Bejanque y Budierca, vivos en el cómic
Hace unos días, el pasado viernes 15 de marzo, y en la recoleta Biblioteca Municipal “José Antonio Suárez de Puga” de Guadalajara, tuve la suerte de asistir a la presentación, por parte de su autor, de un libro singular que tiene a Guadalajara por protagonista. Utilizando el nuevo lenguaje del cómic, Ernesto Errece se atreve a devolverle vida al barrio de Budierca, en el que vivió su infancia.
Como llevo más de cincuenta años avizorando la realidad (unos le llaman a eso periodismo, y otros “oficio de cronista”) veo con sorpresa que están cambiando, mucho y muy deprisa, los modos de transmitir la información, y lo que antes era un libro que te decía las maravillas de Tendilla (por poner un ejemplo) y de él se vendían mil ejemplares, hoy no pasan de media docena las personas interesadas en ello. La información se alcanza a través de los medios digitales y de comunicación inalámbrica (Internet a través de teléfonos móviles y tabletas portátiles) y el mensaje se transmite visualmente sobre todo, por medio de fotografías, vídeos o, ya por medios impresos, a través de revistas y cómic.
Se ha publicado en los pasados días el gran “Libro Blanco del Cómic”, un estudio sobre este modo de comunicación que ha sido patrocinado por el Ministerio de Cultura. Ernest Urtasun, actual ministro de Cultura, acaba de decir que «el cómic y el tebeo forman parte de nuestro imaginario colectivo» y ha mantenido el «compromiso absoluto» del Ministerio de Cultura con el sector. Bueno es saberlo, aunque la mejor forma de comprobarlo es acudir a alguno de los comercios-librerías especializados en cómic, y comprobar la enorme oferta que en esta hay ya. En Guadalajara yo soy muy fan de Dark Cómics, la librería que lleva Alberto Camarasa con limpio saber sobre el tema.
En nuestra tierra no hay todavía muchos artistas dedicados a la creación de cómics, pero uno de ellos se nos ha declarado recientemente como un magnífico ejecutor de arte y literatura en este campo. Se trata de Ernesto Ruiz Cubero, un alcarreño de pura cepa que se fue hace ya muchos años a vivir en Cataluña, donde este modo de expresión está muy aceptado. Quiere que le denominemos Ernesto Errecé, para distinguirse un tanto de sus hermanos, llamados precisamente “Hermanos Cubero” que son internacionalmente conocidos por su novedoso modo de plantear la música popular, y que por ello mismo hace un par de años fueron reconocidos con la Medalla de Plata de la provincia.
Ernesto Errecé ha ganado recientemente el Premio Comicaache 23 para cómics ambientados en nuestra provincia de Guadalajara. Lo ha hecho con una estupenda obra que ha titulado “Bejanque” y que nos muestra un mundo, en blanco y negro, que gravita en torno a ese viejo mostrenco portón que lo fue de la muralla medieval, y que a su vez se veía rodeado por el Barrio de Budierca, donde el autor nació y vivió su infancia.
A la hora de publicar este cómic (lo ha hecho la empresa editorial AACHE, convocante además del premio que Errecé ha ganado) se me pidió que diera algunas explicaciones sobre el lugar donde discurre la acción y los personajes que en ella aparecen. El trazo limpio y expresivo de Ernesto Errecé se aclara aún más con la explicación que le puse en la contraportada.
El autor me pidió que pusiera una breve introducción al tema, y por razones de maquetación y estructura expositiva, se colocó al final, en la contraportada, pero en todo caso es un anuncio –con letras y datos– de lo que la obra de Errecé intenta: ese rescate del Barrio de Budierca, sobre el que dije esto: “Como un contrapunto literario a las emociones que el cómic “Bejanque” transmite, le he puesto en su contraportada este texto que quiere, de manera muy simple, clarificar el sentido de lo que la historia gráfica nos cuenta. Y así digo que considero un acierto que Ernesto Errecé haya escogido el ámbito de Budierca para sede de esta aventura. Hoy en día, y por lo que tengo comprobado, son muy pocos los habitantes de la ciudad de Guadalajara que sepan responder a esta sencilla pregunta: –¿Qué fue Budierca? –¿Dónde estaba Budierca? Porque los tiempos discurren a una velocidad propia, muy deprisa últimamente, y se borran los recuerdos y las referencias a los ámbitos que un día fueron entrañablemente personales.
Es Budierca el nombre que designa a todo un barrio de Guadalajara. El que se iniciaba, por el oeste, ante Santa María, y acababa, por levante, en la rotonda de Bejanque. En el borde izquierdo del barranco del Alamín, y detrás de la monumentalidad conventual de las Carmelitas de Arriba.
Según el profesor geógrafo-etnógrafo que fue del Instituto don Gabriel María Vergara, Budierca era nombre que procedía del árabe, y que venía a significar zona húmeda, embarrada, con afloraciones de agua en arroyos mínimos. En ese lugar, que constaba de tres plazas y cuatro calles, vivieron durante muchos siglos los árabes de Guadalajara, hasta su definitiva expulsión en tiempos de Felipe III. Siempre fue ocupado por gentes de condición humilde, obreros, trabajadores. En sus costados, al inicio, dos grandes palacios había: uno el de los Guzmán, que en esta historia aparece, y otro el caserón del Cardenal Mendoza, arrasado de tal modo en el siglo XVIII que hoy es un aparcamiento de coches.
Entre medias hay bares, huertos mínimos, una calle de Pescadores y otra de la Ronda. Al doctor Creus, que nació en ella, se le dedicó la vieja calle de Budierca, que se ha salvado al final, en unos pocos números.
En todo caso, un espacio que tuvo su personalidad, y que aún hoy despierta añoranzas. Ruiz Cubero ha sabido captar bien el mensaje nostálgico de este lugar, en el que pone una vieja profesora que trata de salvar un espacio fenecido, y que quieren hurtarle. Ese espacio es nuestra memoria. Y él la rescata”.
Hoy Budierca es una sombra de lo que fue. Ni los edificios son, en su mayoría, los que le daban perfil hace tan solo cincuenta años, ni la vida que en este lugar hoy suena se parece a la de entonces. Coches que van y vienen, y un gran aparcamiento de vehículos ocupando el gran solar donde antaño estuvo el palacio del Cardenal Mendoza, es casi el único latido que nos ha quedado de él. El palacio de los Guzmanes, que es hoy una residencia de estudiantes, y el convento del Carmelo, que pasó a ser sustituido por unos mostrencos complejos habitacionales, viven solamente en el recuerdo. Y la Puerta de Bejanque, que durante un siglo anduvo escondida dentro de la casa que los Calvo y los Casado construyeron sobre ella, tiene ahora una voz propia, un rostro definido, y un mensaje que, con tanto acierto y belleza, Ernesto Errecé ha rescatado en esta su obra, breve y elocuente.
El pasado viernes 15 de marzo, un apreciable y selecto de amigos y aficionados al cómic, a la literatura y al recuerdo de las esencias más entrañables de nuestra ciudad, se dieron Ruiz Cubero por este acierto al plasmar en un perfecto cómic una parte de los secretos de la vieja ciudad. Ojalá que sigan más libros, más historias y más mensajes de este tipo, cayendo entre nosotros.