Un paseo literario por Guadalajara

viernes, 15 junio 2001 0 Por Herrera Casado

 

Estos días se transforma la ciudad de Guadalajara en un lugar de encuentro para la literatura y la creatividad. Si de un lado es el Maratón de Cuentos en su décima edición, lo que va a dar vida durante 48 horas al patio de los Leones del Infantado, y a muchos otros lugares de la ciudad, por otro lado será el Primer Congreso de Escritores de Castilla-La Mancha el que marcará con su digno plantel de ponencias y comunicaciones la salida a la palestra de esta Asociación que nace con el objeto de dignificar la presencia del escritor, del creador literario, ante la sociedad.

Hoy viernes, por la mañana, se abre el Congreso en el Centro Cultural Ibercaja, con intervenciones de los directivos de la Sociedad, y un homenaje al escritor castellano-manchego Rafael Morales. Durante toda la jornada de hoy viernes y mañana sábado, se sucederán ponencias y comunicaciones que van a analizar con detalle la situación actual del escritor en nuestra Región, y se abrirán interesantes debates acerca de temas como “El Escritor y las administraciones públicas”, “El escritor ante la sociedad”, “El escritor y su identidad”, “Problemática del escritor castellano-manchego” y “La literatura en Castilla-La Mancha”. Escritores de la talla de Andrés Sorel, Alfredo Villaverde, Acacia Uceta, Enrique Domínguez Millán o Florencio Martínez Ruiz serán los conductores de estas ponencias.

Pero quizás lo más interesante, como noticia, que va aportar este Congreso, precisamente en la mañana que suponemos luminosa del día del Corpus, el próximo domingo, será la “Ruta Literaria” por Guadalajara, en la que se van a recorrer los principales lugares de la ciudad en los que la huella de la Literatura ha quedado prendida con fuerza, nítida y secular. Así, junto a estos escritores de Castilla-La Mancha que en estos días nos visitan y añaden contenido literario a Guadalajara, vamos a recorrer ahora, como adelanto a lo que será un paseo real y sustancioso por la ciudad de las letras, esos espacios en los que escritores y pensadores, poetas y sabios dejaron prendida su palabra.

El Palacio del Infantado

En el gran palacio ducal de los Mendoza palpita la literatura en todas sus formas. Antes de ser lo que es, desde hace ya cinco siglos, ocupó su solar un palacete o caserón viejo que fue la morada de don Iñigo López de Mendoza, el primer marqués de Santillana, quien en la primera mitad del siglo XV escribió entre sus muros, quizás desde una ventana que daba a la claridad abierta del valle del Henares, los poemas y Serranillas que le hicieron universalmente famoso. Allí nació también el “Diálogo de Bías contra Fortuna” y la famosa “Carta al Condestable de Portugal” que es en realidad el primer tratado histórico sobre la literatura peninsular.

Más adelante, ya en el palacio cuya forma y silueta picuda vemos hoy resplandeciente (precisamente lleno de colgaduras y cuentos deslizándose por sus muros) se creó en la mitad del siglo XVI una auténtica corte literaria que tuvo por capitán al cuarto duque del Infantado, también llamado Iñigo López de Mendoza. Acogiendo en sus salones a gentes como el novelista y poeta Luís Gálvez de Montalvo, al ensayista Alvar Gómez de Castro, o a los impresores alcalínos Robles y Comellas, que montaron en sus salas bajas la imprenta que sacó a luz el gran “Memorial de cosas notables” que el propio duque escribió y a su costa imprimió en 1564.

Para la historia de la Literatura, el palacio del Infantado queda sellado, en estos mismos días, como lugar preeminente al dar acogimiento a este Maratón de Cuentos que se hace vivo, por décimo año consecutivo, entre sus muros. Un círculo de voluntades y mágicos encuentros, que hacen de este palacio un emblema del arte y de la literatura.

El convento de la Piedad

El que hoy es Instituto “Liceo Caracense” y fue palacio de don Antonio de Mendoza allá por los inicios del siglo XVI en que lo construyó para habitarlo, es también un espacio en el que late, de un modo distinto, la literatura. Porque si desde su inicio fue lugar de rezos y latines (se ocupó por doña Brianda de Mendoza, sobrina del fundador, para ser convento de monjas franciscanas) tras la creación en él, a mediados del siglo XIX, del Instituto de Enseñanza Media, por sus aulas pasaron profesores leídos, y alumnos por leer, que en modo muy diverso dieron luego vigor a la médula literaria de Guadalajara. Y así, y resumiendo, recordamos cómo en sus aulas estudiaron muchachos que hoy tienen todos calles con rótulo en nuestra ciudad, porque granaron su interés literario y creativo en sus aulas: desde el dramaturgo universal Antonio Buero Vallejo, al poeta Ramón de Garciasol; desde el sencillo juglar de lo alcarreño Jesús García Perdices, al periodista afamado José de Juan-García. El historiador Francisco Layna Serrano o el filólogo Gabriel Mª Vergara… Y entre los vivos, y por no apretar demasiado la nómina, que podría hacerse larga y hasta pesada, es obligada la referencia de José Antonio Suárez de Puga, Ramón Hernández, Alfredo Villaverde, David Pérez Fernández o Felipe María Olivier López-Merlo… Un vivero de inspiraciones bajo las severas líneas de las zapatas y los capiteles renacentistas.

