En el recuento de las vidas, de las actitudes y memorias que personas concretas han generado, está muchas veces como en resumen la historia de un territorio. El Señorío de Molina, tan singular en orígenes y desarrollo, tiene en sus jerarcas, y más especialmente en doña Blanca de Molina, una palpitante declamación de historia. En la sucesión de señores de Molina, titulares de la behetría que el fuero manriqueño creó a mediados del siglo XII, la quinta de la serie es doña Blanca Alfonso de Molina, la más querida y brillante en la memoria colectiva de estos nombres antañones y medievales. Era hija doña Blanca de los cuartos señores de Molina: don Alfonso [de Molina] infante de Castilla (hijo a su vez de Alfonso IX y de Dª Berenguela), y doña Mafalda Manrique, hija del tercer señor don Gonzalo Pérez de Lara, matrimonio con el que se dio cima a la Concordia de Zafra. Casó Blanca con don Alfonso Fernández el Niño, hijo del rey Alfonso X y de una tal doña Aldonza o Landada. Al morir el padre de Blanca, en 1262, acceden al señorío el joven matrimonio. Pero de hecho, quien gobernó siempre la tierra molinesa, durante 30 años consecutivos, fue doña Blanca, pues su esposo se dedicó por entero a la milicia, con su padre el Rey, y anduvo aquí y allá siempre metido en batallas y estrategias, especialmente dirigidas contra las fronteras de Al-Andalus. Murió en 1281, después de una campaña contra Granada, y los molineses apenas le echaron de menos, porque casi nunca le vieron. Doña Blanca siguió, con más interés si cabe, al quedar viuda, procurando su atención al señorío que gobernaba. Entre sus obras destacan los historiadores la apertura del comercio molinés hacia Aragón y Castilla; la construcción de la iglesia románica de Santa María de Pero Gómez (hoy del convento de Santa Clara), y la fundación en 1284 del monasterio e iglesia de San Francisco. Creó además la Orden Militar de los Ballesteros de San Julián, y amplió a un centenar el número de los miembros del Cabildo de Caballeros, que desde entonces pasó a denominarse de Caballeros de doña Blanca. Quizás su prueba más difícil fue la guerra que infectó el territorio hacia el año 1283. El alzamiento y rebeldía de don Juan Núñez de Lara, señor de Albarracín, y algo pariente de doña Blanca, contra el reino de Aragón, supuso […]