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camilo jose cela

La Alcarria y el Libro

  Hoy es un buen día para hablar de un libro, que acaba de ser presentado, y que está siendo uno de los más solicitados en este “Día del Libro” en la primavera de Guadalajara, que está llenando las aceras de nuestra ciudad de publicaciones. Un libro que lleva en su título la definición de sí mismo, escrito por Francisco García Marquina, y titulado “La Alcarria: el libro”. Este fin de semana, sin duda, va a estar dedicado a los libros, a los que desde aquí saludo como amigos entrañables. Nadie mejor que el propio García Marquina, -que ha conquistado ya cátedra de escritor y docente en nuestra tierra, tras duras oposiciones ante el pasotismo imperante- para saber cuales son los méritos de aquel libro, el “Viaje a la Alcarria”, que en 1946 escribiera Camilo José Cela, y un año después lo publicara, llegando a alcanzar una tirada que hoy ya supera (en muy diversas lenguas del mundo) los once millones de ejemplares. Dice don Paco que sin una campaña de promoción comercial (del libro y del autor) como ahora se llevan, cuando se intenta vender un libro, el “Viaje a la Alcarria” ha conseguido ponerse en la cima, y estar (para seguir estando) entre los escasos cinco títulos en lengua española más leídos en el mundo. Y nos enumera las cuatro razones en las que se ha sustentado ese éxito: 1ª porque trata de un viaje “que es el espejo del devenir humano, y esa es la trama de la mayoría de los libros fundacionales de la humanidad”. 2ª porque su “tono arcaico, naturalista, inocente y elegíaco” evoca el ancestral impulso que todos tenemos hacia el tiempo de la infancia y del paraíso perdido de nuestras inocencias. 3ª porque la obra entera transmite una sensación de colores vivos, de aromas ciertos, de voces concretas, en un festival de sensorialidad que nos engancha. Y 4ª y como remate, “porque está escrito con una belleza concisa y de aparente sencillez que realmente es fruto de mucha sabiduría”. La obra de García Marquina se basa en un artículo suyo que publicó, hace más de veinte años, en la revista “El Extramundi y los Papeles de Iria Flavia”, con el título de “La sabiduría de un libro sencillísimo” y que aquí amplía y considera con mucha mayor precisión, y también-añado- con el acopio de nuevos saberes adquiridos en estos últimos decenios.   En […]

Cela vuelve a subir la calle mayor

Seguimos en las celebraciones del Centenario de Cela. La poderosa voz del autor gallego, que se plasmó, hace más de 70 años, en un libro universal y aplaudido, el “Viaje a la Alcarria”, sigue viva. La Diputación continúa organizando actos, recitales y performances para mantener vivo ese recuerdo, y aprovechar como se debe el tirón turístico de esta proeza literaria. Yo ahora quiero acompañar –también literariamente- a aquel Camilo José Cela joven, con sus treinta años en las piernas ágiles y en su espalda poderosa, mientras subía la calle mayor de Guadalajara, mientras hacía su recorrido, a pie y feliz, en la mañana luminosa de junio, desde la estación del tren hasta enfilar la cuesta de la calle Zaragoza. Es un ejercicio personal, pero también quiere ser una oferta de “ruta turística”, de bienandada y jolgoriosa caminata, cuesta arriba siempre, por una Guadalajara ya muy distinta pero, en esencia, retatrada por el Nobel. El “Viaje a la Alcarria” es uno de los más conocidos libros de viajes de la historia de la literatura. Y pasa por Guadalajara, iniciando en ella un recorrido por toda la Alcarria, que llevó a su autor a sentarse en la Real Academia primero y luego a recoger en Suecia el Premio Nobel de Literatura. De su paso por la ciudad de Guadalajara, en aquel viaje literario y vívido, han quedado algunos recuerdos que el viajero de hoy puede intentar rememorar, seguir, y admirar.
De paso, verá la ciudad del Henares con ojos diferentes y perspectivas nuevas. Empezamos el recorrido por donde lo empezó el autor gallego. Por la Estación del Ferrocarril.   a – Estación de FF.CC. Un lugar que se extiende por la campiña, a la derecha del río Henares, centrando lo que es hoy un populoso barrio. Es un edificio construido a mediados del siglo XIX, que ha sufrido numerosas reformas, aunque en esencia se conserva como al inicio. Aquí llegó Camilo una mañana de junio de 1946, después de un «cómodo» viaje de noventa minutos en un vagón de tercera con los asientos de madera. Nada recuerda en esa Estación aquel momento, y nadie tampoco lo evoca, en las prisas de cada momento por llegar al tren, por subir a casa…   b – La cuesta del Hospital. Cela subió andando, pasó por el puente árabe, desde cuyas barandillas aún se veían en el fondo de las aguas las grandes losas de piedra […]

La Alcarria del Viaje al que Camilo José Cela puso sus botas de siete leguas

Tiene Guadalajara mil y un espacios a los que podría darse título de “paisaje literario”. Frente al cerro encrespado de Hita, el viajero evoca a Juan Ruiz y su “Libro de Buen Amor” cuajado de trucos, devociones y retratos solemnes. Frente a Sigüenza, las palabras de Baroja, de Ortega y Gasset, de Alberti… Y en las orillas del Henares, los textos de Angel María de Lera, de Pepe Esteban, de Francisco García Marquina: suave la corriente se lleva las palabras, los versos que le dedicaron, las historias que se fraguaron en sus arboledas. Pero si hoy me piden –como me han pedido- unas cuantas palabras que resalten un paisaje literario en Guadalajara, a los inicios de este año 2016 me paso al camino de Cela, y escojo sus pasos por la Alcarria. Porque de su “viaje a la Alcarria” nace no uno, ni diez, sino mil paisajes literarios que además han quedado para siempre en el museo y el ejemplario de lo que ha de ser un paisaje nacido y acunado por la pluma de un escritor. La Alcarria es otra desde que Camilo José Cela la paseó y la vió, la descubrió y dio cobijo en su libro.  El Viaje a la Alcarria de Cela Su paseo es del verano de 1946. Hace ahora 70 años que la recorrió andando, por sus caminos polvorientos, sin apenas coches, con algunos viejos autobuses, con muchos carros, con infinitos caminantes. Todo el mundo sabe cual fue su periplo. Y si no lo sabe, siempre tiene la oportunidad de hacerse con ese “Viaje a la Alcarria” que es la quintaesencia de nuestra tierra. Parte de Madrid en tren y llega a Guadalajara, sube la cuesta del Hospital tras cruzar el puente, se asombra de que el palacio del Infantado esté tan en ruinas, visita a montes el Talabartero, y cruza el barranco del Sotillo por donde estaba el Mesón Tetuán, enfilando la cuesta del depósito de las aguas, para llegar enseguida a Taracena y de ahí pasar a Torija, Brihuega, Masegoso, Cifuentes… acabando en Pastrana con una excursión previa (en el coche de don Francisco Cortijo) hasta Zorita de los Canes. Recordamos algunos de sus estancias por los paisajes que él inmortaliza: Brihuega Para Cela, lo más hermoso de Brihuega es el desolado jardín que hay a las espaldas de la antigua Fábrica. Ya por entonces en Guadalajara todo es ex, todo es […]