La Capilla de Luís de Lucena

Recientemente abierta al público, ya puede saborearse entre sus breves y cuidadas paredes, bajo sus pintadas bóvedas de manierismo resplandeciente, la memoria de su creador, del médico humanista alcarreño don Luís de Lucena, que fue de todo, hasta cuidador de la salud de los Papas en la corte pontificia de Roma. Lucena quiso levantar una capilla para honrar a Nuestra Señora de los Ángeles, y mandó a Rómulo Cincinato que pintara en sus bóvedas una “Historia Sagrada” acompañada de figuras proféticas (profetas del Viejo Testamento y Sibilas de la paganidad) contando en la literaria forma de un “camino en el Cielo” sus ideas acerca de la religión cristiana, su visión de un mundo distinto, muy influenciado por Erasmo de Rótterdam.

Aquí creó Lucena, a través de su largo testamento personal, la primera biblioteca pública que hubo en España. Dijo que toda la capilla, y su parte superior especialmente, sirviera de acogimiento a libros de todos los temas, para que cualquier persona, letrada o no, pudiera leerlos, consultarlos, aprender de ellos. Sus sucesores no siguieron el dictado del médico arriacense, pero la voluntad quedó plasmada y con certeza puede decirse que ahí, en el interior de esa murada y fortísima capilla de ladrillos inquietos, tuvo primera vida una idea, la de que la literatura y la ciencia fueran patrimonio común de los humanos.

San Francisco

Más allá en nuestro paseo, y tras cruzar el denso arbolado de su viejo parque de castaños, llegamos al monasterio de San Francisco. Hoy puede verse, ya recuperado para la ciudad, su templo magnífico, gótico, y su cripta mendocina, lugar de acogimiento de huesos y memorias. Este monasterio tiene otra referencia literaria sorprendente: aquí estuvo prisionero una temporada, en el siglo XIX, José de Espronceda. Cuando muy joven se levantó en airada protesta contra el régimen absolutista de Fernando VII y con otros jóvenes literatos fundó la sociedad secreta de “Los Numantinos”, la policía fernandina le tomó prisionero y más que a una cárcel, se le trajo a este monasterio ya vacío para que purgara sus novas ideas entre sus húmedos y fríos muros. Aquí empezó a escribir Espronceda su poema épico “Pelayo” que fuera de este lugar acabaría.

El Ayuntamiento

Acabará la Ruta Literaria por Guadalajara en su Ayuntamiento. Y no solamente para en su salón de sesiones clausurar este Congreso de Escritores, sino porque es también un lugar donde late la literatura con fuerza y rigor. Tantos y tantos personajes bien leídos y bien escritos ocuparon cargos concejiles, a lo largo de los siglos, que sería tarea lenta, difícil, propia casi de una tesis doctoral, el mencionar sus nombres, sus obras, sus méritos. Pero hay que recordar al menos tres, porque para la ciudad son claves y su presencia, desde la sombra gris del pretérito, se hace viva en una jornada como esta. Aquí fue don Jerónimo Castillo Bobadilla corregidor de la ciudad, y en ese cargo escribió su “Política para corregidores y señores de Vasallos en tiempos de paz y de guerra…”. Y aquí fueron también regidores perpetuos, como concejales de por vida, meritados por su amor a la ciudad con ese cargo, los historiadores Alonso Núñez de Castro y Francisco de Torres, que escribieron sendas y sucesivas “Historias de Guadalaxara” una y otra con diversa fortuna recordadas hoy. Por el salón de plenos del Ayuntamiento han pasado Reyes, Premios Nobel, escritores de todo tipo a presentar sus obras, poetas que han recordado con su intenso verbo a otros predecesores…. bien puede decirse que la Sala grande del Ayuntamiento es un escenario, lo ha sido muchos siglos, de la literatura y la creatividad. En ese lugar acaba nuestra Ruta Literaria por Guadalajara, que el domingo podrá seguirse de verdad, junto a los escritores castellano-manchegos que la van a hacer viva y a escribir en ella un nuevo capítulo.