Vieja nómina alcarreña

sábado, 7 abril 1973 0 Por Herrera Casado

 

Este es el documento de un viajero y curioso, de un siempre joven del siglo XVII, nada menos que de Baltasar Porreño, que a fuerza de su curiosidad y escrutadora atención a cuanto le rodeaba, ha llegado a catar la miel espolvoreada de la inmortalidad, el póstumo calificativo de historiador, nada menos. Pero él, en su vida, fué un hombre íntimamente cuadrado consigo mismo, y de sosegada existencia, anotadora y ávida de cuanto a su alrededor ocurría. Hizo un relato de las Cosas notables que sucedieron en el reinado de Felipe II, que fueron casi todas, y después la tomó con Cuenca, que para eso era hijo de la ciudad del Júcar y cura de su diócesis. Por encargo de su obispo, don Andrés Pacheco, hizo una amplia e interesante «Relación de los Santuarios del Obispado de Cuenca» (1), y a dictado de su impenitente corazón viajero, escribió otra «Memoria de las cosas notables que tiene la ciudad de Cuenca y su Obispado» (2) en la que aparecen muchos pueblos de nuestra Alcarria, y que, a simple título de curiosidad, reseño.

Ex plica que Alcocer, en «arábigo» quiere decir Castillos, y «es villa antiquísima y noble, en quien hay Memorias y fundaciones de Reyes». Señala la existencia en este pueblo, uno de los más importantes de la Hoya del Infantado, de dos conventos de la orden franciscana: uno de hombres, y otro de religiosas de Santa Clara, edificado en el interior del pueblo en 1384 (su traslado desde el primitivo emplazamiento de San Miguel del Monte es anterior, aprobado por el Capítulo General de Toulouse en 1373, y dotado por el rey Enrique II de Castilla en el mismo año, se verificó, lógicamente, unos años antes. Lo que actualmente resta de tan importante fundación, es una portada y una iglesia de comienzos del siglo XVI, que ostenta en su fachada las armas del emperador Carlos I).

De Arbeteta dice que «aquí hay dos Hornos de vidrio», y de Albalate «pueblo abundante de nueces y cáñamo». Hace el elogio de Armallones como «pueblo abundante de trementina», y luego pasa a hablar de Córcoles, en el cual tenía un Beneficio y realizaba las funciones de cura párroco del lugar. «Aquí hay un Monasterio insigne y real de la, Orden de San Bernardo, llamado Nuestra Señora de Monsalud, para cuya fundación envió el mismo San Bernardo dos discípulos suyos (en realidad, fueron tres los fundadores: Fortunio Donato, Raimundo y Bueno Emeilino, que ostentaron los puestos de abad sucesivamente). Aquí se cura milagrosamente la rabia con’ el aceite de la lámpara de Nuestra Señora y con la salutación que hacen los Religiosos a los que vienen heridos de perros rabiosos, donde se ven cada día insignes milagros. Aquí está sepultado un maestre de Calatrava, llamado Nuño Pérez de Quiñones, y en esta villa estuvo un tiempo el Convento de Calatrava. Este convento es más antiguo que la toma de Cuenca, según me consta del Archivo que he visto en esta santa Casa. Algunos abades de esta Real Casa han salido por Generales de la Religión».

Dice de Zaorejas que «hay una fuente que sale de una peña, en la cual se crían muchas y muy buenas truchas», y de Casasana «que fué un tiempo Cárcel de incorregibles. Aquí hay una ermita de Ntra. Sra. de la Fuensanta, en término de Millana, donde se obran grandes milagros».

A Sacedón, de donde también era cura el licenciado Porreño, le hace una alegre y sana propaganda con vista al turismo, todavía restringido, del Siglo de Oro: «es villa apropiada para caza mayor, abundante en hierbas medicinales y en vino de primer tapón. A una legua de él están unos baños que son de los insignes del Reyno».

De Pareja arguye el ya conocido «nudo episcopal» que se daba en su puente, en el que podía sentarse a comer tres obispos en una misma mesa, y estar cada uno en su obispado (algo parecido a lo que ocurría con la Mesa de los Tres Reyes, en el Pirineo navarroaragonés). En Pareja confluían las jurisdicciones espirituales de Toledo, Cuenca y Sigüenza.

Del arroyo que en Poveda de la Sierra baja hacia el Tajo, alaba su «abundancia de truchas» y en Peñalén señala que es «villa cabeza de la Religión de San Juan, pueblo de muchos ganados, y de muy fina lana, que se tira para bonetes de turcos y paños finos, así para Toledo como para fuera del Reyno». Y a Villanueva de Alcorón le realza como «pueblo abundante de trementina».

Muy someramente se refiere a la importante villa de Salmerón, en la Hoya del Infantado, indicando su abundancia de aceite, y la existencia de un Monasterio de San Agustín, en el que era tradición se conservaba el cuerpo de Santa Isabel (este Monasterio, de origen legendario, consta históricamente ya fundado en 1341, en que Alfonso XI le concede diversas mercedes y privilegios. La tradición de haberse encontrado el cuerpo de Santa Isabel de Hungría, al cavar para levantar la sacristía del templo, es altamente sospechoso, pues consta que tal santa murió en 1225, en Mamburgear, Alemania, y no se explica fácilmente la traída de su cuerpo desde tan lejos para ser enterrado en medio del campo alcarreño, pues eso era el lugar donde se erigió, y hoy yacen sus ruinas, el monasterio agustino de Nuestra Señora del Puerto).

En el Recuenco señala que «hay dos Hornos de vidrio y una Ermita de Ntra. Sra. de la Bienvenida de mucha devoción y milagros». En Poyos refiere que «aquí está el Palacio de los Comendadores de Peñalén de la Orden de San Juan. Aquí hay un soto con abundancia de conejos». Había. Hoy está todo ello tapado con el acerado brillo de las aguas del pantano.

Tiene Baltasar Porreño también un recuerdo para el lugar de Viana, en donde hay «dos promontorios de peñas muy altos, y desde ellos se descubren muchas tierras. Súbese a ellos con dificultad, y en la cumbre hacen unos llanos redondos muy apacibles: son memorables en esta tierra, y las llaman las Peñas de Viana». Que ahora nosotros llamamos, más gráfica y atinadamente, las Tetas de Viana, donde las más diversas civilizaciones han cruzado las espadas y los influjos cimentadores: íberos, romanos y árabes han tenido, en sus casi inexpugnables cimas, sólido asiento.

Hasta aquí lo que el licenciado Porreño nos deja escrito, en breve y bienintencionada «Guía para el turista devoto de la Alcarria» sobre algunos pueblos de las orillas del Tajo y GuadieIa. Que a ti, lector y ávido viajero del siglo XX, te sea útil. Y te interese.

(1) Manuscrito de la Biblioteca del Palacio Real.

(2) Real Academia de la Histo­ria, Sección de Manuscritos.