Un castillo descubierto a orillas del Jarama

viernes, 27 diciembre 2013 0 Por Herrera Casado

Estos días ha sido presentado un libro que, aunque tiene su querencia hacia Madrid y sus tierras, no deja de tener importantes vinculaciones con Guadalajara, tanto históricas como geográficas: es la visión multisecular del castillo de Paracuellos, en las orillas del río Jarama, en esa orilla izquierda que como la del Henares, estuvo cargada de castillos árabes desde los años, remotos, de la Marca Media de Al Andalus. Uno de ellos, el castillo de Malsobaco, del que vamos a saber ahora un poco más.

Tres autores de Paracuellos han estado trabajando los últimos meses en busca de datos, documentos, testimonios y recuerdos en torno a un cerro pelado y agudo que se asoma sobre el valle del Jarama por su orilla izquierda, y desde el que puede contemplarse el aeropuerto de Barajas como si fuera un juego infantil, delante del espectador.

Ese cerro pelado y picudo fue sede durante siglos de un castillo que tiene unas particularidades que le hacen de especial interés para ser conocido. Han sido concretamente Ricardo Herranz Barquinero (molinés de Tortuera), José Luis Fernández Gómez, y Manuel Mesa Alvarez (escultor además, un artista de cuerpo entero) quienes han realizado su investigación que se ha visto colmada en la edición de este libro al que tuve el honor de presentar el pasado jueves 19 de diciembre en el Museo de San Isidro, de la villa de Madrid.

Añade el libro la circunstancia de llevar una serie de ilustraciones que reconstruyen idealmente este castillo islámico y santiaguista, y que ha realizado expresamente para esta edición el artista alcarreño Tomás Barra Florián, a quien desde aquí felicito por lo acertado de sus dibujos.

Primero, el nombre

Suena raro el nombre de este castillo: el de Malsobaco. Por primera vez encontramos esa denominación en las Relaciones Topográdicas que en 1579 envían a Felipe II los de Paracuellos. Puede tener dos orígenes la palabreja. Uno latino, y llevarlo como indicación de “mal abrigo, de mala protección. Hay lugares a los que antiguamente se les denominaba “asobacado” para decir que estaba protegido. Por eso el “mal sobaco” responde a la descripción de “mala protección”, desprotegido.

Pero puede también tener una procedencia árabe, y así vendría como quieren algunos de la denominación original “Manzil al Subbap”, de la palabra Manzil, que se traduce por hospedarse, instalarse, defininiendo un lugar tomado por hostal, albergue, o, en definitiva, morada. El “al subbaq” significaría “otero”, atalaya, que le viene muy bien al cerro donde estuvo situado este pequeño alcázar: y así se castellanizó lo que en árabe supondría decir “el albergue del Cerro”, la morada en lo alto.

En todo caso el origen de la construcción es muy remoto. Posiblemente prehistórico, dado el control visual que ejerce sobre el área en torno, y las buwnas cualidades defensivas del cerro.

La situación del castillo de Malsobaco

En la orilla izquierda del río Jarama, cuando ya ha dejado las profundas gargantas de la sierra en que nace, aparecen numerosas torres de vigilancia que fueron puestas, entre los siglos VIII al XI, por los andalusíes que poblaron su valle. En las riberas de este río surgen grandes torreones, como los que aún vemos en El Berrueco, en El Vellón, en Venturada y en Torrelaguna (la torre de Arrebatacapas). En su discurso, el río ve alzarse a medio camino la ciudad fortificada de Talamanca, y más abajo surgen otros castillos o atalayas más complejas, como castilletes o hisn árabes, en Cervera, Paracuellos y Ribas Vaciamadrid. Siempre en la orilla izquierda del río, la más abrupta y, como pasa en el Henares, la que queda del lado de la Marca Media árabe, de Al Andalus.

De todo ello se colige que este castillo de Malsobaco forma parte de una línea defensiva, de una estructura militar bien planificada, y cuyo origen está en los últimos años del primer milenio. Cuando algo se contempla enmarcado en un conjunto de clara significación, parece que nos llega más fácilmente, es más inteligible.

La estructura del castillo

Antes del libro que acaba de aparecer, el castillo de Malsobaco fue estudiado por don Juan Zozaya, uno de los mejores conocedores de la arquitectura andalusí en Castilla. Él fue quien hizo la interpretación general del edificio, de su función y su estructura, aunque ahora se ha ampliado y profundizado, con nuevos estudios, excavaciones y deducciones.

El castillo se alzaba sobre un cerro de laderas muy pendientes, y ocupaba la totalidad de la meseta del mismo. Su planta, obedeciendo a esa superficie, era triangular, con dos largos lados a oeste y este, que confluyen al norte, sirviendo de base a ese triángulo el borde sur, más corto que los laterales. Puede verse en un plano adjunto.

