En estos días me ha llegado a las manos un libro que no tiene desperdicio, por su belleza y por su interés. Un libro que debería enorgullecernos, porque surge de los saberes y las prácticas sanitarias de un pasiano nuestro en el siglo XVIII, el aloverano Félix Pérez Arroyo, quien destacó en su profesión de “cirujano dentista” durante los últimos años del siglo XVIII, y que en esta ocasión nos es dado saber sobre él y sobre su obra. El autor En la calle de Atocha de Madrid, en su iglesia parroquial de San Sebastián, donde fueron bautizados y se hallan enterrados muchos famosos personajes de los siglos pasados, siendo quizás el más sonoro de sus inquilinos el dramaturgo y poeta Félix Lope de Vega y Carpio, descansa también Félix Pérez Arroyo, un científico campiñero de quien ha quedado escasa memoria, pero que que recientemente ha visto enaltecer sus méritos gracias a la pluma e investigaciones de nuestro académico de número profesor Francisco Javier Sanz Serrulla, quien ha escrito un magnífico estudio biográfico de este olvidado profesor, maestro en el arte de la cirugía dental, y autor de un libro que muy utilizado por los profesionales del siglo XIX, se ha reeditado en estos días, en formato facsímil, dentro de la Colección “Clásicos de la Odontología Española” de la que hace ya el número 8. El científico positivista Félix Pérez Arroyo, nació en la villa de Alovera, junto al río Henares (Villanueva de Alovera se llamaba entonces), en 1755, siendo bautizado en la iglesia parrquial de aquella población. Nada se sabe de su infancia y estudios, pero sí que pronto inició su actividad de “cirujano hernista”, una especie de practicante o “paramédico” como se dice ahora, especializado en el tratamiento de las hernias, afección siempre tan frecuente, y por entonces molesta y larga, al no existir la posibilidad de su resolución quirúrgica. Era por ello que muchos profesionales se dedicaban a la fabricacón de “bragueros” y a su arreglo, colocación y perfeccionamiento, individualizando su uso en las personas afectas de hernias. Durante años debió ser muy activo en estas tareas, pues además de practicar su arte en los Reales Hospitales de Madrid (el General y el de la Pasión), se ofreció a ejercer y tratar “las quebraduras” (hernias) de los militares. Pudiera haber estado activo también en su domicilio de la Calle de la Visitación, en el nº 5, de […]