Los Escritos de Herrera Casado Rotating Header Image

fuentelsaz

Una ruta por la sesma del Campo de Molina

Al fin del año, volvemos a Molina, a seguir recorriendo sus mil caminos, ahora fríos pero siempre espléndidos. En esta ocasión, propongo dirigirnos al extremo más septentrional del Señorío, que es también el más cercano a Aragón de toda la provincia: la sesma del Campo, limitada a oriente por las sierras del Ducado, y a occidente por la depresión que desde el río Piedra se anuncia hacia el Jiloca. Tierras más secas y llanas, aún en la altura. Por la cuarta sesma, que aún nos quedaba por recorrer, esta del Campo, el lector y viajero comprobará que sus ríos corren afluentes hacia el Ebro, por lo que estamos en la España mediterránea aunque en su más altas ramas: el Mesa y el Piedra arañan el costrón del Campo, y en su altura, entre trigos y ahora nieves duras, yacen los pueblos cargados de historia. Llegando desde Aragón Para quien viene por el norte, desde Aragón, la sesma del Campo y el valle del río Mesa van a ofrecer con abun­dancia los temas artísticos y los motivos suficientes para animar un viaje. En el Mesa se visita Villel, que además del castillo ofrece el pintoresquismo inolvidable de su situación, a caballo entre un rojizo peñascal y el denso arbolado del río. La iglesia  parroquial, que está construida en el siglo XVI, ofrece detalles  de interés en su interior, especialmente en lo que se refiere a  altares variados. Sobre la plaza, el palacio de los marqueses de Villel también captala atención. Las callejas muy empinadas, cubiertas a veces con amplios alerones, y otras cubiertas sus  paredes de tapial o madera, dan a Villel un aspecto pintoresco y muy agradable. Ya en lo alto del páramo, Milmarcos se ofrece como villa de animada vida veraniega, en la que un fuerte movimiento cultural está poniendo a flote su acervo costumbrista y el plan­tel de monumentos que posee. Destaca la iglesia parroquial de San Juan, precioso edificio del siglo XVI aislado en medio del pue­blo, con portada plateresca de líneas sobrias. En su interior, un gran retablo renacentista, de tendencia ya manierista, con tallas  excelentes, hecho en 1636 en los talleres de Calatayud; sus autores fueron Juan Arnal y Francisco del Condado. También es de  reseñar la ermita de Jesús Nazareno, obra preciosa del siglo XVIII, en estilo rococó, con muchos retablos barrocos. Incluso la  ermita de Nª Srª de la Muela, en lo alto […]

Fuentelsaz en el confín

La España profunda es la que se encuentra lejos, a muchos kilómetros de las grandes ciudades, en las que sirven de referencia las plazas iluminadas, los escaparates coloristas y las manifestaciones deportivas o festivas. La España profunda es casi toda la provincia de Guadalajara, y de ella el Señorío de Molina, y de él, Fuentelsaz, que está lejos, muy lejos, de todo. Allí, sin embargo, queda vida, porque la hubo, densa y fuerte, y esa es la materia que cabe recoger de una visita al pueblo, tras mirar despacio su iglesia, sus palacios, sus fuentes, sus callejas, y charlar con la gente y mirar los viejos libros, y los libros nuevos. En Fuentelsaz hay muchas cosas que admirar y algunas más que recordar. Es mayoritario el patrimonio de raíz religiosa, la iglesia parroquial, las ermitas. Dentro de ellas los altares, con sus esculturas y pinturas, de gran relieve a pesar de su lejanía. Con sus campanas, sus clavos, sus custodias, sus víctores en las paredes, que recuerdan a personajes sabios, prudentes y generosos, que ya son solo memoria. Los retablos de Fuentelsaz De pocos conocido el patrimonio artístico de Fuentelsaz, como muchos otros del Señorío de Molina tuvo la suerte de que en la Guerra Civil nadie se dedicara a quemarle los retablos. De ahí que se ha mantenido el templo, y ahora lo vemos, como un auténtico museo del arte barroco, con raíces aragonesas por estilos y autores. Pero dentro de Castilla, como siempre han querido los molineses mantenerse. El más espléndido de todos es sin duda el retablo mayor. Es obra del artista Miguel Herber, miembro de una familia de “hacedores de retablos”. Este lo construyó junto con Francisco Alambra, siendo ambos vecinos de Fuentes de Jiloca. Era el año 1730 cuando se acabó y se mostró con toda su brillantez.  Estructurado al modo clásico de “banco / alzado / remate”, está dedicado al titular de la parroquia, San Pedro en la Cátedra, esto es, la representación del primer apóstol y primer pontífice con hábito de tal y sentado en un gran trono de oro. Ocupa la talla de San Pedro el lugar central y preferente. A sus lados, dos santos franciscanos: San Francisco de Asís y San Diego de Alcalá, este con su atributo más conocido, un ramo de rosas exhibidas sobre el hábito recogido (un milagro que le hizo famoso, y que sucedió ¿en La Salceda? […]