El retablo huido de Almonacid de Zorita
Este verano pasé un día por Oropesa [de Toledo] tan solo por buscar de nuevo el retablo que salió de Almonacid un día y después de muchos avatares recaló en este pueblo toledano. Así he podido visitar y admirar en su conjunto y detalles una pieza de arte que nació en la provincia de Guadalajara y hoy anda por ahí, semioculta, cerrada bajo siete llaves, en un caserón de Oropesa en la provincia de Toledo.
Todo se centra en Almonacid de Zorita, junto al Tajo, en nuestra tierra alcarreña. La historia comienza, sin embargo, en Pinilla de Jadraque, junto al río Cañamares, en un sotillo en el que pusieron monasterio de monjas calatravas algunos piadosos y ricos atencinos, como fue don Rodrigo Fernández de Atienza, recuero rico, y su esposa. En la periferia de Pinilla de Jadraque anduvo varios siglos, apenas frecuentado por la familia fundadora. Con riquezas acumuladas gracias a la piedad de los serranos, y tras tres siglos de fértil soledad, las monjas decidieron trasladarse a la villa de Almonacid, cabeza entonces de la Encomienda de Zorita de la poderosa Orden calatrava. Allí se aprovechó la ermita de la Concepción y se levantó monasterio en torno, adornando su iglesia con un retablo que es ahora protagonista de esta nota. La llegada de las monjas fue en torno a 1576, y tras medio siglo de estancia, en 1623 se trasladaron a Madrid, a la calle de Alcalá, donde estas calatravas se convirtieron en uno de los conventos más postineros de la Corte, gracias al apoyo del rey Felipe III. En su vacía mansión se instaló una comunidad de monjas franciscanas clarisas, que lo habitó hasta 1699, y luego en 1703 vinieron las concepcionistas de Escariche, que se mantuvieron hasta 1981, en que a su vez fueron sustituidas por una comunidad seglar de Lumen Dei, y finalmente abandonado por ellas se ha ido deteriorando paulatinamente. Hoy el edificio entero pertenece al Ayuntamiento de Almonacid.
Recién llegada la comunidad de calatravas en la segunda mitad del siglo XVI, se encargó el retablo mayor de su iglesia a dos afamados retablistas castellanos: de una parte el pintor Juan Correa de Vivar y de otra el escultor Juan Bautista Vázquez, el Viejo. Artista de origen toledano (nacido en Mascaraque), Juan Correa de Vivar, fue discípulo de Juan de Borgoña y trabajó fuera y dentro de Toledo en numerosos monasterios, capillas e iglesias, incluida La Catedral de Toledo. Juan Bautista Vázquez conocido como «el Viejo», salmantino, hizo también contrato para el retablo de Mondéjar: formado en Italia, trabajó también para la Catedral de Toledo. Realizó numerosas obras por Toledo, Guadalajara y Ávila, pero especialmente en Andalucía.
Evolución del retablo
Encargado por la Orden calatrava a los mencionados autores, estos elaboraron conforme a lo estipulado con las dueñas un retablo de mediano tamaño, en el que se daban imágenes de la vida de la Virgen María, en pinturas bien ordenadas, junto con algunas tallas y relieve puestos en las jambas y frisos. Es muy fácil identificar las escenas de pintura que ocupan las dos calles laterales del retablo. Así, de izquierda a derecha y de abajo a arriba, vemos en valientes colores a) el Nacimiento de María, b) la Presentación de María en el Templo, c) La Anunciación a María, d) el Abrazo de María y su prima Isabel, e) la Natividad de Cristo y f) la Epifanía o Adoración de los Reyes Magos. En la calle central, las dos grandes tallas de Vázquez: el Abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada de Jerusalen, y la Asunción de María a los Cielos.

Medallones con las figuras de los profetas Isaías y David y tallas con relieves de vírgenes mártires y santas pueblan los detalles del conjunto.
No existe documentación de este retablo, pero lo cierto es que se encargó (probablemente por la Orden Calatrava, esto es, por el propio rey Felipe II) a dos artistas que trabajaban en Toledo, quienes lo hicieron pronto y bien, colocándolo en la pared principal del presbiterio de la antigua ermita de la Concepción, destinada a ser capilla del monasterio de dicha advocación en Almonacid de Zorita. La entrada de estas monjas y la construcción del retablo se hizo al mismo tiempo, y esto tuvo que ocurrir en la segunda mitad del siglo XVI.
