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El Atance

Una ermita que pide salvación: la de El Atance

La ermita de la Soledad de El Atance

Un estudio de la ermita de La Soledad de El Atance (Guadalajara) que está declarada BIC hace 40 años, y ahora está en peligro de destrucción. Este es un llamado para su conservación.

La iglesia de San Gil, en Molina

  Santa María la Mayor de San Gil fue construida, allá por los siglos XII o XIII, como uno de los primeros templos del recién creado Señorío. Sencilla construcción románica sería iglesia de barriada. Asentada en terreno blando y movedizo, su torre, airosa y altísima, fue cediendo en verticalidad y llegó a quedar tan notablemente torcida que, durante años, décadas, gozó de fama y nombradía por España; tanta que, cuando Fernando el Católico, aún joven, pasó de Aragón a Cas­tilla, en Molina no se perdió la visita a la torre inclinada de San Gil, que debía competir con la de Pisa en inestables equilibrios. El cronista Núñez dice de ella que parecía «tenerse en el ayre y ponía temor verse qualquiera debajo della». El Católico Fernando, ante el estu­por y curiosidad de los molineses, cumplió el rito obligado de cuantos visi­tantes se acercaban a San Gil, y, poniendo las puntas de los pies y la tripa pegada a la misma torre, no se podía tener si no le ayudaban, «y assí llevó que contar de esta torre, como cosa que parecía maravillosa». El caso fue que, andando los años, el resto de la iglesia vino al suelo y solo la torre torcida se mantuvo. Hacia 1524 se comenzó a levantar de nuevo la iglesia, ya en un estilo de decadente y fácil gótico, con un mucho de ramplón renacentista. Gruesos muros y la capilla mayor estaban ya levantados a mitad del siglo XVI. Y la historia de la torre siguió: a princi­pios del siglo XVII vino un maestro de obras, llamado Juan Fernández, aureolado de fama por haber levantado, y con buen arte y valentía, la ca­pilla de los Garcés de Marcilla en el convento de San Francisco. Dijo que él se comprometía a levantar una hermosa torre que hiciera olvidar la fama de la anterior. La empezó, pero a poco murió. Y añade el cronista que a su muerte heredaron esta obra suya un yerno suyo y otros canteros, que, aunque le heredaron la hacienda, no le heredaron el arte ni la pericia. Hi­cieron proporciones equivocadas. A poco se hundió lo que llevaban hecho. Vinieron nuevos maestros, dejándola a medias, pues el terreno debía ofre­cer unas características de poca fiabilidad; llegando a gastar 6.000 ducados en levantar tan solo tres estados la torre; y así, sin concluir, se abrió el siglo XVII. En esa época, la iglesia de San […]