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El hombre salvaje en Guadalajara

El arte de siglos pasados ha dejado en Guadalajara multitud de huellas, hermosas unas y sorpredentes otras. Desde las filigranas renacientes de la fachada del palacio de Cogolludo a los densos batallares de los tapices de Pastrana. Y en punto a esculturas, desde las misteriosas contorsiones de los saltimbanquis románicos de Santa María del Val en Atienza, a la sonora multitud de cabezas de la Sacristía Nueva en la catedral seguntina. Pero uno de los elementos más sorprendentes de ese arte pretérito, reunido en torno al declive de la Edad Media, es quizás la presencia de «hombres salvajes» en algunos elementos y edificios artísticos de nuestra ciudad, y más concretamente en el palacio del Infantado, donde podemos admirarlos en diversas formas. El origen de los salvajes El “hombre salvaje” como habitualmente se le denomina en la historiografía del arte, es en realidad una figura puramente mítica, una invención literaria y atractiva de la imaginación medieval. Nacida de una idea muy elaborada acerca de las capacidades humanas en sus dimensiones morales, pero luego rehecha y, como todo lo puramente literario e inventado, adscrito a significados distintos, cuando no contradictorios. La apariencia física del «hombre salvaje» es muy similar en todas sus representaciones: un hombre desnudo, cubierto de denso pelo el cuerpo entero, a excepcion de la cara y los pies, y la «mujer salvaje» lo mismo, con sus pechos también despejados de pelo. En sus inicios era también gigantesco, aunque este hecho se tenía por equivalente de estupidez, y por ello pronto perdió esa característica, reduciendo su escala. Se le creyó originario de regiones alpinas, frías y salvajes, como el Tirol, el Harz y Algau, o los bosques de Wallis en Suiza. En sus inicios era tenido por un ser brutal, primitivo, agresivo, violento, dotado de ingenio, fuerza y una gran maza. En un principio sirvió como expresión gráfica y estética del ser «antisocial» e «incivilizado», contrapunto del hombre perfecto, civilizado. Servía para expresar esa fuerza que la Naturaleza tiene, generalmente manifestada en sus accidentes meteorológicos, incontrolables, destructivos. Esa Naturaleza malvada y enemiga se representaba en el «hombre salvaje».   Se encuentran numerosas referencias literarias en las ideas sobre «razas monstruosas» que tuvieron los griegos y que localizaban idealmente en las regiones orientales: «Las maravillas de Oriente» es uno de esos libros antiguos en el que se le menciona constantemente. La «Historia» de Herodoto dice que el hombre y la mujer […]