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El valle del río Gallo

Recluidos en la cuarentena que, a la antigua usanza, parece ser la única forma de librarnos de una (una más…) de las epidemias que de vez en cuando azotan a la Humanidad, saco a colación viejas andanzas por mi tierra. Siempre es de acomodo evocar los caminos, la brisa que sopla entre las ramas altas de los chopos, el sonar levísimo de las aguas, el trote de nuestras botas sobre las viejas hojas resecas. Hoy me voy a Molina, vuelvo al Gallo. Aunque no incluido plenamente en el Parque Natural del Alto Tajo, el recorrido del río Gallo por el señorío de Molina conforma una serie de espectaculares paisajes y entornos característicos que le hacen extensión natural de ese Parque.  Para cuantos esta primavera se animen a viajar, a descubrir una de esas facetas que la provincia encierra y está deseando enseñar, la “Ruta del Gallo” es un destino a estudiar, porque va a proporcionar todo tipo de sorpresas: páramos silenciosos entre pueblos medievales, y abruptos cortados rocosos con ermita subterránea incluida. Preparar las botas, los mapas y los ánimos. Y poneros a andar por sus caminos. Aunque el recorrido por el Gallo es muy amplio, pues nace en los altos montes de en torno a Motos y Alustante, en el extremo más oriental del Señorío, como un regalo de la sierra de Albarracín, y va a dar en el Tajo justamente en el espacio conocido como Puente de San Pedro, todas las miradas, y todas las pisadas se dirigen al estrecho barranco que forma el río Gallo entre las localidades molinesas de Ventosa, Corduente y Torete, aunque más abajo sigue, por Cuevas Labradas, hasta la junta con el Tajo en el sitio dicho. Ahí están los espectaculares paisajes que cifran su belleza en la verticalidad y proximidad de los muros rocosos que dan límite al hondo cañón por el que corre el río. En su mitad se esconde (o se muestra, según se mire) la Ermita de la Virgen de la Hoz, que es patrona del Señorío molinés, y cuya leyenda, historia y realidad hoy es algo que se mete en los corazones de todos los molineses esparcidos por el mundo. Merece la pena acercarse de nuevo hasta la Hoz del Gallo, y recorrerla desde un punto de visto más naturalista que piadoso, más ecologista que histórico. En ese sentido, quienes todavía no hayan viajado hasta ese lugar privilegiado […]

La Hoz: tradición y realidad

Bajando el río Gallo desde Molina, junto a los caseríos, antiguos mo­linos, huertas y arboledas, surge a un lado el pueblecillo de Ventosa, y a otro, algo más alejado, el de Corduente, que en verano se infla de gentes y ganas de vivir. Poco más allá, el viajero entra en uno de los más impre­sionantes espectáculos que le puede ofrecer la Naturaleza en la provincia de Guadalajara: bella sobre toda ponderación es la Hoz del río Gallo entre Corduente y Torete. Es el llamado Barranco de la Hoz, por donde el río cangrejero discurre, torrencial o manso, límpido y frío, entre densas choperas y altos y caprichosos murallones de rojiza roca arenisca. A lo largo de varios kilómetros, serpenteando las aguas por donde el gran tajo geológico las manda, se crea un paraje que ha sido siempre justamente alabado, y que hoy sigue gozando del merecido entusiasmo con que muchos se dirigen a él. En tal marco de agreste naturaleza no es extraño que hasta apariciones milagrosas y sobrenaturales se hallan producido. Suelen ser estos entornos de desusada grandiosidad los que la tradición utiliza para centrar sucesos de orden milagroso y trascendental, ejes de una posterior y larguísima de­voción. Baste recordar, dentro de este mismo teritorio del Señorío molinés, las apariciones y santuarios de la Virgen de Montesinos, en Cobeta, o de Nuestra Señora de Ribagorda, en Peralejos. Ríos estrechos y saltarines, barrancos de misteriosa silueta, de grandiosidad sin límites: bosques y praderas, grutas húmedas. Esos son los puntos donde sucede el prodigio. Vamos a recordar cómo fue el de la Hoz de Corduente. Discurría uno de los años medios del siglo XII. Un vaquero de Ventosa, que había pa­sado el día apacentando su ganado por los alrededores y montes del pue­blo, notó que le faltaba una res. Se apresuró a buscarla, yendo a inter­narse por la espesura del barranco de la Hoz, entonces densamente cu­bierto de vegetación y poblado de alimañas. Se hizo de noche y se creyó perdido. Y cuando ya flaqueaba en sus esperanzas de salir con vida del difícil trance, vio un gran resplandor junto a la basamenta de un alto grupo de rocas. Guiado por la luz, llegó hasta un lugar donde encontró, sobre un pedestal rocoso, una pequeña imagen de la Virgen, tan perfecta que casi parecía de carne y hueso. Corrió al pueblo, donde contó el hallazgo, y las gentes en romería se […]

