Humanes en la Historia

viernes, 20 abril 2007 3 Por Herrera Casado

Portada del libro

Tras su presentación en el Club de Prensa de nuestra capital, el pasado martes, y la pública puesta de largo en la iglesia parroquial de Humanes mañana sábado, a las 8:30 de la tarde, la Campiña del Henares va a contar con un nuevo libro en el que se narran con pormenor los avatares de la historia de pueblos tan representativos de la zona como Mohernando, Robledillo, Cerezo, Razbona y, por supuesto, el mismo Humanes, de cuyo Condado se dan pelos y señales. Los autores, superconocidos escritores originarios de la villa campiñera, serán quienes ofrezcan la primicia de su obra, que ha sido elaborada con el rigor  profesional que les caracteriza. Antonio Marchamalo Sánchez y Miguel Marchamalo Maín tienen en su haber muchos escritos, muchas conferencias y una densa y oportuna labor cultural, que ahora se proclama en este libro de amplitud e interés contrastados.

 Humanes en la historia

 El valle del Henares ha sido lugar de paso, camino ancho, para la civilización europea. Desde antes de los romanos, el discurso de su río fue la guía de los pastores y los viajeros. Trashumantes y nómadas siguieron su orilla para pasar desde la llanura manchega al alborotado Aragón. Y por aquí discurrió la gran “Vía Augusta” que los romanos tendieron, con suelo firme, desde Mérida hasta Zaragoza. En el centro de esa valle, abierto y feraz, creció Humanes. A la sombra de Hita, que era por sus características castilleras el gran bastión fortalecido. El territorio humanense y toda la orilla izquierda del Henares fue siempre territorio dominado por Hita. A la derecha del río, sin embargo, crecieron otros dominios. En concreto, la Orden militar de Santiago.

Y así vemos cómo Mohernando, lugar dominante de un pequeño vallejo que va a dar en el Narres, fue primeramente propiedad de Fernando García de Hita “el Mayor” señor de Hita, en honor de quien se le puso nombre: Mohernando es el antiguo “Monte Hernando” o “Fernando” que rememora a su primer señor.

Pero desde 1180, según consta en antiguos documentos, por donación del Rey Alfonso VIII de Castilla y su esposa doña Leonor,  el territorio de Peñahora y su entorno (Humanes, Mohernando, Robledillo, Cerezo y Razbona) pasaron a ser controlados por la recien creada Orden militar del Señor Santiago. Su primer maestre Pedro Fernández recibió esta donación real, que se mantendría siempre como uno de los estandartes más norteños de la Orden.

Peñahora fue un lugar estratégico importantísimo. Se encontraba el poblado en un alto, rodeado de murallas, vigilante de la junta de los ríos Sorbe y Henares. La poderosa roca estaba cuajada de oquedades, pasadizos, túneles y puentes naturales. Esa roca recibió de siempre el nombre de “Peña Horadada”, peñafora o Peñahora, como hoy se la conoce. Ese poblado, que era de origen musulmán, fue ocupado por los caballeros santiaguistas desde finales del siglo XI, aunque la encomienda de la Orden se situó en Mohernando.

Allí vivía el caballero comendador, encargado de administrar justicia, recabar impuestos y recoger beneficios de la tierra. El dinero obtenido era en su totalidad, y en teoría, destinado a “la enfermería de Uclés”, el monasterio o casa madre que en plena tierra de Cuenca fue siempre cabeza de la Orden. En Mohernando vivía, como digo, el comendador, acompañado de los alcaldes mayores, el vicario visitador y diversos oficiales que harían cumplir leyes y cobrar impuestos. Tenía el comendador la obligación de residir en los lugares del territorio (la encomienda comprendía Humanes, Mohernando, Robledillo, Razbona y Cerezo, más otros pequeños caseríos diseminados junto al río, como hoy Maluque y El Cañal).

Según nos cuentan los Marchamalo en su interesantísimo libro, entre las costumbres de los primeros caballeros santiaguistas que habitaron los pueblos de Pennafora y Mohernando, estaba la de hacer voto de obediencia al maestre, vistiendo ropas sencillas negras, blancas o pardas, y acudiendo a todas las ceremonias vestidos de sus capas blancas con la roja  cruz de Santiago, de un precio nunca superior a ocho maravedíes. Oían misa diaria comulgando cada domingo, y practicaban el ayuno en cuaresma, adviento y todos los viernes entre san Miguel y Pentecostés. También podían ejercitar la caza. Cuando un caballero moría se le vestía un manto blanco y calzones de lienzo cubriéndosele el rostro con un paño. Luego se depositaba el cuerpo sobre una alfombra en la que antes se había trazado una cruz con ceniza bendita .Los que eran clérigos se enterraban vistiendo sus hopas, giraldetes y bonetes.

El nombre de Humanes es citado por primera vez en 1187 en una Bula dada en Roma por el Papa Urbano VIII. Y en esta villa asentaron los funcionarios de la orden encargados de cobrar el impuesto de pontazgo de todos cuantos pasaban los ríos por Peñahora debían abonar.

