El púlpito mendocino de El Burgo de Osma
Un viaje rápido a la vecina Soria me ha dado la posibilidad de volver a admirar la ciudad de El Burgo de Osma, herencia incansable del celtiberismo puro. Su catedral, sus palacios, hospital y universidad le dan un aire solemne. En la catedral, portadas y salas capitulares, claustro y retablos, insisten en su voz plena de patrimonio vivo. Y en medio de la gran nave, un mensaje que nos lanza el Cardenal Mendoza.
No hay que volver a recordar la biografía de Pedro González de Mendoza, uno de los hijos (el más principal) del marqués de Santillana. Nacido y fallecido en Guadalajara, es quizás el más destacado de los hijos de nuestra ciudad. Pro sí que conviene recordar algunas fechas en relación con la ocupación de puestos de categoría en el gobierno de la iglesia, y, sobre todo, en el disfrute de sus prebendas. Consiguió la abadía de Fècamp (en Normandía) y el abadengo de San Zoilo, en Carrión de los Condes. También obtuvo el abadiato de Moreruela. Gracias al apoyo dado a los Reyes Católicos en su crucial batalla de Toro (1476) consiguió la administración (que no obispado) de la diócesis de Osma, entre 1473 y 1487 (según Layna) y entre 1478 y 1483 (según otros autores) aunque finalmente consiguió ser nombrado Obispo de El Burgo de Osma, y tras serlo también de Calahorra y Sigüenza, alcanzó el arzobispado de Toledo en 1482, gracias al constante apoyo de los monarcas de Castilla y Aragón. De lo que no hay duda es que Pedro González de Mendoza obtuvo tantas prebendas (de autoridad e ingresos) cuantas quiso. Solo le faltó alcanzar el Pontificado, al que aspiró y para lo que (según apuntan modernas investigaciones) viajó a Roma en algún momento.
En El Burgo de Osma dejó Mendoza algunas muestras de su magnífica protección, como la portada de San Miguel, en la que luce el escudo mendocino bajo la talla del Salvador, en el parteluz central, y, sobre todo, el gran púlpito gótico de la nave principal.
El púlpito que adorna hoy la nave principal de la catedral oxomense, adherido al grueso pilar arracimado del lado de la epístola, está tallado en alabastro de tonos grisáceos, y fue colocado en ese lugar a principios del siglo XVI, que es cuando se acabaría de tallar. Si don Pedro González de Mendoza falleció en 1495, muy posiblemente no llegó a verlo, aunque él lo encargó y alguien de su entorno familiar vigiló la terminación de la obra. Que debió correr a cargo de algún miembro de la familia de los Colonia, tan activos en esa época dedicados –en Burgos– a la decoración de la catedral y algún que otro retablo tallado sobre piedra, tal como el portentoso de San Nicolás en esa parroquia. La estilización de las figuras, los adornos geométricos y vegetales de los fondos y encuadres, incluso la vestimenta, un tanto agermanada, de los personajes, hacen pensar en que uno de los Colonia actuaría con su gubia en el manso alabastro que terminó siendo un púlpito.
Que muestra una singular iconografía, muy similar a la que el propio Mendoza mandó destacar en su predicatorio de la catedral de Sigüenza. Como él tiene cinco paneles, siendo el primero el que de madera sirve para acceder desde la escalera a la plataforma de predicación. A continuación aparece un panel, de cuadradas proporciones, en el que una mujer sostiene en la mano izquierda tres gruesos clavos, y en la derecha, hoy apretada pero vacía, debió mostrar una cruz. Es representación de Santa Elena, la esposa del emperador Constancio y madre del gran Constantino, y que fue afamada por haber descubierto la cruz de Cristo en lo alto del monte Calvario. Aquí aparece porque uno de los títulos del Gran Mendoza fue el de Cardenal de la Santa Cruz.
Le sigue el panel central del predicatorio, en el que aparece tallada la imagen estilizada de María Virgen y Madre de Cristo, apoyada sobre una contundente media luna tumbada que le sirve de escabel. Sería la representación del título de Cardenal de Santa María que tuvo el clérigo alcarreño.
Más allá el panel que sigue representa a un guerrero con armadura, larga cruz y gran escudo que alancea a un dragón al que pisotea y vence. Es la representación del Santo y mártir romano Jorge que vivió y padeció en el Oriente Próximo, y que se pone en este púlpito porque el tercer título cardenalicio de González de Mendoza fue el de San Jorge.
