Puentes para cruzar siglos

viernes, 23 mayo 2008 0 Por Herrera Casado

De las muchas formas que puede mirarse Guadalajara, una de ellas es mágica y sorprendente. Se puede mirar Guadalajara a través de los ojos… de sus puentes. Después de andar, de subir y bajar, de pararme en plazas y quedarme en la orilla de los ríos a mirar cómo pasa el agua que no suena, me he dado cuenta que hay muchos modos de mirar esta tierra. De buscar en ella sus recónditos saberes y sus brillos escondidos. A través del románico y sus hojas de acanto; a través de las lajas de pizarra de su arquitectura negra; a través de las almenas de sus castillos; o por en medio de sus arboledas de junto a los ríos, cualquier cosa justifica echarse a andar y mirar don detalle sus cosas.

Eso es lo que hace ahora el viajero, con su cámara de fotos, su libro de notas, y sus ganas de ver en cada momento la provincia… a través de los ojos de sus puentes.

De los grandes ríos que cruzan la provincia de Guadalajara -de Norte a Sur siempre- destaco el Jarama, el Henares, el Tajuña y el Tajo. Muchos otros afluentes suyos, a veces con más agua, les dan vida y diseño. El Jarama que viene de la Sierra de Ayllón, el Henares de la Ministra, el Tajuña del Ducado, y el Tajo de la serranía de Albarracín, todos ellos atraviesan de vez en cuando bajo los puentes de vieja sabiduría y piedras rojas o blancas, siempre desgastadas del sol y el agua que les cae desde hace siglos. Parece que con su tenacidad, el río abre esos ojos, y los siglos, como espectadores, se asombran de tanta fuerza.

Haremos un recorrido por tres ríos y veremos en cada uno de ellos un puente singular. Vendrán otros, lo prometo, porque esta primavera y aún este verano, voy a dedicarme a cruzar puentes para cruzar siglos.

El puente de Cerezo en el Henares

Sobre el Henares, y en Cerezo, son de ver dos puentes a cual más interesante. El primero, que es magnífico, es el que usan los pescadores del coto de truchas para ponerse las botas y pescar con caña desde el pretil. Se llega por un camino cómodo y llano que atraviesa la vía del tren y baja hasta el río, donde se acaba. El puente se hizo a principios del siglo XX para dar comunicación a la Campiña con las tierras montuosas de la Alcarria. Pero luego no se continuó la carretera, y se quedó ahí, hermoso y grandioso, sin más uso que el de dejar paso a algún tractor y componer un paisaje idílico, porque cincuenta metros aguas arriba del puente se construyó un amplio azud para recoger las aguas del Henares y con ellas crear un canal estrecho que sirviera para dar fuerza a una Central Hidroeléctrica que se levantó aguas abajo. Hoy el azud está seco, y el caudal del río pasa entero por una estrecha compuerta creando ancha poza delante del puente. Este tiene siete ojos, de ocho metros cada uno de ancho, con tajamares puntiagudos contra la corriente. Todo él de ladrillo sobre los pies de piedra caliza, con pretil de lo mismo, un tanto deteriorado, pero, sin duda, uno de los más bonitos puentes de todo el Henares.

Un kilómetro más arriba, aparece otro puente, más sencillo (porque es de rasante horizontal, sin pretiles) pero más antiguo, puesto que ya en las Relaciones Topográficas de finales del siglo XVI se le menciona, y Madoz le cita y llama “pontón”, que fue mejorado en 1864 bajo los planos y dirección de José del Acebo Pérez. El puente tiene estribos y pilas de piedra con formas redondeadas aguas abajo y triangulares aguas arriba, siendo los vanos de una media de 7 metros de ancho. Se cruza andando sin problemas, y un poco más arriba, en la orilla izquierda, se ve discrurrir otro caz que viene caudaloso para nutrir un molino.

El puente de Catrueña en el Tajuña

Sobre el Tajuña está el puente de Catrueña. Pertene al término municipal de Fuentenovilla, que lo usaba para cruzar sus gentes al otro lado del río y cultivas las feraces tierras que en derecha orilla tenían. Allí junto al puente había un pueblo, Catrueña, hoy ya desaparecido, y en el siglo XVIII el rey Carlos III mandó poner puente nuevo y venta de caminos.

En 1491 el puente que mantenía la villa de Fuentenovilla sobre el Tajuña necesitaba reparaciones. Así se manifiesta en la visita que ese año hace a la villa el responsable de la Orden de Calatrava, a la que pertenecía la villa. En 1534 Los visitadores exigían que la construcción de los puentes se hiciese con solidez y no de madera, para evitar las consecuencias de las avenidas que a veces se producían. Este era el caso de Fuentenovilla, localidad en la que en múltiples ocasiones los puentes de madera habían sido arrastrados por la corriente. La mayor parte de los vecinos tenían sus tierras de labranza al otro lado del Tajuña, en el denominado término de Catrueña y se veían perjudicados. Se ordenó hacer un puente de cal y canto, por «maestros que sean espertos sabidores de la qual arte, para que la obra que se hiziere sea perpetua», recurriéndose a un repartimiento de los gastos a los vecinos según las posibilidades económicas de cada uno, si no bastara con las rentas de los propios concejiles. En 1575 ya estaba construido de cal y canto. Catrueña era un pueblo o aldea de Fuentenovilla al otro lado del Tajuña, en su orilla derecha, donde tenían labor muchos vecinos de Fuentenovilla.

