Cristos en agonía
La Semana Santa nos introduce a un tiempo de meditación, de recogimiento y de planteamientos personales acerca de nuestra religiosidad y nuestros valores. Como todo sentimiento, se nutre de imágenes y sensaciones, de sonidos y ritos. En Guadalajara, es cada vez más fácil vivir una Semana Santa de profundidad religiosa, de acercamiento al misterio y fundamento del cristianismo, porque a ese recuerdo, -visión repetida de la Pasión de Jesús, de su entrega sublime por la redención del género humano-, contribuye el cúmulo de ceremonias religiosas que en estos días confluyen, destacando sobre todas las procesiones, que en la capital, y en las ciudades más tradicionales del territorio (Sigüenza, Molina, Pastrana, Jadraque…) consiguen un climax de devoción y autenticidad emanado del sentimiento religioso castellano.
Para tener un más claro motivo de vivir la Semana Santa en su vertiente religiosa, y por aprovechar en destacar los elementos de nuestro patrimonio que mejor la personalizan, ahora me entretendré en dar una vuelta por la provincia anotando los más impresionantes cristos que por ella, por sus pueblos y altares, he contemplado.
Hay muchos más, algunos escondidos, otros sumidos siempre en el corazón y la memoria de quienes vivieron sus semanas santas prendidos de su sufrimiento. Pero como solo pueden destacarse algunos, aquí van los más impresionantes.
Atienza – Como villa medieval cargada de historia, Atienza conserva varias tallas de Cristo que no pueden pasar desapercibidas. Es la más solemne la del Cristo del Perdón, ahora en la iglesia-museo de la Santísima Trinidad, cobijado por una urna de cristal que le ensalza visualmente. Es una de las piezas más señaladas por viajeros y estudiosos que se acercan a la localidad atencina, y fue tallado por el escultor barroco Luis Salvador Carmona a mediados del siglo XVIII. Representa al Cristo del Perdón. De él nos impresiona la expresión de dolor contenido y de angustia de su rostro. El cuerpo, desnudo, solo cubierto por el paño mínimo, se muestra lacerado y ensangrentado por los castigos corporales a los que ha sido sometido. Imagen viva de una Jornada de Pasión, Cristo aquí apoya su rodilla sobre una bola del mundo en cuya facies frontal se representa la escena del Pecado Original, pintada. Ello expresa metafóricamente la idea de que Cristo, con su sufrimiento, expía todas las culpas del género humano, las emanadas del pecado primigenio. Aquí se muestra en iconografía propia de la Contrarreforma y muy abundante durante el siglo XVII. El autor de esta talla impresionante, quizás la más hermosa de las que podemos contemplar en la provincia, esculpió dos veces más a Cristo en esta advocación: una se conserva en el palacio de La Granja de San Ildefonso (Segovia), y otra en el Convento de Capuchinas de Nava del Rey (Valladolid), lugar de nacimiento del artista. Existe una copia anónima, pero exactas de las de Salvador Carmona, en el convento de San Miguel de las Victorias de Priego (Cuenca).
Tambien de Atienza, y también de su iglesia-museo de la Santísima Trinidad, es otro de los buenos Cristos de Guadalajara: concretamente el que en estilo gótico preside un Calvarios que siempre figuró en la capilla de las Santas Reliquias, y ahora ha sido trasladado, desnudo y contrastado sobre el blancor del muro, a la capilla del baptisterio. De este Cristo, medieval y con garra, con sus signos de dolor pintados en la madera, con su pequeña corona y sus hirientes chorros de sangre por la cara, mostramos una imagen junto a estas líneas. En el ardor del dolor puede el espectador entender evangelios y estilos, formas de vida y temblores de cuantos, a lo largo de los siglos, se pusieron ante estas figuras impresionantes.
Más cristos en Atienza: al menos el que ostenta su patronazgo, en la capilla de su mismo nombre en la iglesia-museo de San Bartolomé, y que es asimismo una escena espléndida, gótica, de San José de Arimatea abrazado al Cristo crucificado, ante las imágenes expectantes de María y San Juan.
Jadraque – Cristo recogiendo sus vestiduras, un óleo de Francisco de Zurbarán que se conserva en la sacristía de su iglesia parroquial, y que es ahora la “estrella” de las visitas turísticas de esta villa alcarreña. Una obra de arte pictórico que a nadie deja indiferente, especialmente por el claroscuro que consigue el pintor extremeño con sus fuertes contrastes, y la vida que ese Cristo joven y asustado tiene entre las telas que se salen del cuadro. La obra fue posiblemente regalada por doña Catalina de Sandoval, la Mendoza que creó el convento de capuchinos de la villa. Lo pintó Zurbarán cuatro años antes de su muerte, en 1661, y sirve también para hacernos meditar sobre la pasión de Cristo en estos días.
