Se queda uno a gusto, cuando lee este libro. Quizás porque está pensado para ello. Por eso su titulo es “Guadalajara, Suite Nocturna. Poemario ad libitum” y el autor es Jesús Orea Sánchez, un DGTV que labora entre letras persiguiendo que entre todos alcancemos la identidad justa que supone estar a gusto en un sitio.
El protagonista de este libro es un lugar, es Guadalajara ciudad. Y la relevancia la consigue de dos maneras, como ahora todo se hace: por la vía de la comunicación, –esta vez en forma de escritos poéticos, de una “proesía” que consiste en presentar textos de hondo significado en formato verso–, y por la vía de la imagen, –que se alcanza gracias a las fotografías de Nacho Abascal (una Guadalajara nocturna y en silencio), a los dibujos de David Pasamontes y a las ilustraciones de Ana Orea–.
“Guadalajara Suite Nocturna” de Jesús Orea es, ante todo, un libro hermoso. Una pieza artística, que nos reconcilia con el mundo bullicioso de los libros. En tamaño cuadrado, en buen papel couché, con tapa dura, con camisa de generosas solapas donde caben las presentaciones de los autores… y es un libro enjundioso, porque aparte de los obligados plácemes introductorios de los jerarcas que autorizan el gasto, se precede y corona con un Prólogo íntimo y muy literario del premio nacional de poesía 2014 Antonio Hernández, quien centra las metas a las que se propone llegar Orea, autor además de un Preludio explicativo de su obra. Preludio por el que se accede de corrido a las claves densas y numerosas de la obra. Su apelativo (Suite) porque semeja una composición musical, su conjunción en inesperado encuentro con García Lorca, que se inició con unas suites a fogonazos. Y las cuatro partes de la obra tomando los nombres de los paseos internos de una suita: Allemanda, Corrente, Zarabanda y Giga.
Lo esencial del libro, amenizado de espléndidas fotografías nocturnas de Guadalajara y excelentes dibujos e ilustraciones, son los textos de Orea que en 19 vistazos describe y profundiza los elementos esenciales de nuestra ciudad. Es lo mejor, y lo que al lector le deja perplejo y temblando, porque se pone delante de cada edificio, en cada rincón (Santiago, la Concordia, el Henares o las evocaciones islámicas) y sale bautizado, transformado en otro. Si algún mérito (no: son muchos) tiene este libro, es que la palabra escrita tiene el poder de transportarnos a un lugar, a un momento determinado, y lo hace con la fuerza exquisita del lenguaje castellano, limpio y aquilatado, y el sentimiento de quien profesa amor a las cosas.
Ya tenía muchos puntos en su haber, pero tras esta Suite nocturna que a Guadalajara muestra en su esencia neta, Jesús Orea se alza con el calificativo indiscutible de gran escritor. De uno de los pocos que, ahora mismo, laten y viven en Guadalajara, una ciudad a la que con estas palabras tan pensadas se le pone en su justo término. En su certera y entrañable dimensión.
Ah, y por si fuera poco, el libro lleva cosido su lomo con hilo vegetal. Algo que ya no se ve.