Pablo Iglesias en Guadalajara

viernes, 15 mayo 2009 0 Por Herrera Casado

En un día de octubre de 1882, por la mañana, con tiempo soleado, si nos hubiéramos dado una vuelta por el parque de la Concordia, nos hubiéramos fijado en la figura de un hombre joven todavía, un muchacho de 32 años, que lee plácidamente sentado en un banco el grande infolio de “El Imparcial” y a su lado quedan con señales puestas unos cuantos libros de la Colección “Biblioteca Universal”.

Ese joven era Pablo Iglesias, dirigente socialista, que tras haber tenido un año muy movido (su actuación en la gran Huelga General de ese año le había costado una temporada de cárcel) los padecimientos de gastritis y digestiones que le achacaban trató de curarlos permaneciendo un mes en nuestra ciudad, al cuidado de algunos amigos y compañeros de actividad. Tras las mañanas de lectura en la Concordia, pasaron las tardes en tertulias en las casas de esos amigos, entre los cuales figuraban Alfonso Martín Manzano y Julián Fernández, cofundadores con él del Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores.

 

Durante estos días en que se está celebrando la Feria del Libro en Guadalajara, han sido diversos los que se han presentado en sociedad. La Concordia se tiñe del color de las tapas de los libros, y entre ellos hemos querido destacar uno que trata de un tema poco frecuente entre nosotros, y que viene a desempolvar esa “Memoria Histórica” que aún queda por desentrañar en muchas facetas de la reciente vida.

Se trata de “El Movimiento Obrero en Guadalajara (1868-1939)” y ha sido su autor Enrique Alejandre quien se encargó de presentarlo. Un estudio denso de acontecimientos, noticias, sucesos, huelgas y problemas laborales y sociales.

Es este libro la expresión impresa de una investigación larga y meticulosa. La investigación de todos los asuntos relativos a la lucha obrera durante la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Un siglo entero, a caballo entre otros dos, en los que podemos decir que esa lucha surgió, se mantuvo, ganó batallas desde la base y perdió muchas otras desde el poder.  Épocas en las que se plantean fundamentos filosóficos y sociales que determinan el empeño de unos cuantos dirigentes, secundados por miles, por millones de trabajadores, para conseguir, de una parte, dignificar la calidad social y humana de los obreros, y de otra alcanzar y desarrollar el poder en la sociedad. Países como Rusia tras su Revolución de 1917, y muchos otros espacios del mundo a los que fue llevada esa forma de sociedad, la “dictadura del proletariado”, han demostrado luego las alternativas reales que daban a la clase obrera. Alternativas que han sido, en todo caso, muy cuestionables, al ver la forma en que hoy viven los obreros de uno de los últimos estados marxistas que existen (la República de Cuba, por ejemplo) o en otro en el que esa lucha no se produjo o, en todo caso, nunca alcanzó el poder, como Dinamarca, por poner otro ejemplo.

Obreros y dirigentes en la Guadalajara de entre siglos

El estudio de Alejandre, sumamente interesante, y fuente histórica fundamental para conocer los datos de nuestra provincia entre los años que indica el título de su libro (1868 a 1939) se basa en numerosos pilares: uno de ellos es la relación y análisis exhaustivo de los elementos productivos en los que están implicados obreros. Desde la Fábrica de Paños de Guadalajara, fundada en el siglo XVIII y cuyos operarios plantearon los primeros conflictos laborales conocidos en España, a los lugares donde hubo explotaciones mineras (Hiendelaencina con sus minas de plata, Setiles y sierra Menera con sus minas de hierro, y las salinas del norte provincial con las centradas en Imón (Atienza) y Armallá (Molina) principalmente. Además abarca el análisis de los telares productores de lienzos en Brihuega, Trillo, Alcocer, Ariecilla, Horche, Budia y Sigüenza; las industrias de jabones de Brihuega y Mondéjar, las de vidrios en Arbeteta y El Recuenco, las de papel en Gárgoles de Abajo y en Cívica, las de alfarería en Guadalajara, Cifuentes, Sigüenza y Cogolludo, o las de muebles rurales en Atienza. Añade Alejandre el estudio de la explotación de los pinares resineros de la zona del ducado de Medinaceli, en la fábrica de Mazarete qye funda en 1882 don Calixto Rodríguez, o la explotación industrial a gran escala y empeño europeo que arranca la Unión Resinera Española en 1898. A cientos se contaban los individuos que en esa época trabajaban en ese tema. Y no olvida, finalmente, la naciente masa obrera que se suma a los trabajos iniciales de instalación de los nuevos descubrimientos técnicos, como el ferrocarril (de 1859-1860 es la puesta en marcha atravesando la provincia de Guadalajara del primer ferrocarril Madrid-Zaragoza), los tendidos telegráficos, y los de energía eléctrica, realidad plena a partir de 1897 con la constitución de la Sociedad Eléctrica de Guadalajara.

