Robledo, de memoria
Una de las personalidades más relevantes de la cultura provincial, tras muchos años de continuada actividad, resistencia y madurez, es José Antonio Alonso Ramos, quien pone ahora en movimiento su máquina de investigar, y la hace sonar y producir resultados portentosos en Robledo de Corpes, ese pueblecito de nuestra Serranía que da vistas a Atienza y madura entre el oscuro brillo de su arquitectura rural.
El próximo miércoles 2 de marzo, a las 7 de la tarde, y en el Patio Central de la Biblioteca Pública Provincial del Palacio de Dávalos, hará Alonso presentación de su obra, grande y definitiva, en una especie de muestra total de sus saberes sobre algo que siempre es fundamento de nuestra sociedad: la Tradición, la Vida Tradicional, el Costumbrismo, o como se le quiera llamar a ese conjunto de saberes que han sustentado nuestra sociedad en todos sus perfiles.
Al pueblo de Alonso Ramos llaman ahora los tratados de geografía y los usos administrativos Robledo de Corpes, pero antiguamente su nombre usado era el de “Robledo de Atienza”, según consta en viejos pergaminos. De él se deduce que el término es abundoso en robles, y en altos páramos con jara y amplios campos de cereal, lo que supuso para el pueblo un granado recurso de agricultura, ganadería y bosques, a lo que en el siglo XIX se sumó la minería (es parejo de Hiendealencina el término).
La esencia de la obra está reflejada en las primeras páginas, en las que el autor se explica, y nos da con frases cortas y sentenciosas la verdadera razón de su trabajo. De una parte nos dice, (página 11) que “Lo que pretendo, en las páginas que siguen, es rescatar del olvido, una parte de esa memoria de nuestras gentes, antes de que el tiempo se las lleve. Es por tanto un intento de reencuentro con la vida, con la cultura tradicional de mi gente, de mis paisanos y supone un reencuentro conmigo mismo, con mis raíces”. Y en la siguiente afirma “He tenido la enorme suerte de que mi madre sea una de esas personas sabias, que conserva en su memoria un cúmulo de saberes y experiencias extraordinario. Ella es, realmente, la coautora de este libro. Todavía hoy, me sigue sorprendiendo su extraordinaria memoria, cuando recita romances enteros que aprendió de sus abuelas, cuando era una niña de cinco o seis años y que no ha olvidado hasta el presente”. Sin duda que uno de los personajes de mayor relieve en la historia de Robledo de Corpes es Petra Ramos, la madre de José Antonio Alonso. Y ello porque, bien dirigida, ha sido capaz de mantener en la memoria viva un acervo costumbrista, festivo, y literario-musical de gran envergadura. Es esta obra, sin duda, la proclama vital de su autor, a quien todos conocemos por su maestría en cuanto hace, por su dedicación, su saber, su humildad y su ingenio. Acaba con esta frase las que sirven de introducción a su magna obra: “Para mí este libro no es un libro más, es el libro del pueblo en el que nací hace más de sesenta años y al que sigo queriendo intensamente. Esta es la historia de mis antepasados a los que rindo sincero y sentido homenaje y reconocimiento”.
El ciclo anual, las artesanías, los romances, las vestimentas…
Uno de los fundamentos de este libro son las leyendas. Parece difícil que de un pueblo tan pequeño puedan surgir tantas, y tan variadas leyendas. Romances sin fin, coplas y refranes, dichos y aleluyas.., reconociendo, en todo caso, que estos eran elementos comunes al entorno, a la comarca entera y aún a Castilla plena. Pero lo cierto es que en Robledo se han almacenado, –y en la memoria de algunos de sus habitantes sobre todo– los lances que la tradición refiere como ciertos aún sin tener asiento en documento alguno.
Y de ahí que la Afrenta de Corpes, que es narrada con pelos y señales en el “Cantar de Mío Cid”, primero de los libros épicos de nuestra literatura, muchos la sitúen en este pueblo, en un prado bajo la severa mirada del Cerro del Otero, junto a la Fuente de la Lanzada. Dice el poeta anónimo que a las hijas de Rodrigo el de Vivar, a las que llaman doña Sol, y doña Elvira (aunque en realidad se llamaban María y Cristina) sus esposos los Infantes de Carrión las llevaron de viaje por territorio que aún era de moros, y allí las azotaron y dejaron desmayadas, hasta que el primo de ellas, Félix Muñoz, las encontró, y salvó llevándolas a San Esteban de Gormaz. Otros eruditos afirman que este paso ocurrió a la entrada de un desfiladero en Castillejo de Robledo, hoy provincia de Soria. Un episodio sin raíz histórica que tiene su asiento en el Cantar cidiano… y que da consistencia legendaria a nuestro Robledo de Corpes.
