacía ya tiempo, por perdido. Una serie desgraciada de acontecimientos habían propiciado que, tras escribir García López el Catálogo monumental de Guadalajara por encargo del Ministerio de Fomento en 1906, quedara inédito, y después desaparecido, pues el original que se conservaba en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, pereció en un incendio. Existían copias previas, a partir de una de las cuales, ahora se ha podido poner a la pública consideración esta obra. En formato moderno, además, sobre un CD-Rom que permite su consulta interactiva en cualquier ordenador normal.

La obra de Juan Catalina García

No es exagerado calificar a Juan Catalina García como el más importante de los estudiosos que se han acercado a analizar la evolución pretérita de las tierras de Guadalajara. A él se deben importantes obras de erudición y paciencia investigadora, y puede ser considerado sin exageración como el más sabio de los analistas de la historia y el patrimonio de esta provincia. Fruto de uno más de los intentos administrativos por reunir toda la información posible en torno al patrimonio artístico español, la elaboración del Catálogo Monumental de la provincia de Guadalajara pretendió, lo mismo que en el resto de provincias españolas, fichar, catalogar y estudiar exhaustivamente la riqueza patrimonial de esta tierra, ante la triste evidencia de que, por muy diversas razones (abandono, guerras, destrucción interesada, etc.) el cómputo de monumentos iba menguando año tras año, y había no sólo que detener esa tendencia, sino dejar constancia de lo que en ese momento existía.

No es este el lugar para repasar la biografía del escritor e historiador alcarreño, pues en otro lugar ya lo hemos hecho, pero sí quiero destacar sus obras más importantes, para dar idea a quien a su figura se acerque, de la tarea que realizó en su tiempo. Así cabe reseñar la Biblioteca de escritores de la provincia de Guadalajara y bibliografía de la misma hasta el siglo XIX. La Biblioteca Nacional premió esta obra en 1897 y dos años después se editó. A lo largo de sus 800 páginas discurren multitud de noticias históricas de nuestra tierra, protagonizadas por aque­llos nativos de ella que, unos más, otros menos, dejaron algo escrito, ya en manuscrito, ya impreso. Para escribir esta obra magna, el señor Catalina García anduvo durante varios años revi­sando archivos, quitándole el polvo a los manuscritos de la Biblioteca Nacional, la Academia de la Historia, la Biblioteca de San Isidro y otras venerables instituciones madrileñas en las que se guarda tanto callado decir de nuestro pretérito discurrir.  En 1887 publicó don Juan Catalina el Fuero de Brihuega, otorgado por el arzobispo toledano don Rodrigo Ximénez de Rada a la villa alcarreña, en el siglo XII, tomado del de Cuenca. Nuestro autor no solo publicó el texto de este Fuero, sino que lo comentó, y aún lo precedió de muy intere­santes y críticas apuntaciones históricas acerca de la villa alcarreña. Ya finalizando el siglo, en 1894, don Juan Catalina tomó posesión de su plaza en la Academia de la Historia, leyendo públicamente su trabajo La Alcarria en los dos primeros siglos de su reconquista, reuniendo en el mismo, como en apretado esbozo, todo el saber histórico, etnográfico y artístico que este hombre atesoraba acerca de la tierra que le vio nacer.

También por entonces, en 1897, escribió con la profundidad erudita y científica que le caracterizaba, el Elogio del padre Sigüenza, leyendo su trabajo en la Academia de la Historia y publicándolo luego como introducción a la edición de la «Historia de la Orden de San Geronimo» de dicho autor segunti­no.

Su último gran trabajo publicado fueron los Au­mentos a las Relaciones Topográficas de España que enviaron los pueblos a la administración de Felipe II durante el último cuarto del siglo XVI. Tras de la publicación del texto original, tomado por el autor de lo que se conserva en Real Academia de la Historia, don Juan Catalina García escribió, con gran amplitud, la evolución histórica de estos pueblos, en su mayor parte de los partidos judiciales de Guadalajara, Pastrana, Brihuega y Sacedón. Tras de su muerte, en 1911, al año siguiente, se publicó como homenaje a su persona el volumen titulado Vuelos Arqueológicos, pequeño librito en el que figuran varios trabajos sueltos, algu­nos referentes a Guadalajara.

