De Castillos por Galicia

viernes, 29 septiembre 2006 0 Por Herrera Casado

El recientemente celebrado Congreso Nacional de la Federación de Escritores y Periodistas de Turismo, que tuvo por sede la ciudad de Pontevedra, nos permitió a cuantos acudimos a este importante evento la admiración de muchos elementos patrimoniales gallegos, que forman la creciente oferta turística de esta Comunidad. En especial los cascos viejos de Pontevedra y Vigo llamaron la atención de los asistentes. Pero también la fuerza de sus viejas piedras graníticas, retocadas con arte por el hombre, bañadas siempre de historia y tradiciones. Así fueron el conjunto de hórreos de Combarro, el castillo de Sotomayor, o el Museo Provincial de Pontevedra. A lo que habría que añadir la rica gastronomía, basada siempre en los productos del mar de sus rías y las efusiones vinícolas del Salnés. Galicia, en cualquier caso, es destino turístico creciente y seguro.

El castillo de Monterrey, en Orense.

Castillos de hierro y rocas

Decenas de castillos salpican el paisaje de Galicia. De un mundo medieval constituido en feudos que tenían por eje la casa del señor, la altura pétrea y almenada de su bastión férreo. El elemento arquitectónico de la fortaleza medieval, de la alcazaba árabe, del castillo o torreón de defensa y vigilancia, sigue comportando una dosis, creciente ahora, de interés por parte de viajeros y gente que quiere llenar de contenido sus viajes.

Si en Guadalajara el tema es tan atrayente que podemos asegurar que cada día son más los viajeros que acceden por nuestra carreteras a contemplar, exclusivamente, ese centenar largo de castillos que aún quedan en pie (por eso nuestro diario va a sacar próximamente un nuevo coleccionable basado en un extenso catálogo de este tipo de edificios) también en Galicia merece la pena planearse un viaje solo por ver estos extraordinarios faros de memoria y belleza de contornos.

En la tierra celta del noroeste, desde antes de nuestra propia Reconquista, ya se elevaban los castros y castillos por cerros y cumbres. Sería interminable hacer una relación de ellos. Por eso, solamente quiero dar aquí noticia de cuatro especialmente notables, que por sí solos merecerían una visita, pero que pueden servir como complemento a ese “viaje total” a la Galicia que sigue ofreciendo paisajes verdes, comidas únicas, playas sin límite, fiestas increíbles y arte, monasterios, labras heráldicas, callejas húmedas y galerías acristaladas sobre el mar.

Monterrey al llegar

Al adentrarnos en Galicia, si lo hacemos desde Zamora, se atraviesa la provincia de Orense, y al pasar por Verín vemos a la derecha, sobre una altura poderosa, la silueta del castillo de Monterrey. Hay que subir, pasear por ese conjunto urbano (porque al final, en la altura, el viajero comprobará que aquello no es solamente un simple castillo, sino una completa ciudadela fortificada). Le creció hace años, un poco a su sombra, un Parador Nacional, de construcción moderna, que no aporta al conjunto más que la presencia de esos “coleccionistas de estancias en Paradores”, que los hay, y que de paso visitan el castillo.

Este monumental conjunto fortificado, en que se asentaron los linajes de los Ulloa, los Zúñiga, los Viedma, los Fonseca, los Acevedo y los Duques de Alba, fue enclave estratégico desde la Edad Media en la frontera con Portugal. La acrópolis más grande de Galicia está formada por tres recintos amurallados sobre una alargada loma. En el recinto superior se encerraba la población medieval, conservándose el palacio renacentista, la torre del Homenaje del siglo XV, la Torre de las Damas, los restos del hospital de peregrinos y la iglesia gótica de Santa María. Estas construcciones se deben en gran medida a don Sancho Sánchez de Ulloa, primer Conde de Monterrey en tiempo de los Reyes Católicos.

En la Edad Moderna se construyeron dos recintos abaluartados que encerraban los conventos de franciscanos y jesuitas, bajo la dirección de los ingenieros militares de Felipe IV, Juan de Villarroel y Carlos de Grunemberg. La función militar del conjunto fortificado, se complementó con la  importante vida cultural de la pequeña corte nobiliaria, en la que se imprimió el primer incunable gallego y se impartía docencia en gramática, artes y teología.
Los torreones, los grandes muros, las rampas y fosos, los escudos tallados, los arcos nobles, todo en Monterrey da sensación de solidez, de inmanencia tras el paso de los siglos. El castillo, la iglesia, los palacios y conventos, las viviendas de los siervos, en medio de un espeluznante silencio, le dan al viajero la auténtica sensación de haber vuelto a un siglo lejano y viejo. Entre todo, quizás lo que más poderosamente llama la atención es ña iglesia parroquial de Santa María, que fue construida entre los siglos XIV- XV, con una sola nave cubierta de madera y ábside rectangular con bóveda de crucería, y que tras su portada gotizante, con un tímpano presidido por Cristo y el Tetramorfos, ofrece al viajero un bello retablo gótico de piedra en el interior.

