Visitando los techos de la catedral seguntina
La memoria de un tiempo pleno, cuajado de ideas, de impulsos y hallazgos, está reflejada sobre la piedra construida de una catedral, la de Sigüenza. A mediados del siglo XVI, cuando el Renacimiento de las ideas y de la dignidad del Hombre se va abriendo paso con lentitud y firmeza, algunos escritores, unos pocos clérigos, y bastantes artistas, toman de los libros que empiezan a circular (al principio como un artículo de lujo, y luego ya con toda libertad y alcances) las fórmulas para entrar en un mundo nuevo: un mundo que al dictado de algunos ignotos pensadores italianos, o del flamenco Erasmo de Rótterdam, trata de consolidarse sobre la idea de que cualquier hombre puede encontrar, si se mira con atención, el universo entero en su corazón y en su mente.
En el impulso constructivo, renovador de formas, que se centra por templos y palacios, a la catedral de Sigüenza le tocarán los mejores elementos de la provincia. Es lógico, puesto que es el lugar donde más posibilidades hay de hacer cosas nuevas, y donde más presupuestos existen, y más generosos, para levantar y experimentar.
Durante el episcopado de don Bernardino López de Carvajal se levantan los mejores ejemplos del Renacimiento en la catedral. Este obispo, que nunca llegó a aparecer por la Ciudad Mitrada, ya que vivió siempre implicado en los asuntos vaticanos, dio sin embargo dinero para construir retablos, estancias y obras públicas. Su sucesor, don Fadrique de Portugal, hizo lo mismo, y en competencia con ellos, el Cabildo de la catedral también se esmeró en propiciar novedades constructivas y decorativas.
La sacristía de las Cabezas
Cuando avanzamos por la nave izquierda, del Evangelio, de la catedral de Sigüenza, una vez pasado el resplandor central del crucero, entramos por el oscuro pasadizo de la girola. Tras dejar a un lado la puerta de la sacristía vieja, y el enterramiento pegado al muro del primer obispo don Bernardo de Agen, se abre la puerta de la sacristía nueva, de la llamada comúnmente “sacristía de las cabezas” en homenaje a la decoración que puebla sus bóvedas.
Se esconde su portada en una oscuridad que no merece, ya avanzado el tránsito por la girola. La fachada, en piedra, de estilo manierista, fue construida en 1573‑74, por Juan y Pedro de Buega, bajo la dirección del arquitecto Juan Sánchez del Pozo, que fue el diseñador de toda la girola. En su parte alta sobresalen las tallas de algunos apóstoles, y San Antonio Abad en el centro. Los batientes de la puerta, en nogal tallado, obra del maestro Pierres en esa misma época, forman un conjunto iconográfico de interés, por cuanto muestran colocadas en casetones, talladas en mediorelieve, las figuras de 14 vírgenes y mártires, puestas en este lugar como una prefiguración de la puerta de la Gloria que es lo que viene a significar el interior.
La sacristía de las cabezas de la catedral seguntina, que ha sido calificada entre las más impresionantes obras de la arquitectura del Renacimiento europeo, es una gran estancia rectangular, en cuyos lados mayores se abren amplias hornacinas, en las cuales se alberga la cajonería con talla profusa, magnífica, plena de figuras y simbolismo. Merecería hacerse un detallado estudio de la simbología y mensajes que esas tallas de madera sobre cajones y aparadores llevan. Es uno de los elementos que aún permanecen arcanos en el conjunto catedralicio.
En las enjutas de los arcos que forman los muros de la estancia, aparecen enormes medallones representando bustos de profetas y sibilas. Todos son preciosos elementos escultóricos que completan el conjunto. Algunas imágenes aparecen junto a estas líneas, realizadas recientemente con la autorización generosa del Cabildo. Entre esos medallones, hay pilastras adosadas y rematadas de bellísimos capiteles. Sobre la corrida cornisa se inicia la gran bóveda, de medio cañón, seccionada en cuatro partes, en las cuales aparecen varios centenares de casetones circulares, bien alineados, ocupados por rosáceas y cabezas humanas, estas últimas todas diferentes, provistas de una expresividad increíble, debidas a un verdadero genio del arte: Alonso de Covarrubias, que fue el diseñador de este recinto, aunque la talla directa se hizo, años más tarde, hacia 1550, por Martín de Vandoma, que en esta pieza se consagró como un consumado artista. Muchas de estas cabezas (hay 304 en total) son retratos de personajes de la época, incluyendo al Papa, al Emperador, a la mujer de éste, a diversos canónigos, cardenales, oficiales del templo, etc.