Entre las tareas más señaladas que acometió don Juan Catalina García, debe destacarse la elaboración del Catálogo Monumental de la Provincia de Guadalajara, que comenzó a redactar a principios del siglo XX, y que no pudo terminar por sobrevenirle la muerte, pero que dejó muy avanzado, describiendo sus hallazgos eruditos en 93 pueblos de esta provincia.

La obra capital: el Catálogo Monumental

A finales del siglo XIX, concretamente el 1 de julio de 1900, el Ministerio de Fomento regido a la sazón por el marqués de Pidal publicó un decreto por el que se establecía la tarea de elaborar un Catálogo monumental de España, distribuido por provincias, encargándoselo a una sola persona, el insigne estudioso y entonces jovencísimo don Manuel Gómez-Moreno, quien enseguida se puso a la tarea comenzando por la provincia de Avila, que acabó en septiembre de 1901, siguiendo a continuación con el catálogo de la provincia de Salamanca. Acabado este en 1903, Gómez-Moreno continuó con el de la provincia de Zamora, concluido en 1905. Y en julio de 1906, el sabio granadino recibió del mismo Ministerio el encargo de elaborar el catálogo de la provincia de León, que entregó acabado en 1908. En 1906, ya con el Conde de Romanones como Ministro de Fomento, se encargó la elaboración de los Catálogos Monumentales de las restantes provincias de España, a otros investigadores, que en una mayoría de casos no tenían una preparación suficiente para llevar adelante la tarea. Gómez-Moreno recibió el encargo de hacer el de su tierra natal, Granada, y en ese momento don Juan Catalina García López fue responsabilizado de elaborar el de la provincia de Guadalajara, de la que era no solo Cronista Oficial, sino su más competente conocedor.

De aquella tarea nacional, quedó muy poco. Los catálogos elaborados por Gómez-Moreno, modelos de trabajo científico y moderno, fueron editados solamente 20 años después, y en total se completaron los de 36 provincias españolas, alcanzando, al día de hoy, su publicación en forma de libros solamente los de ocho de ellas. La mayoría, como ocurrió con el de Guadalajara, quedaron manuscritos e inéditos, almacenados en la Biblioteca del Instituto de Historia del Arte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde algunos además desaparecieron en el incendio que se produjo en este lugar hacia 1980.

Los de Cáceres y Badajoz los redactó José Ramón Mélida. El de Cádiz corrió a cargo de Enrique Romero de Torres, y el de Álava fue escrito por Cristóbal de Castro. El C.S.I.C. publicó muchos años después el de la provincia de Huesca, compuesto por Ricardo del Arco, y otros encargados en posterior etapa se debieron a eruditos de nota, como el de Barcelona capital, de Gudiol y Ainaud de Lasarte, y el de la Provincia de Zaragoza, redactado por Abad Ríos. También el de Toledo se editó, utilizando el texto del primitivo encargo, que fue elaborado por el erudito Conde de Cedillo.

El interés que la obra de don Juan Catalina García López tiene para los estudiosos del arte castellano y español que existe en la provincia de Guadalajara, y sobre todo el valor testimonial de haber sido escrito a comienzos del siglo XX, antes de que la Guerra Civil devastara innumerables edificios y piezas de arte, convierten a este texto en imprescindible, por lo que el hecho de que aparezca editado, aunque sea en formato digital, y con una corta edición de coleccionistas, no hace sino alegrarnos, porque las noticias que en él se derraman sobre pueblos como Balconete, Atanzón y Berninches, o especialmente sobre Brihuega, que es el más ampliamente estudiado por el autor, o sobre el monasterio de Buenafuente, la villa de Cogolludo o el conjunto amurallado de Uceda, así hasta completar un centenar de localidades, nos ofrecen la posibilidad de aumentar nuestros conocimientos sobre el legado patrimonial de nuestra tierra.