José Rivero Serrano, coordinador
“Castilla – La Mancha fea”
Almud Ediciones, Toledo, 2025
Colección “Biblioteca Añil” nº 98
ISBN 978-84-12914-16-0
Una pieza excepcional, aguda y cuajada de datos, es la que abre este libro con un título tan feo: Las 50 páginas de la Introducción, que firma el arquitecto ciudadrealeño José Rivero, no tienen desperdicio: son provocativas, van al grano, y desnudan a la modernidad que así, en cueros, se muestra muy desfavorecida. En definitiva, un libro valiente que llama a las cosas por su nombre, a través de floridas metáforas, y no deja títere con cabeza. Porque en arquitectura, y durante la democracia, se han hecho en esta tierra verdaderas barbaridades, que aquí Rivero mira, analiza y desvela.
Luego aparecen cinco capítulos más, uno por provincia, firmados por arquitectos también, que son los que mejor saben, y pueden analizar esa arquitectura que durante 50 años se ha ido empoderando de nuestras ciudades, pueblos y paisajes. En la provincia de Guadalajara, entra de relator José Antonio Herce Inés, quien mira con lupa cuanto se ha hecho aquí. “Guadalajara: mar de dudas” es como titula Herce su trabajo, en el que a lo largo de 32 páginas mira todo cuanto se ha hecho, (que ha sido mucho) y se ha deshecho, en esta provincia que avanza a la modernidad con muchos complejos. No tiene desperdicio, y puedo calificarlo de magistral, este trabajo de Herce en este libro de Rivero/Almud. Un impagable tomo que a quienes nos gusta, y preocupa, la arquitectura, nos ha desvelado muchos secretos y mejores miradas. Imposible resumir cuanto dice, porque es abundante, variado, sorprendente. Pero tengo que fijar la atención en lo que él la fija: ese poblado modélico, (como un sueño era) de la Central de Zorita, diseñado por Fernández Alba, y que a pesar de haber desmantelado la fábrica de luz, nadie se ha atrevido a tocar, porque es una de las maravillas que le nacieron a Guadalajara junto al Tajo, y ahora no se sabe qué hacer con ella. Por lo cual, se la abandona. A Herce termino por agradecerle, también, que aun sin nombrarme, me considere uno de los que se enfrentó al sistema cuando en Guadalajara se hizo una intervención muy desafortunada en uno de sus emblemáticos monumentos, el palacio de don Antonio de Mendoza, y que se saldó con su inauguración (un día de tormenta) y su cierre definitivo. Él y yo, y pocos más, sabemos a qué se refiere.