Homenaje a Emilio Moreno Foved
Mañana, 12 de Noviembre 2016, al mediodía, y en el salón de actos del Ayuntamiento de la localidad de Riba de Saelices, va a tener lugar un merecido homenaje a la figura de quien fuera guarda de la Cueva de los Casares durante 40 años. Además de alcalde, vecino y persona ejemplar.
En La Riba existe en estos momentos un pujante movimiento cultural, que es amparado por el Ayuntamiento y animado por un grupo de jóvenes que encabeza Ricardo Villar. Ellos están empeñados en llevar a su pueblo algo de la movida cultural de Guadalajara. Pero saben de las dificultades que el tema conlleva: las distancias, los compromisos varios de quienes solo van al pueblo los fines de semana, las tareas preparatorias de cada idea, para llegar luego a resultados participativos muy débiles. Es una tarea difícil, pero hay que animarles a que sigan en ella. Solo así podrán sobrevivir (mentalmente, me refiero) los pueblos pequeños de nuestra provincia.
Historias
En La Riba hay varios hitos históricos que conviene destacar. Quizás el primero debiera ser el hecho de que en el entorno de lo que hoy es el pueblo, en pleno valle del Río Salado, hace más de 15.000 años, en plena Era Glacial, un grupo de neanderthales “inventaron el arte”. Quizás sea mucho decir, pero el titular tiene peso. Los primitivos cazadores, asombrados del poder de la Naturaleza, se dieron cuenta de que podían dominarla grabando sus formas en lo hondo de las paredes de una cueva. Esa a la que luego nuestros abuelos llamaron “de los Casares”.
El segundo hecho fue más reciente, en 1931. El maestro del pueblo, don Rufo Ramírez, avisó al Dr. Layna Serrano de haber encontrado profunda cueva en el término, en la que parecían hallarse pinturas y grabados paleolíticos en sus paredes. Allá se fue el señor cronista, y lo que vió le dejó atónito, de tal modo que prefirió llamar al doctor don Juan Cabré para que él, como máxima autoridad en la arqueología hispana, dictara sentencia. Ya sabéis cómo terminó todo. Descubriendo más de un centenar de grabados que crean un mundo apasionante de seres humanos y animales del profundo hondón del glaciarismo.
El tercer hecho es que terminada la Guerra Civil, se decidió por parte del ministerio de Educación poner a la visita de la gente aquel entorno. Se nombró guarda a Aniceto Foved, quien la pasó la antorcha a su hijo, Modesto Moreno, y este a su vez al suyo, Emilio Moreno Foved, quien a partir de 1972, y con su estrenada juventud, rápidamente se enteró de cuanto se había exacavado, habló con Barandiarán, con los delegados culturales y expertos arqueólogos, absorbiendo su saber, y montándose el sistema lumínico esencial para poder enseñar completa la cueva, hasta el final…
Años después llegaron por allí (era 1997 aproximadamente) un nutrido grupo de personas, todas asociadas en el Ateneo de Madrid, que hicieron su objetivo el estudiar como hasta entonces nadie lo había hecho, y fotografiar con las iluminaciones propias de la época paleolítica (hachones encendidos) todos sus grabados, poniendo su estudio enorme en forma de libro.
Ahora
La Cueva de los Casares es el eje, “el todo” que centra La Riba. Una tarea que sigue lenta, porque en las esferas de Toledo (el eje de la administración autonómica) no terminan de enamorarse de la idea (bien simple, por otra parte) de que esa cueva es uno de los espacios MÁS IMPORTANTES del MUNDO en lo que respecta al Arte Paleolítico. Y que deberían volcarse en ayudar a su mantenimiento, en promocionarla, en atraer turismo y estudiosos… En La Riba sí lo saben, y saben también que Emilio Moreno fue uno de los vecinos, serranos y castellano-manchegos que más hicieron por alentar esa idea.
Por eso es que mañana La Riba comienza a mover una serie de actividades culturales, y sociales, que bajo el común denominador de “Homenaje a Emilio Moreno Foved” lo que intenta es centrar la atención de todos (periodistas, vecinos, alcarreños, madrileños, catalanes y gentes de la Tierra Toda) en esa Cueva de los Casares, en ese manantial de escalofríos y sorpresas.
Emilio
Era Emilio coetáneo absoluto mío. Porque nació el mismo año, y el mismo mes, que yo. Lo sabíamos, y eso nos daba una camaradería aún mayor. Sin estudios previos, salido del pueblo, Emilio fue de natural un gran personaje, que por cotidiano y cercano se les escapaba a sus convecinos, pero que otros muchos sabíamos de su altura. De su humildad, y entrega.
El primer contacto lo tuvimos en 1974, apenas él llegado a su puesto de guarda de la Cueva y yo a mi honorífico cargo de Cronista Provincial. En ese otoño visitamos La Riba un buen número de amigos y amigas apiñados en torno al también recién nacido Club Alcarreño de Montaña, que tanto ha hecho en su larga trayectoria de más de cuarenta años por conocer y cuidar la provincia.
Allí nos contó cómo la limpiaba, la iluminaba con sus carburos, y la explicaba con detalle de orfebre. Los contratiempos, los sinsabores, las peticiones que expuso en la delegación de Educacion para mejorar accesos, condiciones y horarios, los conocí bien, porque entonces yo estaba nombrado Consejero Provincial de Bellas Artes, y tratamos siempre de que aquella “Cueva de los Casares” fuera un faro de cultura en medio de la Serranía del Ducado. Pero sobre todo él, Emilio, fue quien se dedicó en cuerpo y alma a aquella tarea –aquella lucha- en la que vivió flotando.
No es raro que ahora, los de dentro, y los de fuera, le queramos rendir homenaje. Porque nos lo pide el cuerpo, fundamentalmente.
En él van a estar también algunos de los miembros de la Asociación de Amigos de la Cueva de los Casares y del Arte Paleolítico, en especial el doctor Andrés Acosta, autor del texto del mejor libro que se ha escrito sobre el monumento. Él pondrá imágenes de las paredes de la Cueva, desvelará significados, interpretará los signos…
Sin duda que mañana va a vivir la Riba de Saelices un día completo. Con una secuencia de actos desde el mediodía al final de la tarde, en una gala variada, a través de un día entero de homenaje a los suyos, a sus cosas. Yo apareceré un rato, para aplaudirles desde la mesa. Pero entretanto saldrá la memoria de la Cueva de los Casares, de su protector cotidiano, Emilio Moreno Foved, y de otro de sus hijos destacados, Antonio Márquez Macho, quien con sus fotografías dotó de memoria permanente al pueblo. Sus imágenes podrán verse en forma de exposición, y de proyección dinámica, durante la tarde, en el mismo lugar, el Salón central del Ayuntamiento de la Riba. Merecerá la pena el viaje.
[…] sino de Castilla-La Mancha, y aún de España entera. Quien fue guía oficial de la cueva, Emilio Moreno Foved, me contó hace tiempo que eran más los extranjeros que acudían a visitarla, que […]
[…] sino de Castilla-La Mancha, y aún de España entera. Quien fue guía oficial de la cueva, Emilio Moreno Foved, me contó hace tiempo que eran más los extranjeros que acudían a visitarla, que […]