Sigüenza en la meta: una ruta por valles y cañadas
La ciudad de Sigüenza es uno de los más señalados elementos que orientan el turismo en la provincia de Guadalajara. En la última edición de la Feria Internacional de Turismo que el pasado invierno se celebraba en Madrid, la ciudad de Sigüenza fue de las que más atención de agencias, operadores y visitantes recibió. Ese aumento en el interés por conocer lugar tan magníficamente conservado conforme a los rasgos del puro medievo, se va concretando semana a semana en la cantidad de viajeros que hasta su altura llegan. Sigüenza debe ser visitada con detenimiento, tratando de saborear el encanto de sus cuestudas y estrechas calles, o la belleza soberbia de sus monumentos religiosos. Pero también deben visitarse algunos enclaves que en su torno existen, y que al final de estas líneas mencionaremos.
En cualquier caso, estos días en torno a la festividad de San Roque, en la Sigüenza vive con inusitada alegría sus fiestas mayores, son el mejor motivo para acercarse hasta allí. A su tradicional encanto une estas jornadas el sonido y la luz de unas fiestas que sin caer en el “urbanismo” completo, sobrepasan el mero aldeanismo y se hacen merecedoras de correr sus calles sin temor al tiempo.
Memoria y silueta de Sigüenza
En el alto valle del Henares, sobre una ladera de suave declive, entre cerros cuajados de recuerdos celtibéricos, se sitúa esta que fue la “Ciudad de los Obispos” pues tras su reconquista en el año 1023 por don Bernardo de Agen, el Rey de Castilla la entregó en señorío a sus regidores eclesiásticos, teniendo durante siglos la hegemonía de almas y vidas.
Este señorío eclesiástico hizo que se levantaran obras de arte por todos los rincones. La ciudad ofrece un aspecto amurallado imponente. Algunas puertas de acceso quedan, con arcos semicirculares, protegidas de fuertes cubos adosados: el portal del Hierro, la Puerta del Sol, etc. En lo alto del cuestarrón, presidiéndolo todo, está el Castillo, hoy convertido en Parador Nacional de Turismo, donde se conserva íntegro el recuerdo de los Obispos, pues esta era su residencia habitual, el lugar donde administraban la justicia, etc.
A lo largo del casco antiguo, en cuesta, se encuentran las calles llamadas Travesañas, ocupadas de edificaciones tradicionales, y de algunos palacios, como el de los Bedmar, del siglo XV, o iglesias románicas, como la de Santiago y San Vicente, con portadas de arcos semicirculares, y esta última con un interior sobrio del estilo, y un gran Cristo gótico.
La Catedral es el edificio más señalado de Sigüenza, Su exterior tiene aspecto militar, con torres cuadradas escoltando el costado occidental. Portadas románicas y en el interior tres naves con ancho crucero y deambulatorio posterior. Son multitud las obras de arte que deben en su interior ser admiradas: sepulcros de eclesiásticos y caballeros; altares con retablos góticos; escudos policromados y el gran claustro con arcadas, rejas y numerosas capillas donde reposa la nobleza de la ciudad. Pero es sobre todo la escultura funeraria del caballero Martín Vázquez de Arce, más conocida como “el Doncel” la que despierta toda la admiración y orienta la visita. Su serena estancia, se vestimenta de caballero medieval, y la elegancia de actitud y talla, la hacen sin duda quedar en el primer lugar de la escultura mundial. También es imprescindible visitar la “Sacristía de las Cabezas” diseñada por Alonso de Covarrubias, que ofrece en su bóveda de cañón todo un poblado mundo con más de 300 medallones en los que aparecen tallados personajes de gran fuerza y expresividad.
Pero Sigüenza ofrece todavía otros elementos para la visita: así el museo de Arte Antiguo situado en la misma plaza de la Catedral, con 14 salas llenas de obras muebles de arte, retablos, pinturas, etc. La Plaza Mayor es, asímismo, una joya del urbanismo renacentista, con el Ayuntamiento en un extremo, y la catedral en el otro, escoltando sus laterales las casas de los canónigos, soportaladas. Además reviste interés el barrio de San Roque, construido en el siglo XVIII en un homogéneo estilo barroco, y al final, en lo más hondo del valle, la Alameda que llena el ambiente con la sombra de sus grandes árboles y el frescor de la cercanía del río.
Viaje a las cercanías de Sigüenza
En los alrededores de la Ciudad Mitrada se encuentran múltiples lugares llenos de encanto e interés. No sólo desde el punto de vista paisajístico, también con la carga densa de lo monumental, de lo histórico. Es quizás el más señalado ejemplo la villa de Palazuelos, completamente amurallada y presidida por su castillo, obra todo ello del siglo XV. En torno a ella, mediante un paseo reposado y admirativo, podremos encontrar los ecos de un tiempo perenne y aquí como resonante. Parece increíble que de una forma tan completa haya llegado hasta nuestros días la amurallada presencia de esta villa mendocina.
Tampoco debe dejarse de admirar el enclave de Pelegrina, donde los obispos tenían su residencia de verano, con un enorme castillo presidiendo el estrecho valle del río Dulce, encajonado entre roquedales y cascadas.
También son de interés los lugares de Guijosa (con otro castillo), Cubillas, con una iglesia románica, e Imón, con las instalaciones de sus medievales salinas íntegramente conservadas. Todo un repertorio único y variado de ofertas monumentales y paisajísticas que justifican el viaje y la estancia. Y que en estos días de fiesta continua, pueden ser el mejor contrapunto a pasar las horas de la media-mañana, esperando que lleguen las de altos vuelos y alegría desbordante por la noche seguntina.
Apunte
Sigüenza, ciudad medieval
Cuando va ya (acaba de aparecer) por la 5ª edición un libro, es porque mucha gente ha confiado en él para tenerle de seguro guía por Sigüenza. Eso es lo que ocurre con el libro que pudiera convertirse en aliado seguro de quienes visitan, por primera vez, o en veces repetidas, la Ciudad del Doncel. Se titulad “Sigüenza, ciudad medieval”, y se lo puso Herrera Casado hace ahora 21 años el turismo apuntaba tímidamente hacia los altos cerros de esta vieja Celtiberia.
En él aparece breve la historia de la ciudad, así como el recuerdo de sus obispos, de su Universidad, de su urbanismo firme. Y luego se van desgranando los monumentos, desde la catedral, cuajado de joyas y brillos, hasta las mínimas plazuelas, o los piramidones granados de la Alameda. Un compañero seguro, silencioso, válido siempre, para los andarines.