En defensa de la Guadalajara Tradicional
El pasado viernes tuvimos una sesión de homenaje a varias cosas: de un lado, a la memoria de un buen amigo y excelente fotógrafo alcarreño, Luis Solano Montesinos. De otra, al conjunto del costumbrismo provincial, que ha quedado retratado en un libro excepcional del que son autores Jesús de los Reyes Martínez y el propio Luis solano, ya fallecido.
Justo en este mes que empieza, hace ya tres años de la muerte de este joven entusiasta, sumido en el incendio de la Riba de Saelices, que costó la vida a otras diez personas más, y dejó a la Sierra del Ducado yerma de sus bosques para muchos decenios. La catástrofe ecológica más importante que ha sufrido España en lo que va de siglo, y la que más tiempo durará. De sus cenizas surge la memoria de este amigo, que dedicó sus jóvenes años, aparte de trabajar en su profesión de informático, a fotografiar la tierra en que había nacido.
En el acto de presentación me pidieron unas palabras, que quise dedicar, aparte de a su memoria, a la idea de que estamos todos inmersos en una tarea larga y difícil, pero que merece la pena recorrerse y alzarla cada día: la defensa del patrimonio y el estímulo de la identidad provincial, del ser celtíbero y castellano, de las raíces de nuestra tierra y de nuestras gentes.
Un patrimonio muy diverso
Guadalajara, como cualquier otro espacio del planeta, tiene un patrimonio riquísimo que está hecho de los aportes de generaciones anteriores, administrado por las gentes de hoy, y que deberá ser legado íntegro, cuidado y aún mejorado a las generaciones futuras.
Además del patrimonio natural, del monumental, y del histórico, está sin duda el humano, que ha cuajado de mil formas, algunas dificilmente aprehensibles. Porque la expresión humana de la fiesta es muy vistosa, concreta en el tiempo y el espacio, y con una connotación de fama y popularidad que es fácil de mantener. Pero existen otras formas como es fundamentalmente el lenguaje, el entretenimiento personal o colectivo en forma de juegos, de reuniones, de ceremonias, que son más ricas quizás, pero también más difíciles de concretar y de preservar.
En el caso de hoy quiero traer a la memoria ese patrimonio costumbrista que se refleja en la fiesta comunitaria, en la reunión de vecinos (y la admiración de visitantes) para llevar a cabo el rito que de año en año y de siglo en siglo se viene sacando a la calle y levantando con la participación de la gente del propio pueblo.
En ese sentido, habría que atender fundamentalmente a la esencia de la fiesta y ver que es algo muy distinto La Caballada de Atienza (que se hace desde 800 atrás y la protagonizan los hombres de una cofradía de la Villa) que el Festival de Hita, que por cierto se celebra mañana en su versión 48, y que está cimentado en una celebración demostrativa de valores genéricos y de acontecimientos plurales de la propia tierra (desfile de botargas serranas de otros pueblos, junto a puesta en escena de obras teatrales clásicas).
En este sentido cualquiera puede ver la diferencia que hay entre la fiesta dedicada a San Blas en Albalate, con su grupo de danzantes y botargas, o la cofradía de los Apóstoles de Guadalajara, con siglos de antigüedad y participantes de la localidad, que heredan el puesto de padres a hijos, y las “Ferias Medievales” que se extienden cada vez con más densidad por nuestros pueblos y que están organizadas por empresas que han encontrado en esta actividad una fuente renovada e inteligente de ingresos.
Todas las fiestas de la provincia
En este libro, que se titula “Guadalajara Tradicional. Tierra iluminada”, y que ha patrocinado Ibercaja, se ofrecen al lector y aficionado las 200 mejores imágenes de las más de 15.000 que los autores hicieron en sus constantes viajes por la provincia. En poco más de tres años de actividad constante, armados con sus máquinas fotográficas y su especial visión de los ritos, Jesús de los Reyes y Luis Solano se metieron por debajo de los personajes, aprovecharon sus sombras y sus piruetas, y los vieros desde lejos y desde muy cerca, grabando en sus imágenes colores, gestos y hasta sonidos…
Aparecen en la colección muchas imágenes de botargas, que son las primeras fiestas del año. En esas fiestas de invierno aparecen las águedas también, y los blases, siguiendo las primaverales danzas serranas y la Caballada de Atienza. Del verano surgen las soldadescas y bandereos, y el Festival de Hita, que se acompaña de otras representaciones medievales y aún del don Juan Tenorio, pero que tienen compañía con los suelos pintados de Almonacid y Guadalajara en el Corpus, acabando en hogueras, armados de Sigüenza, danzas de Galve y un largo etcétera que deja a los ojos temblando y al alma emocionada.
No existe, aunque lo hemos buscado, un orden cronológico o interpretativo en el libro. Las imágenes, que son todas, sin excepción, magníficas, unas en blanco y negro, y otras en color, o con virados, dan muestra puntual de fiestas y de sus personajes. Hay cierto peso mayor del Señorío de Molina sobre el resto, quizás porque Jesús de los Reyes es molinés y le tira más, o se ha fundido mejor con las fiestas de la Loa, el Carmen y los gancheros. Pero en realidad el reparto está bien proporcionado y resulta ameno. Se termina el libro y se queda el lector y espectador con ganas de más… no hay problema, porque se vuelve a abrir y se sigue leyendo, se sigue mirando, en el oficio más común de estas fiestas, que es el del espectador.
La reivindicación final, porque todo libro tiene su moraleja, es que esta parte crucial del patrimonio debe ser cuidada al máximo. No dirigida, porque cualquier manifestación popular marcada por el ideologismo acaba por morirse, sino encauzada con la atención que necesitan los trajes, los bailes, las costumbres gastronómicas, los tempus festivos. Y sufragada cuando sea necesario. Además lleva ese mensaje implícito de que en estos colores y estas telas, en esas representaciones, saltos y carreras está un algo escondido que viene de lejos, en lo que vivimos todavía. Y que no se puede definir. En fin, una identidad que nos merecemos y que es necesario cuidar y mantener, entregarla a cuantos nos sigan en el tiempo.
El libro de tradiciones fotografiadas
Con el patrocinio de Ibercaja, los prólogos de Antonio Herrera, José Ramón López de los Mozos y Jesús de los Reyes Martínez, y algunas frases encontradas de Luis Solano, a le memoria de este, y brindando a quienes gustan de ver y saber la esencia de Guadalajara, aparece el libro “Guadalajara Tradicional. Tierra iluminada” cargado de 200 páginas impresas a color, con una fotografía por página que muestra un aspecto de todas y cada una de las más llamativas fiestas de Guadalajara. Los autores, Solano y Martínez, consiguen dar con sus visiones un toque de atención hacia la belleza de las fiestas, y ellos se llevan el aplauso de quienes leen, y miran el libro.