 La Virgen de Peñahora

 La patrona de Humanes es la Virgen de Peñahora. No hace falta explicar a qué se debe su nombre. La tradición dice que se apareció entre las rocas y siempre tuvo asiento en el altar mayor de la iglesia de aquel pueblo, primeramente como talla en madera, luego como pintura, y finalmente otra vez tallada en forma barroca.

En el libro de los Marchamalo se publica un raro y espléndido grabado dieciochesco que representa a la patrona de Humanes en una forma que es todo un compendio de iconografía barroca. Lo grabó sobre cobre Francisco Antonio Lleopart, grabador real, en 1788, y lo tituló “Verdadero retrato de la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Peñahora”, dedicándosela a la por entonces Princesa de Asturias, María Luisa de Borbón. La Virgen aparece como es tradicional en la advocación humanense: sin Niño y con las manos en actitud orante.  Sobre el manto luce el lazo y medalla de la Real Orden de Carlos III, rodeándose de hojas, de flores y de matas de vid. Y teniendo por acompañantes en sendas hornacinas a tres santazos como son San Agustín (votado por milagroso contra la plaga de langosta en el siglo XV), San Gregorio Hóstiense, protector de los viñedos ante otra plaga de langosta más moderna, y San Blas, patrono de los males de garganta y abogado de los animales enfermos, que tuvo su devoción en Humanes introducida por el arzobispo toledano don Gil Alvarez de Albornoz.

Esta lámina, tan espléndida de formas y detalles, era casi desconocida hasta ahora, pues solamente existía su plancha original en cobre guardada en la parroquia humanene. Ahora, y con motivo de la edición de este libro, se ha estampado nuevamente gracias a las técnicas de antigua tradición que posee el Taller Mayor 28, de Madrid, donde se ha realizado una tirada, al estilo antiguo del siglo XVIII, que ha despertado la lógica expectación en el pueblo.

 Don Francisco de Eraso

 De todos los comendadores que ha tenido Mohernando y su tierra, sin duda el más famoso ha sido don Francisco de Eraso y Hermosa, quien en la segunda mitad del siglo XVI poseyó por compra y donación real el señorío y mayorazgo de Humanes, su condado, y la encomienda santiaguista de Mohernando. Además compró el pueblo entero con su término de El Cañal, junto al Henares, ya casi en Guadalajara.

Secretario durante años del emperador Carlos I, consejero de Estado y Notario Mayor del Reino, asistió a la abdicación y entrega de testamento en Yuste del Emperador. Siguió como secretario de su hijo Felipe II, quien le nombró también secretario perpetuo del Real Consejo de Hacienda e Indias. En 1557 fue nombrado regidor de la ciudad de Guadalajara y procurador por la villa de Madrid. Desde 1564, y tras dejar su cargo de comendador de Moratalaz por la Orden de Calatrava, pasó a ser comendador de Mohernando por la de Santiago.

Perteneciente al “partido moderado” liderado por Rui Gómez de Silva, príncipe de Éboli, y por Antonio Pérez más Guillermo de Orange, estuvo enfrentado al duque de Alba, capitán del “partido beligerante” en el problema de los Países Bajos. En 1566 cayó en desgracia y fue destituido de sus cargos. Sin embargo, el gran poder acumulado, y la enorme fortuna atesorada, le permitió vivir holgadamente hasta el fin de sus días.

Ha sido finalmente restaurada, recuperada y puesta en su primigenio emplazamiento, la gran composición escultórica, posiblemente debida a Monegro, que mandó poner su viuda, doña Mariana de Peralta, a su muerte, en el presbiterio de la iglesia de Mohernando. Allí se le ve, junto a su mujer, protegidos por la figura de San Francisco, tallados en impoluto mármol de Carrara.

Como se ve, Humanes y su entorno, ahora estudiados en profundidad en un libro completo, está lleno de interesantes aportaciones y recuerdos para la historia y el arte de la campiña del Henares. Unos cuantos paseos hasta su espacio claro, mirando las plazas y ayuntamientos, las torres y parroquias, los rollos y puentes, escudos e imágenes de sus ancestros, servirá para adentrarnos en su esencia, captar sus raíces, quererlos más, en definitiva.

  Apunte

 El libro que se presenta

 El libro que mañana se presentará en Humanes se titula “La Orden de Santiago en Guadalajara. La encomienda de Mohernando y el condado de Humanes”, siendo sus autores Antonio Marchamalo Sánchez y Miguel Marchamalo Maín. Está editado por AACHE de Guadalajara, y consta de 352 páginas con infinidad de fotografías, estampas y planos. Además del estudio de la historia de Humanes y los pueblos de su contorno, ofrece una visión detallada de su patrimonio artístico, y el complemento de un capítulo final, de casi 40 páginas de extensión, con el costumbrismo de la zona (canciones, botargas, procesiones, romerías y enramadas). Una obra que será muy bien recibida por todos los humanenses y gentes originarias de su contorno.