El retablo tuvo algún movimiento añadido, especialmente a partir de la Guerra Civil española: el 5 de febrero de 1937 la «Junta Delegada de Incautación de Madrid», procedió a la incautación del retablo de Almonacid de Zorita, en el contexto de sus tareas de protección del patrimonio artístico mueble, y las tablas de Correa de Vivar partieron con destino al Museo del Prado, mientras que las esculturas, relieves y mazonería de Vázquez el Viejo acabaron en el Museo Arqueológico Nacional.
Las estatuas en madera policromada que formaban el tondo central, con la Madonna, y el San Juan y la María Madre que acompañaban al Cristo del Calvario del ático, están hoy (y desde después de la Guerra Civil) en la iglesia parroquial de Torrelaguna (Madrid)
En 1940 se devolvió a la parroquia de Almonacid de Zorita la mayor parte del conjunto, aunque varias piezas se perdieron en el traslado, como las estatuas en madera policromada que formaban el tondo central, con la Madonna, y el San Juan y la María Madre que acompañaban al Cristo del Calvario del ático, y que posteriormente se han identificado en la iglesia parroquial de La Magdalena de Torrelaguna (Madrid), más algunos fragmentos del ático que están en los depósitos del Museo Arqueológico Nacional.
Con el retablo desarmado, descompuesto, deteriorado y hecho un trasto, la parroquia de Almonacid se lo vende a un anticuario, que consigue en 1952 vendérselo a María Arnús y Gayón, viuda de Santiago Muguiro Muguiro, consejero de embajada, para adornar la capilla de un antiguo convento de Oropesa, el de Nuestra Señora del Recuerdo, donde se encuentran los restos mortales de ambos. El matrimonio Muguiro fundaría dos colegios, en Corchuela, y Oropesa y un asilo-hospital de ancianos en Oropesa (Toledo).
El retablo se montó muy adecuadamente, rellenando con tallas modernas los huecos que se produjeron en los traslados, y se puso como eje de la devoción del templo regentado por la Fraternidad Reparadora Apostólica en el Corazón de Cristo Sacerdote, “las oblatas de Oropesa”, donde conseguí verlo y fotografiarlo sin problemas en 2006. Pero este convento ha vuelto a quedar vacío y sin uso, y ha sido este pasado verano que he conseguido volver a verlo, una vez restaurado por la Diputación Provincial de Toledo, en el transcurso de una “visita guiada” por el Ayuntamiento de Oropesa.
El edificio, severo y limpio, tiene en lo alto de su portada un cartel en cerámica que dice: Convento Nuestra Señora del Recuerdo. Dentro se atraviesa un breve patiecejo, y se accede al templo, en el que luce el retablo, más unos paneles explicativos de la restauración, un viacrucis de cerámica de los Ruiz de Luna, y una capilla breve en la que al frente de un sencillo mausoleo de piedra sin decorar se leen los nombres de los fundadores con las fechas de su nacimiento y muerte. Dentro, aún aparece esta lápida: “Doña María Arnús Gallón, compró en el año 1952 el retablo realizado en 1551 por el pintor Juan Correa del Vivar y el escultor Juan Bautista Vázquez (el Viejo) para esta capilla del convento de Nuestra Señora del Recuerdo”. También en el claustro de este edificio hay otra placa en cerámica que dice: “Ruta Monumental Virgen del Carmen. El 27 de diciembre de 1930 se bendice e inaugura el hospital fundado por la familia Arnus-Gallón con la asistencia del Obispo de Avila Monseñor Enrique Plá y Deniel”. Es un consuelo ver que tras tantas vicisitudes, esta pieza genial del patrimonio artístico de Guadalajara se ha podido salvar, y salir definitivamente de la nómina del ”patrimonio desaparecido” a la que parecía abocado.

Interesante artículo de investigación cultural. Es una pena como una obra de arte acaba abandonada, y tal vez gracias a su venta se ha podido salvar de la desidia y destrucción, como actualmente está el convento.
Intersantísimo relato de una desafortunada odisea cuyo final afortunadamente, no ha sido catastrófico. Gracias Antonio. Un cordial saludo