El Señorío de Molina, esencia de Guadalajara

En el libro “100 Propuestas Esenciales para conocer Guadalajara” que acaba de ser presentado (y aplaudido por muchos) aparece la densa presencia del Señorío de Molina a través de muchos de sus espacios, personajes, fiestas y elementos a considerar. Son una llamada generosa para que acudan más viajeros a sus caminos. Entre las 100 propuestas esenciales para conocer Guadalajara no podían faltar edificios, espacios, paisajes y fiestas del Señorío de Molina. Unos han sido escritos por mi pluma, y a continuación los pongo, porque quiero que sirvan de reclamo para visitar esa alta tierra. Otros han sido escritos por otras manos, más sabias sin duda que las mías, y que merecen destacarse, porque también sus propuestas son acertadas, merecedoras de una visita, esenciales, en suma. Las Casas Grandes molinesas A lo largo y ancho del territorio del Señorío de Molina, existe una serie de elementos arquitectónicos que deben considerarse como muy singulares de su territorio, y que en ninguna otra parte de la región castellano‑manchega se encuentran. Se trata de lo que podríamos denominar las casonas molinesas, o casas grandes, como también se las llama popularmente, edificios que destinados a diferentes menesteres, tienen en común su estampa recia, sus bien tallados muros, sus portalones generalmente rematados con escudos heráldicos, sus patios adosados, sus escaleras amplias y una serie de características que les dan un rango de preeminencia sobre el resto de las edificaciones del entorno urbano o rural en que aparecen. Estas casonas están construidas generalmente en los siglos XVII y XVIII, aunque las hay mucho más antiguas, expresión de otros modos de vida, más guerreros, de la Edad Media, frente a los residenciales de los tiempos modernos. Su estructura deriva claramente de las grandes casonas urbanas y fincas de labor del país vasco‑navarro. Ello se debe al hecho de haber llegado hasta el Señorío molinés, desde el siglo XVI en adelante, muchos inmi­grantes norteños, algunos de los cuales, una vez acaudalados agricultores o ganaderos, y con la prosapia de sangre que las gentes de la España verde suelen traer en sus arcas, pusieron la representación de su jerarquía, de su riqueza y de su linaje en forma de permanente arquitectura. De las varias docenas de casas grandes que podemos admirar en Molina, es destacable la abundancia de las mismas en la propia capital del Señorío, y en su franja septentrional, especialmente en las sesmas del Campo y del Pedregal, […]