Todas esas actividades las vemos divididas claramente en dos periodos: el primero abarca desde la Revolución liberal de 1868 y la proclamación de la I República (hasta fin de siglo y el crack de 1898) y la segunda desde inicio del XX hasta el fin de la Guerra Civil. A las industrias analizadas en el XIX se suman en el nuevo siglo la Compañía angloespañola de Cementos Pórtland, la Hispano-Suiza y la Fibrocementos Castilla.

El PSOE y la  UGT nacen en Guadalajara

Además de esos “núcleos de trabajo” a los que se suma el más numeroso en la provincia, el “campesinado”, Alejandre analiza con rigor y detalle la evolución de los partidos, las asociaciones, las agrupaciones, uniones, confederaciones, etc, que van cimentando la lucha de los obreros por conseguir sus objetivos.

No es exagerado decir que tanto el PSOE como la UGT nacieron en Guadalajara. De hecho, los mejores colaboradores de Pablo Iglesias en sus primeros años de lucha, son de aquí. El “grupo de los nueve”, todos ellos de ideas marxistas, es el que en 1872 crea en Madrid la Nueva Federación que va a constituirse pocos años después en el Partido Socialista Obrero Español. Sus ideas fueron proclamadas a través del periódico “La emancipación”. Y su base la tuvo en la Asociación del Arte de Imprimir, creada en Madrid como cooperativa, y presidida desde 1874 por Pablo [Paulino] Iglesias.

En Guadalajara nació, al compás de la Imprenta Provincial creada por la Diputación Provincial, y desde 1877, siendo su administrador Tadeo Calomarde, y su regente un joven tipógrafo de 25 años, llamado Alfonso Martín Manzano, al que se añadió Julián Fernández Alonso y luego Iglesias.

En Madrid, este grupo de dirigentes se reunía en el Café “El Brillante” o en la cafetería “Lisboa” de la puerta del Sol. De todos los asistentes, en 1879 surgió la idea de crear y formalizar el PSOE, cosa que ocurrió en la taberna “La Labra” de la calle Tetuán. Al año siguiente, empezaron a formarse agrupaciones de este partido por toda España. La 2ª tras la de Madrid, fue la de Guadalajara, a cuyo frente se puso Julián Fernández Alonso, en 1880. También al crearse la UGT, una de las primeras agrupaciones fue la de Guadalajara. Su grupo de tipógrafos, siempre pioneros en este campo de la lucha obrera y sindical, fueron claves en todo ello.

En cualquier caso,  la densa historia que Enrique Alejandre nos entrega en su libro, aclara estos hechos y pone en negro sobre blanco tanta fecha y tanto nombre que hoy ya son eso: historia del movimiento obrero en Guadalajara.

Entre tantas noticias, nos llaman la atención algunos aspectos biográficos de gentes encontradas. Por ejemplo, la de don Alvaro Figueroa  y Torres, conde de Romanones, del que entrega muchos datos, como por ejemplo el de ser uno de los mayores latifundistas de España, teniendo en el año 1931 exactamente 15.132 hectáreas, de las cuales casi la mitad estaban en Guadalajara. En paralelo, Alejandre nos da noticia amplia de la vida y hechos de Isabel Muñoz Caravaca, la maestra de Atienza que tanto escribió y luchó por el socialismo en Guadalajara y en España.

Un amplio recuerdo histórico de esta época nos viene a entregar este libro. Acaba con la desaparición de la Agrupación Socialista de Guadalajara, cosa ocurrida temporalmente a inicios del siglo XX, y sobre ello el autor nos dice que “Las semillas que dejó su labor germinarían en partidos y sindicatos más fuertes, con militantes más conscientes, herramientas con las que el proletariado luchó por dignificar sus condiciones de existencia y alcanzar una sociedad igualitaria, lucha idéntica a la que libra la actual clase trabajadora contra sus opresores”. El autor, Enrique Alejandre, en esta y otras frases de su libro viene a demostrar que practica un tipo de historia a la que se llamó “combativa” porque se escribía la historia desde una perspectiva ideológica. Es miembro activo de la Fundación “Federico Engels” y de la Corriente Marxista “El militante”, siendo actualmente, según nos señala en la solapa de su libro, responsable de la sección sindical de CCOO en el CAMF (IMSERSO). En todo caso, un libro a tener y consultar, porque una buena parte de la historia de Guadalajara en el último siglo y medio, vive real y documentado entre sus páginas.

Apunte

Un libro de referencia

El libro que estos días ha aparecido, presentado ya en diversos actos, lleva por título “El movimiento obrero en Guadalajara (1868-1939) y es su autor Enrique Alejandre Torija. Ha sido editado por la Fundación Federico Engels de Madrid, en 2008, y cuenta con 300 páginas y un buen álbum de gráficos y fotografías de la época.