La fuente de abajo, de Fuentenovilla
Tengo manía de llegarme a las fuentes grandes de los lugares a los que viajo. Hay fuentes que en la Alcarria justifican la vida de un pueblo: como Pastrana, Budia o Albalate. Y otras que dan nombre al pueblo, y le dan silueta, como en Fuentes de la Alcarria, Fuentelencina, y aquí, en Fuentenovilla.
Me consta que mucha gente viaja a Fuentenovilla por ver, centrando su plaza mayor, la monumental picota (más bien rollo) que fue tallada en el siglo XVI por afamados artistas renacentistas, y que es la joya de la corona de las picotas alcarreñas. Sobre la columna de fuste estriado, y sujetando el templete que parece guardar el tesoro de la jurisdicción popular en su entraña, un enorme sustentáculo en funciones de capitel se forma con los cuerpos de cuatro figuras de retorcidos grutescos renacenistas, tallados por mano sabia y experimentada.
Pero me siento en la obligación de avisar a quien va a este pueblo a ver ese monumento, que hay otro singular y que merece también la atención del viajero ilustrado. Y es su fuente de abajo, una preciosa construcción con ya cinco siglos de antigüedad a sus espaldas.
De siempre existió en la villa, pero ahora remozada, limpia y adecuada para descansar junto a ella, una fuente que le da nombre. Es la llamada fuente de abajo, que aparece a unos quinientos metros del casco urbano, en dirección al sur. En un agradable entorno de nuevos árboles, juegos infantiles y barbacoas, la fuente de abajo merece otra visita de los viajeros, que hacen tal y como mandan los cánones: miran y disfrutan, pero no beben agua, eso no, aunque están muertos de sed, porque bien claro pone pintado someramente: No Potable. Se debe referir al agua que mana de los caños de la fuente.
A esta fuente de Fuentenovilla se le conocía antiguamente como “la fuente de los pilares”. Eso era en los comienzos del siglo XVI, que fue cuando debió construirse, por orden y mandado del señor de Mondéjar y conde de Tendilla, jerarca de la zona. Ahora la vemos bien cuidada y restaurada, y en ella destaca el muro que tiene los dos caños de los que mana el agua, y una distribución de símbolos tallados en la piedra que se muestran ya muy desgastados, del tiempo y de los elementos. En los extremos, dos cabezas de leones, y en el centro una bien perfilada figura de mujer, posiblemente la ninfa de las aguas que siempre presidió el entorno, o la fuente que personifica el lugar, y sobre la que asoma una cabeza de bóvido con dos cuernos exagerados, representando a la novilla que da nombre a la villa, y en el sobretodo las desgastadas armas heráldicas de los Mendoza y Vega, que como señores de Mondéjar también cobraban los impuestos a los vecinos de Fuentenovilla.
Al extremo del muro manadero, firme y cúbica se levanta el arca que almacena el agua, toda ella bien tallada de sillares, con un curioso remate de forma piramidal, y una amplia abertura en el frente.
Los caños echan el agua sobre un pilón central, que se prolonga en otro lavadero, construido en el siglo XVIII, donde lavaban las mujeres los ajuares domésticos. El conjunto es una obra, elegante y digna, de la ingeniería acuática alcarreña. Que además se completa con otra fuente cercana que alimenta desde un muro de sillería un gran pilón con uso de lavadero.En la revista “La Ilustración” de 22 de noviembre de 1878, el escritor Martínez de Velasco publicó un artículo titulado “Paseo artístico por la provincia de Guadalajara” en el que incluía un grabado de Isidoro Salcedo reproduciendo la fuente de debajo de este pueblo. Haciendo de la misma un breve comentario sobre la antigüedad histórica del pueblo, y describiendo el monumento del que decía que “no solo tiene ricas aguas, sino una ornamentación característica y poco vulgar: sobre el pilón, que es de bien labrada sillería, hállase esculpida una matrona, tamaño natural, con túnica ceñida y anchas mangas, que apoya sus manos en los pechos, por donde arroja dos copiosos caños de agua; sobre dicha figura osténtase el escudo de armas de los Garcilaso de la Vega, orlado de hojas, el cual apoya en una cabeza de toro, cuyas grandes astas rematan igualmente en hojas; a los lados hay dos grandes testas de león, cubiertas con una mitra figurada también de hojas, y por cuyas bocas abiertas lanzan gruesos chorros de agua”. Todo ello concreta muy bien cómo era la fuente cuando se creó, en los inicios del siglo XVI, y más adelante en los finales del XIX, hasta llegarnos hoy algo mutilada en sus detalles, aunque limpia y recompuesta en su ambiente genuino. El artista que la creó, sin duda que tenía magisterio de formas y símbolos. No sería extraño que le cupiese la autoría al artista Nicolás de Adonza, por entonces vecino de Mondéjar, y constructor de su iglesia parroquial. También, al parecer, del rollo jurisdiccional que se alza en la plaza mayor de Fuentenovilla, el más bonito sin duda de toda la provincia.
La de Fuentenovilla es una de las fuentes más curiosas de la provincia de Guadalajara
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