A la sombra de la Hoz del Gallo

Una nueva propuesta de viaje, esta vez por los altos parajes molineses, a la sombra de los rojizos monolitos del barranco del Gallo, y aprovechando que ya es pleno verano en aquella zona tendente más bien a los fríos y las lluvias, es la que aquí propongo a mis lectores. La visita al santuario de la Virgen de la hoz, patrona del Señorío, y de los paisajes que forman su entorno espectacular. Los amigos del viaje por Guadalajara, de la captura de imágenes, de la vivencia de fiestas, y de la admiración de paisajes (por no añadir el auténtico motivo de muchos, que es gozar la paz de la tierra silenciosa) han tenido un buen motivo hace una par de semanas para trasladarse al “barranco de la Hoz”, junto a Molina de Aragón, y vivir allí un día completo de luz, de rocas, de aguas cristalinas, y de fiesta: se celebró, un año más, como desde el siglo XIII viene ocurriendo, la romería del “Butrón”. Y allí se dio a conocer y se intentó volver, al reino de la magia y la leyenda, al mismo tiempo que de introducirse en la corriente de los siglos y ser un elemento más de esa fuerza imparable. El barranco de la Hoz del Gallo, formado entre profundos cortados de la arenisca roca por las aguas cantarinas y siempre transparentes de ese río molinés (el “padre río” que le llamaba don Diego Sánchez de Portocarrero), se encuentra en el término de Ventosa, pero muy cerca (a diez minutos apenas, en coche) de Molina de Aragón. Sus murados límites se constituyen por elevados cantiles rocosos de piedra arenisca rojiza, que dibujan sobre el alto cielo mil caprichosas formas. Entre los roquedales se asoman los pinos y una variada vegetación. En el fondo del barranco de la Hoz, hay lugares donde apenas queda sitio para el paso del río y la carretera. Por los alrededores, desde Ventosa y Corduente, y hasta Torete, se encuentran numerosas arboledas, merenderos, lugares naturales donde poder pasar el día de excursión. El lugar de la Hoz En los más profundo de ese barranco asienta desde hace siglos el santuario de Nuestra Señora de la Hoz: la voz de la tradición dice que, poco después de la Reconquista, a principios del siglo XII, un vaquero de Ventosa había perdido una de sus reses, y anduvo buscándola todo el día sin hallarla. Al internarse […]

La guía templaria de Guadalajara

En estos días se celebra en Guadalajara, en su Parque de la Concordia, y organizada por el Patronato Municipal de Cultura, la Feria del Libro que viene a sacar a la calle toda la producción reciente de editores y libreros, de autores y pensadores que durante un año se han esmerado y concentrado para dar lo mejor de sí mismos, y darlo en cuerpo de libro, siempre con páginas, y ahora con los bits invisibles de la edición digital. Porque de todo hay en esta Feria, entre otras cosas, la exposición y reflexión acerca del encuentro de formas editoriales (tradicional vs. electrónica) y sus ventajas e inconvenientes. Una historia de batallas y ejecuciones Hace solamente unos días, entre el 22 de marzo y el 3 de abril, se han cumplido exactamente los siete siglos de la disolución de la Orden de los Caballeros del Temple. Un instituto nacido de una época singular, pretérita y extraña a nuestros ojos. Pero real. El inicio del segundo milenio registró un ímpetu en la intención europea de conquistar y dominar el Próximo Oriente, en sus lugares de memoria bíblica. Como siempre, en toda historia, había intereses económicos de por medio (abrir y dejar cómodos los caminos hacia la India y su comercio) pintados de sublimidades espirituales. Los templarios, los caballeros mitad monje-mitad soldado que constituyeron la Orden de Caballería del Templo de Salomón, ejercieron de todo ello: de protectores del comercio, de guardianes estratégicos, de pensadores y elucubradores. Su poder molestó en más altas esferas y fueron suprimidos. En Francia, incluso, eliminados físicamente. Los templarios por Guadalajara El sábado 12 de mayo va a presentarse en la Feria del Libro del parque de la Concordia el libro que ha escrito Angel Almazán de Gracia sobre estos caballeros: sus fundamentos y esencias, las fechas y los hechos, las suposiciones, los símbolos y su uso… y todo ello localizado en las tierras de Guadalajara. En el montículo donde asienta el que fuera monasterio de San Francisco, en la villa castillera de Torija, en el Alto Tajo por el Hundido de Armallones, en la ermita del Madroñal de Auñón, en Peñalver, en Albendiego y su esotérica ermita de Santa Coloma…. En muchos lugares de nuestra tierra quedó la huella de los templarios, real y permanente. Almazán la busca, y encuentra muchas de esas huellas. Me pidió que escribiera las páginas iniciales de esta obra, que seguro se […]