Caminos abiertos por la Sierra
Mañana sábado estaremos en Las Navas de Jadraque, donde una vez más celebraremos el Día de la Sierra, que este año alcanza su décimo octava edición. Discursos, pregón, entrega de premios, exposición, presentación, comida y juegos, sin olvidar las músicas y bailes a cargo de los grupos que en la Sierra nacieron y a ella se sienten ligados cada día.
Otro año más viajaremos a la Sierra, a la Norte de Guadalajara, donde la voz unánime de sus habitantes pedirá de nuevo la atención que merece. Es una fiesta de presencias, de decir “aquí estamos” y de encuentros. Una fiesta en la que vestir de sueños las tristes presencias, y en la que evocar algunos tiempos pasados que, si nunca mejores, nos pillaron más jóvenes, al menos. En este año, además, la celebración se echará encima el perfume de las cenizas que aún rezongan por las pendientes dulces del Pico Lobo: por Cabida y Peñalba cabrá todavía el recuerdo de los humos y las carreras, porque todo incendio es parte de una biografía, generador de calendarios, como las guerras. “Sí, hombre… esto es de antes de guerra” como yo escuchaba continuamente, cuando era pequeño.
El acto cumbre de mañana sábado tendrá lugar en Las Navas de Jadraque. Allí su alcalde, don Eliseo Marigil, que vino a jugar un partido de fútbol y se quedó en las esencias del lugar y de por vida, saludará a todos cuantos lleguemos: se repartirán medallas, placas, aplausos y parabienes. Se presentarán libros y se abrirán exposiciones. Se comerá –poco, como siempre, que es lo más saludable y mejora la tersura de la piel– y se oirán canciones. Serán protagonistas los que cada día, o cada semana, laboran y apoyan esta tierra alta, y tratarán de decir lo que hacen y a lo que aspiran. Como la prensa, que es ahora todo mails y posts, dirá poco de ello, allá iré yo a tener constancia viva, como cada año, de este entusiasmo por la Sierra.
Las Navas de Jadraque
El anfitrión es este año el lugar de Las Navas de Jadraque, un enclave mínimo, pero con mucha sustancia. De su historia, lo poco que se sabe lo puse en mi “Crónica y Guía de la provincia de Guadalajara” (1983) y luego lo amplió hace un par de años su actual alcalde en su libro sobre el pueblo. Pero quizás lo más señalado es decir que de las profundidades oscuras y silenciosas de la Edad Media se pasó a este nuestro mundo en 1969 cuando la electricidad llegó al pueblo, en 1987 cuando se arregló la llegada del agua, y en 1980, cuando el teléfono se montó y arregló lo que ya se pudo llamar una carretera. A partir de ahí, todo ha sido adecuación y galanura.
Hoy el Patrimonio Monumental de Las Navas de Jadraque es algo que existe y puede visitarse. Todo sencillo, humilde pero luminoso y limpio. Empieza en la iglesia, que se levantó en el siglo XVI pero que se ha puesto de punta en blanco, destacando en ella la pila románica, ejemplar románico de severa belleza. También el coro es de ver, todo él en madera tallado y armado, único en su género. Delante de esta iglesia hubo siempre una olma, gigantesca y maternal, a la que Pedro Vacas cantó de esta manera “Guardián en la puerta de la iglesia / confesor de pecados inconfesos” y que hoy ya seca se ha conservado en un rincón de la población. Ermita no tiene Las Navas, aunque allí se considera propia la del Santo Alto Rey, que se ve en los límites del paisaje.
Para quienes mañana se acerquen a Las Navas, puedo elaborar una lista rápida de su patrimonio que merece ser visto. Lo primero, l antigua escuela, hoy perfectamente reconstruida y dando albergue al ayuntamiento y al Consultorio Médico (sería pedante llamarlo Centro de Salud, pero sirve par que alguna que otra vez pase por allí un galeno que ponga su oído a los males que de la población). Esta escuela fue siempre mixta, y era atendida según contaba Madoz en su Diccionario, por el sacristán que hacía allí funciones de maestro.
Lo más llamativo de todo es, sin embargo, lo que se denomina “El Museo Etnográfico”, una construcción de corte antiguo donde se ha conservado y alineado en orden comprensible todo el patrimonio mueble que sobrevivió los siglos, y que es fundamentalmente los pupitres de l veja escuela, algunos muebles y habitaciones, una vieja cocina con sus elementos, etc. Se inauguró en 2006 y hoy es un ejemplo de conservación y respeto.
¿Qué más? Mucha más tiene Las Navas, y yo invito a mis lectores a que suban mañana allí y contemplen ese bien ordenado conjunto de cosas, como son los Hornos viejos (el de abajo, y el de arriba, este totalmente reconstruido tras haberse tirado, en momento que supuso la inflexión o crisis que dio paso a este nuevo conjunto que hoy vemos). Son hornos al viejo estilo, de pizarras y piedras, de brasas contenidas. Y también se emparejan con la Fragua, hoy recuperada.
Y además el tropel de las vallas de hincaderas que circundan el término, la gran fuente renovada, el lavadero, el Centro Social, el juego de bolos [imprescindible], el Mirador de los Valles, que trae al pueblo la belleza del contorno, más ese puente sobre el barranco de El Chaparral, que suena y todo. En definitiva, que Las Navas de Jadraque, tras una travesía de silencios muy larga, mañana pondrá a l vista de los viajeros y visitantes de este nuevo Día de la Sierra, todo su patrimonio y su belleza rara y sorprendente.
Al final, y además del encuentro personal, de la secuencia social de esta efemérides, vamos a conseguir que abra su página y su lectura propias el Patrimonio de Las Navas de Jadraque, hasta ahora recóndito pero con ganas de ser admirado.