Además cuenta Jadraque con otro espléndido Cristo, este crucificado, al que llaman de los Milagros, y que sin poder concretar quien fuera su autor (Pedro de MENA, Martínez Montañés, Gregorio Hernández?) es perfecto en su talla y espectacular en la sensación de dolor que todos sus músculos, su faz herida, y las articulaciones retorcidas demuestran. También acompañamos imagen de este Cristo jadraqueño, que también procede de su antiguo convento de frailes capuchinos, y hoy se admira en una capilla propia de la parroquia.
Alustante – El Nazareno de la capilla de Pedredo y Alonso, obra del siglo XVI, es otra de las joyas del arte que muestra al judío, al hombre de Nazaret, revestido de túnica morada, y sufriente a tope en sus gestos y actitud. El de Alustante es sobrecogedor, porque es todo él de talla sobre madera policromada, con un agobiante escorzo en que mira al cielo mientras está caído en tierra, con la cruz a cuestas. Solo por ver esta talla de Cristo, (aunque también por otra muchas cosas) merece la pena hacer el viaje, siempre largísimo, hasta Alustante.
Molina de Aragón – El Cristo de Santa Clara es una pieza fantástica de arte medieval, muy poco conocida, porque la mayoría de quienes visitan este templo conventual, románico puro, lo hace por el exterior, mirando sus ábside perfecto y su solemne portada de líneas académicas. Pero no tantos entran y visitan la iglesia, en semipenumbra siempre, en la que destacan bóvedas y capiteles limpios y fríos, y en un altar barroco embutido este Cristo de líneas y actitudes góticas, una verdadera joya por descubrir.
Mondéjar – El Cristo de los Judíos. Así lo puedo llamar, porque está en la cripta de la ermita de San Sebastián, en la que se acumulan hasta un centenar de figuras de cartón piedra, realizadas en el siglo XVI por un fraile jerónimo de Lupiana, y que van siendo cuidadas y repintadas periódicamente por la Hermandad del Cristo. A Jesús le vemos en varias escenas, con sus rasgos populares, inocentes pero llenos de pasión, rodeado de los personajes de su historia última. En la fotografía hemos puesto a un Jesús mondejano ocupado en las tareas del Lavatorio de pies de sus compañeros apóstoles.
Guadalajara – Santa María conserva la talla de Cristo Yacente que sale este viernes en la procesión del Silencio. La pieza actual es obra de uno de los mejores tallistas semanasantero de nuestro país en el siglo XX, y que pocos conocen aunque nadie duda, al contemplar su obra, que fue un artista excepcional. Esa joya de la escultura española sale por las calles de Guadalajara llevada a hombros de sus cofrades, e iluminada por hachones que dan continuo brillo al cristo muerto. La talló Fernando Cruz Solís, en 1943, en tamaño natural, sobre madera luego policromada. Oriundo de nuestra provincia, aunque nacido en Sevilla, Cruz Solís talló entre muchas otras maravillas las puertas de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.
También en Guadalajara destacaría el Cristo, que se paseará por las calles del Centro este viernes, del Amor y la Paz, y que en preciosa talla sobre madera cruda se guarda en la iglesia de San Ginés. O el otro que preside el retablo barroco de San Nicolás, y que aunque no sale en procesiones, sirve para admirar el arte exquisito del gran escultor que fue Navarro Santafé.
Apunte
En la provincia quedan cientos de tallas de Cristo, cuadros procedentes de conventos, obras de arte que van desde la más remota antigüedad a nuestros días. Para cualquier viajero que los busque, destino obligado es el monasterio de Buenafuente, y en su capilla de la Fuente Santa admirar la talla del cristo románico más sereno y quizás más antiguo de la provincia.
Muchos se perdieron (mejor dicho, fueron destruidos), en la Guerra Civil. La lista sería larguísima, y el lamento por su pérdida, generalizado sin duda. Mencionar, en su recuerdo, el grupo del Descendimiento de Cristo, existente en Alcocer hasta julio de 1936, y que era una riquísima colección de tallas con influencia del románico catalán; o el Calvario, del siglo XV, que pudo admirarse hasta esa fecha en la iglesia de Armuña de Tajuña.