Y ese es otro de los trámites que le quedarían por descubrir a quien se enfrentara con un espíritu analista y erudito a la estancia eclesiástica, tratando de ver en ella algo más que la belleza de proporciones y adornos. Hay un mensaje en esa bóveda que nadie ha dejado escrito. Porque en los documentos del archivo capitular figuran los nombres de los canónigos que decidieron su construcción, y aún de quienes quedaron encargados de trazar el orden de los adornos a poner en ella, pero en ninguna parte ha quedado escrito, o al menos no se ha encontrado todavía, el por qué de esa distribución, de tantas cabezas. Sin duda se está representando en la bóveda una perspectiva de “gloria” para los bienaventurados, dando por supuesto que en el ámbito sagrado de un templo, las bóvedas son la imagen consistente de la Gloria, y quienes ocupan los techos, están asentados en ella. O van a estarlo, porque en esta sacristía de las cabezas de Sigüenza, hay sin duda personajes vivos representados. El jefe del Estado, el emperador Carlos, entre ellos.
La capilla del Espíritu Santo
Aún puede el viajero que acude a este lugar, admirar otra estancia espectacular. Frente a la entrada de la sacristía, se abre la capilla del Espíritu Santo o de las Reliquias, guardada por la más bella reja del templo, obra del conquense Hernando de Arenas, labrada a expensas del obispo Fernando Niño de Guevara, cuyo escudo aparece forjado y policromado en ella. La capilla es una estancia de planta cuadrada, en la que luce un completo programa iconográfico, todo él argumentado en infinidad de tallas que lucen con profusión por muros y cúpula, viniendo a dar la imagen de la Iglesia, concebida como un edificio en el que los gentiles aparecen (como estípites) sosteniendo con sus brazos los arcos donde medallones con efigies de profetas y angelillos con los símbolos de la Pasión, mantienen a su vez la gran cúpula, que descansa sobre medallones con los cuatro Evangelistas en las pechinas y numerosos casetones con efigies de santos en la bóveda, rematado, por encima de la linterna, en la figura de Dios Padre y del Espíritu Santo. En las hornacinas y altar de las reliquias, se conservan también obras capitales del arte seguntino, entre ellas la gran Custodia procesional de plata y varios cuadros interesantes. En la sacristía no deben dejar de admirarse los batientes de madera de la ventana del fondo, con tallas bellísimas de los Evangelistas y Padres de la Iglesia, obra del maestro Pierres, también mediado el siglo XVI.
Conocer la Catedral
Para conocer mejor esta sacristía, sus autores, su construcción, sus detalles, así como muchos otros elementos que confieren a la catedral seguntina el grado de monumento merecedor de atenta visita, hay algunos libros que conviene llevar leidos, o como guía de viajero, para sacarle el provecho máximo. Cuando se va a visitar monumentos, con el tema previamente sabido, el provecho del viaje es máximo.
El canónigo seguntino don Felipe Peces Rata es quien ha escrito un libro interesante, titulado “La Fortis Seguntina” que editado por “Escudo de Oro” de Barcelona, que ofrece con fotografías en color el detallado catálogo de lo que contiene la catedral. Un viejo libro, sin duda el mejor de todos, que en 1954 editó “Plus Ultra” de Madrid, es el titulado “La Catedral de Sigüenza” de quien fue su capitular también, don Aurelio de Federico. Más moderna y actual es la obra de quien esto escribe “Sigüenza, una ciudad medieval” que ha editado “Aache” de Guadalajara y lleva ya más de cinco ediciones en los últimos años.