Para remate de los cinco paneles del púlpito oxomense, vemos el escudo del eclesiástico, el de Mendoza y Vega simple, los linajes de sus ancestros más ilustres, sostenido de dos angelotes que al escultor le han salido un tanto gordotes y abultados de formas, en una estética muy septentrional.
En la pestaña del púlpito, recorriéndola entera sobre los cuatro paneles últimos, corre la frase annuncia populo meo scelera eorvm, que es la clásica sentencia de Isaías (58,1) que puede traducirse por “Anuncia a mi pueblo sus pecados” y que ha sido clásica alusión al poder benéfico que tiene la predicación al pueblo pecador desde la virtud del oficiante.
El conjunto de esta decoración del púlpito mendocino de Burgo de Osma es sorprendentemente similar a la del predicatorio de la epístola de la catedral de Sigüenza. Se puso ese monumento a finales del siglo XV, tras haber sido tallado por Mateo Alemán o alguien de su taller, al que se había encargado hacer sobre madera (hay ahora una versión que dice que fue obra de un tal “maestro Gaspar”) por decisión del obispo en una visita que hizo a su sede seguntina acompañando a los Reyes Católicos, y quizás él no llegara a verlo terminado, como tampoco el del Burgo, porque ambos fueron acabados en el último suspiro del siglo XV, entre 1495 y 1500.
La obra de Sigüenza, que aquí recuerdo, es también una bellísima obra de arte que apoya sobre un gran capitel sustentador cuajado de cardinas y hojarasca, como el de El Burgo. Los cinco tableros seguntinos rebosan gracia gótica en todos sus detalles. Los de los lados presentan sendos escudos cardenalicios de Mendoza, y en los centrales aparecen tres figuras. El central muestra una dulce Virgen María que sustenta, en sus brazos, y algo apoyado en su cadera izquierda, un Niño Jesús que juguetea con el manto de su madre. La Virgen apoya sus pies sobre un objeto que es –sin duda–, una barca o nao medieval. A su derecha, una mujer con corona muestra un libro abierto, y en su mano derecha aprieta el resto de un palo, sin duda más largo, hoy quebrado y desaparecido. A la izquierda de la Virgen, un joven con gran capote sobre la armadura de guerrero, se toca con sencillo bonete de la época. A sus pies, por él pisoteado, un dragón se retuerce.
El significado de esas tres figuras, que son las mismas (en esencia) en ambos púlpitos, y están dispuestas en el mismo orden, resulta sencillo y muy entroncado con la biografía del donante del púlpito. El Cardenal don Pedro González de Mendoza, hijo del primer marqués de Santillana, fue un hombre de una gran inteligencia y de un indomable espíritu de superación, en el que también cabía la ambición. Tuvo asegurado el aprecio de los Papas, especialmente el del valenciano Alejando Borgia, y así consiguió nada menos que tres títulos cardenalicios: fue el primero el de Santa María in Dominica, recibido el 7 de marzo de 1473, y a poco, el Rey Enrique IV de Castilla, que le había nombrado recientemente su Canciller Mayor, ordenó que le fuera dado el nombre de Cardenal de España. Más tarde, Mendoza recibió otro título cardenalicio: el de Santa Cruz, advocación a la que era devotísimo, por haber nacido un 3 de mayo (1428), celebración de la Santa Cruz. Recibió además el título de Cardenal de San Jorge.
Son estos nombramientos los que don Pedro González de Mendoza manda representar en los púlpitos que regala a sus catedrales de Osma y Sigüenza. La figura del panel central es Santa María. La figura de la derecha no es otra que Santa Elena, reina y llevando en su mano derecha una cruz, hoy rota y desaparecida en la imagen del púlpito seguntino mientras que en la de Osma luce tres clavos y se toca de un gorro muy peculiar, netamente germánico. Finalmente, la figura de la izquierda en el púlpito seguntino es la de San Jorge, caballero armado que mata a un dragón, y que en el caso de Osma se protege de un escudo también muy nórdico, con un rostro sonriente y narigudo ocupando su estrecha superficie. Son, pues, los tres títulos cardenalicios que don Pedro González de Mendoza obtuvo a lo largo de su triunfante carrera eclesiástica.
No cabe duda que este púlpito de la catedral de El Burgo de Osma ahora analizado, que se corresponde tan fielmente en estructura e iconografía con el de Sigüenza, es una joya del arte medieval que merece ser contemplado y degustado en sus mínimos detalles. Porque todo ello hace alusión a la historia en común que tenemos con las tierras de Castilla.