Sotomayor en la noche

Uno de los actos del Congreso de Escritores y Periodistas de Turismo tuvo lugar en el castillo de Sotomayor, hoy perteneciente y administrado (cuidado con mimo, además) por la Diputación Provincial de Pontevedra. Se trata sin duda de una de las fortificaciones más notables de Galicia, que se encuentra situado en el centro geográfico del Concejo del mismo nombre, equidistante de Vigo y Pontevedra, llegándose con facilidad desde un desvío que sale de la carretera entre ambas ciudades, a la altura de Arcade. Desde su imponente altura, rodeada de bosques densísimos (aunque este mes de agosto fue afectado por la oleada de incendios) se ven los valles ricos en producción agrícola, imaginando sin esfuerzo como sería paisaje, construcción y entorno en los siglos de su nacimiento, allá por el tiempo feudal.
Su construcción primera data del siglo XV. Fue don Pedro Alvarez de Sotomayor, más conocido como Pedro Madruga, quien desarrolló el edificio, que siempre perteneció a esa familia, hasta que en el siglo XIX, muy abandonado y medio en ruinas, lo adquirió la familia de los marqueses de la Vega de Armijo, que lo restauraron y adecentaron tomando las bases de su construcción medieval y añadiéndole elementos, especialmente al interior, de la arquitectura y decoración romántica. Se le pusieron en torno los jardines, una capilla, y los dueños llegaron a invitar al Rey Alfonso XIII, que lo visitó en cierta ocasión. Por motivos políticos la familia lo tuvo que abandonar (la marquesa de Ayerbe, considerada de ideas revolucionarias, y su marido el doctor Lluria, cansados de recibir dificultades lo dejaron caer) y casi en total ruina lo adquirió la Diputación Provincial de Pontevedra, que lo ha remodelado y usa como lugar de cultura, recepciones, centro horticultor, museo de la naturaleza y las hortensias, etc.
Como edificio, ofrece formas medievales y neoclásicas, románticas y renacentistas. Grandes torres y galerías neogóticas arropan estancias de altas bóvedas y escaleras de caracol. En todo caso, Sotomayor es un lugar que el admirador de los grandes castillos no debiera perderse nunca.

El castillo lucense de Pambre

Hoy en día es un castillo de propiedad privada, que solo en circunstancias especiales puede ser visitado. Así y todo, merece verse, porque es sin duda una de las construcciones militares medievales mejor conservada de Galicia.
Construido, a finales del siglo XIV por don Gonzalo Ozores de Ulloa, sobre un escarpado peñasco a orillas del río Hambre, que ejerce de defensa natural, durante años fue escenario de las luchas, primero entre Pedro I y Enrique de Trastamara y después entre la nobleza y el arzobispo de Santiago, Don Alonso de Fonseca y Acevedo. Después de pasar por manos de los Ulloa, en 1484, pasó a propiedad de los condes de Monterrey. En 1895, el duque de Alba vendió la fortaleza a José Soto, vecino de Palas de Rey, por 27.000 ptas. Por último, después de pertenecer a la familia Moreiras Blanco desde 1912, en la actualidad es propiedad de D. Manuel Taboada Fernández, conde de Borraxeiros.
La muralla exterior, adaptada a la configuración del terreno, tiene un espesor de 2 a 2,5 m. llegando en la zona de la puerta a los cinco metros. Esta puerta de acceso tiene arco de medio punto con el escudo de armas de la familia Ulloa en la clave. A la derecha de la entrada se encuentra la capilla de San Pedro construida a finales del siglo XII. El castillo es de planta cuadrada, con cuatro torres situadas en los vértices, lo que le confiere su agradable estampa desde la lejanía, rodeado de verdes espesuras por doquier.
En el centro de la fortaleza se alza la torre del homenaje que tiene planta cuadrada y tres alturas. La primera es ciega; la segunda se eleva unos cinco metros del suelo y existen vestigios que permiten imaginar un puente interior que comunicaría esta planta con la muralla, a través de una puerta con arco apuntado y escudo de armas de los Ulloa; en la tercera planta hay un ventanal de arcos apuntados. Todas las torres están almenadas en voladizo con almenas en punta o triángulo. En definitiva, un precioso espectáculo, mezcla de naturaleza y arte, el que puede admirar el viajero llegando a Hambre, en el camino hacia Santiago.

En Rivadavia el castillo de los Sarmiento

Tiene Rivadavia muchos elementos que hacen atractiva su visita. Además de su emplazamiento en la ribera boscosa del río Miño, ya ensanchado, junto a la desembocadura del Avia, y de su bien conservada judería, la mejor de España, añadido de la Feria Medieval más genuina de Galicia, debemos mencionar su espléndida fortaleza. Todo la hace merecedora de una parada en cualquier viaje, sea cual sea el destino.
La construcción de este castillo data de la segunda mitad del sigo XV, aunque la fortificación completa de la villa es más antigua, del XIII. El territorio, el enclave y el señorío fueron entregados por el rey Enrique II de Castilla a don Pedro Ruiz Sarmiento quien luego recibiría el título de conde de Ribadavia
En lo más alto de la medieval villa, su puerta principal consta de un arco semicircular y puerta corredera en la que destacan tallados en granito los escudos de los Sarmiento y Fajardo. Fue abandonado en el siglo XVII, cuando los condes de Ribadavia fijaron su residencia en el palacio que luego llevaría su  nombre (Palacio de los Condes), que aún se ve en la plaza mayor, aunque estaba comunicado con el castillo a través de una puerta. La muralla de Rivadavia se conserva casi íntegra, y podemos hoy ver 3 de sus 5 puertas: la Puerta de la Cerca (puerta de entrada al castillo), la Puerta Nueva (camino al río) y la Puerta Falsa (la del camino al molino).
En todo caso, y como colofón a este breve apunte de caminos y fortalezas, recomendar Galicia como destino turístico, porque en ella se puede encontrar, y a raudales, todos los elementos que hoy busca el viajero y quien quiere cambiar de aires y ver cosas interesantes: si el paisaje fue siempre el pionero de los valores patrimoniales gallegos, y que está perdiendo a manos de unos cuantos cientos de insensatos, al menos sigue mostrando enhiestos sus baluartes castilleros, sus enjoyadas catedrales, sus mínimos y tiernos hórreos.