Pero esto es el tema de un par de páginas del libro de Alonso. Hasta completar las casi 400 que tiene quedan muchos aspectos por tratar. Los obligados, e iniciales, son los relativos a la toponimia, la geografía, el patrimonio y la historia. De la iglesia, que trata con pelos y señales, destaca la pila bautismal, de estilo románico, que prueba la existencia del pueblo en la plena Edad Media. Y de su pertenencia a la Tierra de Jadraque, y al señorío de los Mendoza y duques del Infantado, pocos detalles más se desprenden. Porque son similares a todos los pueblos del entorno.
En lo que con acierto, y pasión contenida, se sumerge el autor es en el tema que le compete y del que sabe más que nadie, en la Vida Tradicional. Con método se lanza a explorar todos sus recovecos. Y analiza primero la economía desde sus vertientes clásicas de la agricultura, la ganadería y la minería, la tierra y sus frutos, es lo que hay. Pasando luego a ver la actividad productiva, artesanal en su mayoría (la forja, los molinos, el pan, la matanza, la caza y pesca…) economía de subsistencia, que demostró durante siglos que con lo que da la tierra se vive, y bien.
Es el otro capítulo el de la organización social, la forma en que los hombres mantienen su cohesión, y crean su fuerza, a base de actividades y reglas que todos respetan. Allá aparece la cendera (el trabajo común en bien del pueblo) y los alboroques (las celebraciones comunitarias por cualquier buen paso que alguno de sus vecinos da), regidos siempre de un derecho consuetudinario, basado en la filosofía natural. Sigue la exposición de la comunicación y el transporte, con los modos de generar noticias y avisos mediante el toque del cuerno, la gaita, las campanas…
Las creencias constituyen uno de los fundamentos de este libro. Y en ellas la revelación de la profunda perdurabilidad del animismo. El ámbito que rodea a la muerte (la enfermedad primero, la inexorabilidad del hecho, el misterio de la ultratumba) con sus ritos anejos, sus oraciones, las sepulturas, los conjuros… no es un paso triste, sino un conjunto de evidencias ante el más seguro y universal destino de la vida. Trata de medicina, médicos, curanderos y remedios naturales. Y de los sorprendentes conocimientos populares, como la medida de las cosas (del tiempo, de las distancias), sumido todo ello en otro ámbito que engulle, el natural: los animales, las plantas, el clima…
El espacio más abultado de este “Robledo, de memoria” que escribe y nos presenta José Antonio Alonso Ramos es el relativo al sentimiento y la expresión de la gente, que se plasma en gentilicios, en el vocabulario, en las mil formas de denominar las cosas, con sus matices, su belleza locuaz, su sabia paremiología sentenciosa (los refranes) y al fin en las formas en que las palabras se hilan y forman historias, apareciendo los Romances, con los que las madres dormían a sus hijos recitando monótonas mil historias de santos, de valientes, de doncellas, de amores y temores. En este sentido, Petra Ramos se alza como una torre que lanza sin parar sus versos sonantes, largas parrafadas que son esencia de un saber antiguo, emocionante.
Trata todavía Alonso en su libro de la música popular, los bailes y la expresividad social. Y sigue aún con muchas notas sobre la arquitectura rural (Robledo está en zona de arquitectura negra, o muy oscura, al menos), sobre los juegos, sobre la indumentaria, las labores, la cocina. Un sin fin de elementos que recogidos con sistema levantan la teoría de la Vida Tradicional Serrana que es la que este libro muestra, completa, y al detalle. De tal manera que cualquiera que lo lea (ha de hacerlo despacio, en muchos días, como a sorbos) conozca y evoque otro tiempo, y sepa que hay otros mundos, o los ha habido, y han estado en las manos de nuestros padres, de nuestros abuelos… y ahora que estamos a punto de perderlo todo, saber que aún hay lugares, escritos, gentes con memoria que lo han recuperado, y nos lo muestran.Termino agradeciendo a José Antonio Alonso Ramos por haber pasado tantos años recogiendo tantos materiales expresivos. Por haberlos ligado en su sentido, por haberlos recogido sobre el papel, por habérnoslos entregado en este libro. Su libro. El libro de su pueblo.