El puente que hoy vemos se reconstruyó en la segunda mitad del siglo XVIII como lo indica la inscripción que permanece en una placa conmemorativa. Es casi un milagro encontrarle pleno y mantenido, -aunque viejo- tal como se construyó en tiempos de Carlos III. Se encuentra al lado de la carretera CM-236 en dirección a Orusco, junto a una densa arboleda, y pegado a la casona soportalada que fue en su época “venta del camino”. A continuación de ella, el puente de piedra tallada muestra sus arcos poderosos, casi ocultos por la maleza, y sobre el pretil derecho una enorme piedra que en su talla conmemora el momento de su construcción. Dice así aunque se puede leer claramente en la foto que acomaña a estas líneas: “Reinando Carlos III a los 28 años de su coronacion se fabrico este puente i casa venta con caudales del fondo publico de caminos i de los propios y arvitrios de la villa de Fuente-Novilla Año de 1786”. Aunque parece que Fuentenovilla está hoy alejada del río y como plantada en medio de tierras secanas, fue siempre muy volcada al valle del Tajuña. Lo prueban estas noticias sacadas de su Relación Topográfica: que el rio que esta mas cerca de esta Villa, esta y pasa media legua della, y se llama el Rio de Tajunia, y es rio caudaloso, por que ay en el muchas paradas de molinos y puentes de piedra, y esta acia el poniente yendo de esta Villa al dicho Rio. Y ansi mismo, tiene el Concejo de esta Villa en el dicho termino, Catruena, un molino de un cubo de una piedra sola, y le vale al Concejo de aprovechamiento, treinta fanegas de trigo; y ay en el dicho Rio Tajunia una puente de cal y canto, y que por el pasage de ella, no se cobra ningun derecho. Y ansi mismo ay otra puente de cal y canto en el arroyo que va del dicho molino, del Concejo, y tampoco se paga ningun derecho por el pasage.

El puente de Trillo sobre el Tajo

Sobre el río Tajo, el más largo de la Península, tuvo Trillo puente desde tiempo inmemorial. Ya en las Relaciones Topográficas de 1580 se dice que por junto á las Casas de este pueblo pasa un rio caudaloso, que se llama Taxo, en el qual se crian truchas, y anguillas, y barbos, y otras cosas de pesca que dicen luinas y cachos, de esta pesca ay en abundancia; y este dicho rio ay hecha una puente de calicanto de silleria, que atraviesa todo el rio de un ojo solo y confina por las mismas casas del dicho lugar; y el rio viene por la parte derecha de donde el sol sale; y ansimismo viene otro rio por medio de este lugar, que nace dos leguas de aquí en la Villa de Cifuentes aquí nombrada, y un quarto de legua que toma dicha rivera, ay huertas, y cañamares y arboledas de todo género. Pero mucho antes, en la Edad Media, cuando el lugar tan estratégico fue tomado y poseído por el infante don Juan Manuel, el puente se complementaba con el castillo, del que tomó nombre el lugar (Torre=Torrillo=Trillo). Si probablemente le construyeron los árabes, en 1770 recibió una restauración completa por parte del ilustrado gobierno de Carlos III, tan preocupado siempre de las obras públicas. Ese puente sufrió constantes acosos en la Guerra de la Independencia contra Napoleón, tanto por parte de los franceses como de los guerrilleros españoles. Al fin, se hundió y quedó el pueblo (y la comarca) separado en dos partes imposibles de comunicar. En 1817 solicitó el pueblo al Consejo Real que se procediese a repasar el puente “tan dañado por los enemigos”, alabando su grandiosidad y potencia.  Así se hizo, quedando ya tal como hoy lo vemos, y en una piedra del pretil, tallada esta leyenda para memoria de todos los que le crucen: reynando el sr. D. fernando vii se reedificó este puente volado por el ejercito invasor de napoleon en 23 de octubre de 1810 en su vergonzosa y precipitada fuga. Monumento eterno del heroismo de los españoles de los paternales desvelos de s.m. y de la gloria de su trono a 18 de junio de 1826. Aún en otra piedra de la entrada se lee: director facultativo nombrado por s.m. d. juan jose oñate, que sería el director de aquellas obras.

El puente es de un solo arco de 20 metros de amplitud, con una rasante levemente alomada, y una anchura de solo 4,40 metros. A Trillo hay que ir a visitar su antiguo casco urbano, siempre curioso, a pesar de las remodelaciones modernas que ha sufrido, los Baños de Carlos III, ahora recuperados y en uso a través de un moderno hotal, y los parques que circundan al río en su trayecto hasta la zona deportiva y piscina municipal. Un lugar de relax y vacaciones, sin duda.

Delante del puente grande desagua en el Tajo un pequeño afluente, el Cifuentes, que procede de ese pueblo cercano. Lo hace habiendo dado una cascada muy bonita, junto a la “casa del suizo”, en el entorno de San Blas, y teniendo para cruzarlo un pequeño puente en ese paraje.