Tenía una muralla exterior reforzada por al menos dos torres. De esas murallas quedan restos de sus arranques, mostrando la construcción de simple tapial, de cal y canto, con enlucido de cal, en los bordes este y oeste; y se ven restos de la cerca en forma de grandes bloques de derrumbes por la ladera suroeste. Además colegimos la raíz de una torre sobre el borde oeste. En el interior, irregular por los derrumbes ya suavizados por el tiempo, llama la atención la existencia de un gran aljibe, que es una cámara rectangular abovedada con paredes de ladrillo revocadas de almagre, y que con seguridad estaba en el interior de la fortaleza, protegido por una de las torres.

La superficie donde asentó el castillo de Malsobaco tenía unas dimensiones medias de 60 metros  de largo por unos 15-25 de ancho. Solo nos queda hoy imaginar cómo sería este castillo árabe, que pasó a los cristianos cuando se produjo el cambio de gobierno de estas tierras a finales del siglo XI, y que durante toda la Edad Media fue controlado por las familias que señorearon Paracuellos (los Hita y Armengol) y por la Orden de Santiago. Cuando en el siglo XVI lo adquirió don Arias Pardo de Saavedra, y se escribieron las Relaciones topográficas, ya solo quedaba el recuerdo.

El escultor Manuel Mesa ha realizado una interesante reconstrucción, en forma de maqueta, de este castillo, la cual aparece ilustrando la portada del libro. Y el artista alcarreño Tomás Barra ha realizado diversas ilustraciones que también reconstruyen, con visos artísticos basados en la documentación, la forma y aspecto de esta fortaleza.

Un Bien Protegido por la Comunidad de Madrid

Aunque nada  o casi nada palpable queda del castillo de Malsobaco, la Comunidad de Madrid lo incluyó en 2001 en el Catálogo de Bienes Protegidos. En definitiva, lo que se protege es un paisaje y un área de contenido histórico, donde si bien hoy no queda resto construido visible, sí se conoce que allí lo hubo y por eso adquiere una importancia patrimonial. Esto no se ha tenido en cuenta en la legislación del Patrimonio de Castilla-La Mancha, lo que ha permitido la destrucción de muchos espacios de singular importancia.

La estructura del edificio, con su pequeña muralla defensiva en lo alto del cerro, más las dos fuertes torres, y algunos muros interiores que separarían la residencia del alcaide de la de los peones de tropa (cabían unas 40 personas residentes en su recinto, y por eso los inventarios de armas y pertrechos que se han encontrado dicen siempre que debe haber de todo para cuarenta…) sería muy similar a otras fortificaciones de la comarca, más allá del Jarama, pero también protegiendo ríos y sus vados. Así, los autores comparan a Malsobaco con la fortaleza de Olmos, en Toledo, y con las de Alharilla y Alboer, sobre el Tajo. Otras en este río, aguas abajo del Jarama, como Oreja o Fuendidueña, serían algo más grandes.

Los autores discriminan, a la hora de catalogar “el castillo de Malsobaco”, entre las torres vigías (las atalayas del Jarama antes referidas), las torres de guarnición (los bury islámicos), los castillos o alcazabas (al-cala) como el de Alcalá la Vieja, y las ciudades fortificadas, como Talamanca o Torrelaguna, sin duda más grandes. Esta sería lo que ha dado en denominarse un “hisn”, de los que podrían asemejarse a los de Inesque, Arbeteta, Ocentejo.. por mencionar algunos que seguro que mis lectores conocen: en definitiva, una fortaleza pequeña, pero real. Un elemento de fuerza defensiva, vigilante y resistente a un ataque. Un punto seguro que marca una frontera.

En todo caso, los autores (que además estudian con amplitud la historia y el devenir secular de Paracuellos, sus otros monumentos, los documentos que dan noticia del castillo, la Orden de Santiago, muchos dibujos, fotografías e ilustraciones) se centran en la valoración del castillo de Malsobaco como un edificio andalusí, un vestigio remotísimo de la época del dominio islámico sobre la Península, aprovechado luego por los cristianos, y dejado hundir (si no se hundió aposta para aprovechar sus materiales en otras construcciones cercanas) cuando mediado el siglo XVI, y en pleno estado absolutista bajo el dominio del Emperador Carlos de Habsburgo, ya no tenía ningún interés militar ni estratégico.

Así es que, a pesar de no estar en los límites provinciales actuales, (perteneció a la provincia de Toledo, y al partido de Ocaña, junto con muchos otros lugares de la Campiña y la Alcarria), este castillo de Paracuellos es un elemento a conocer y apreciar, porque nos puede servir de referencia para valorar mejor los que en nuestra tierra existen. Y es, sin duda, un estupendo ejercicio de memoria histórica, que en este libro que se acaba de presentar, y en el que los autores me han hecho el honor de permitirme interpretarlo y valorarlo, se ofrece a todos.