Hita en clave de Quijote
Este año se celebra el 45º Festival Medieval de Hita. Será mañana sábado, 2 de julio, a partir de las 11 de la mañana, todo seguido hasta la madrugada, cuando acabe la Fiesta del Fuego y el sonar de la Música Celta. El Festival Medieval de Hita es hoy como una celebración anclada en la tradición más remota, como una Navidad en verano, como una Semana Santa de pespuntes profanos. Nadie casi, de entre los vivos, se acuerda ya de cómo empezó esto. Solamente quien lo creó, el mismo que hoy lo mantiene, que lo dirige, que lo revive: el profesor don Manuel Criado de Val, que es él mismo una leyenda viva, y que, milagrosamente, y ojalá todavía por muchísimos años más, es quien le pone el toque de seriedad literaria, de ánima vibrante y engarzada en la perenne vitalidad de la historia, del idioma, de la tradición cierta.
La justa medieval
En la jornada de mañana, Hita vivirá el mercadillo tradicional de productos artesanos, los juegos malabares por sus calles, el sonar amelódico de los cencerros de las botargas, y a la tarde revivirá los torneos caballerescos, el combate de don Carnal y doña Cuaresma, las justas a caballo y a pie, el desfile y alarde de los caballeros… el color y la música del Medievo, que ahora se repite por cien lugares de España, suena en Hita a entero y verdadero, a jugo cierto: es el Festival Medieval más veterano, y mejor llevado de todo el país.
Entre los elementos que componen la jornada, uno de ellos, de los más impresionantes, son los torneos. Para aquellos que no conozcan a fondo el tema, debo decir que no es la misma cosa la justa que el torneo. Ambos son herencia de una costumbre muy antigua, de aquellos combates de gladiadores en los circos romanos, y es posible que incluso más antiguos. Incluso los griegos realizaban escenificaciones de luchas de hombre a hombre: en la guerra de Troya, todos recuerdan el duelo que mantuvieron Aquiles y Héctor.
Por decir las cosas con celeridad y limpieza, la justa se basaba en un combate de hombre contra hombre, mientras que en el torneo se enfrentaban hasta varias cuadrillas de caballeros. En las justas, dos caballeros cubiertos con sus armaduras y dotados de todas sus armas, montados sobre caballos, se embestían, lanza en ristre, aunque estas lanzas eran de las llamadas «de cortesía”, lo que quiere decir que eran lanzas sin hoja de acero en la punta. En cuanto a las espadas, sus filos habían sido previamente embotados. La costumbre decía que una justa se constituía con tres combates, o los que fueren necesarios, hasta que uno de los contendientes rompía por tres veces la lanza al adversario, o le echaba al suelo y le ponía la espada sobre la cara. Si se me permite el símil, era como un torneo de tenis: se podía ganar por 3-0, por 3-1 o por 3-2. En este último caso, en el que los dos contendientes llegaban al quinto encuentro empatados a victorias, la emoción subía de tono. Tras un enfrentamiento entre dos caballeros, el que hubiera perdido ya se retiraba, pero el vencedor tenía a continuación que enfrentarse a otro caballero contendiente. Así, hasta que se proclamaba un único vencedor, entre todos los que se habían atrevido a participar. ¿Os suena a algo, hoy en día, este modo de entetenerse? Hubo ocasiones en que las justas duraron varios días, y eran acompañadas de cenas y bailes nocturnos en los castillos o palacios.
Los torneos consistían en combates de un grupo de jinetes contra otro grupo, todos ellos montados a caballo. De igual manera que en las justas, todos los caballeros utilizaban armas «corteses», esto es, no susceptibles de provocar la muerte o heridas graves. A pesar de estas precauciones, no eran raros los casos en los que, al menos uno, o varios caballeros, quedaban heridos o muertos, por lo que la Iglesia acabó por condenar estos ejercicios militares. En Castilla casos hubo en que algún rey murió participando en uno de estos torneos caballerescos y festivos. Carlos V organizó en Valladolid, en el año 1518, un torneo entre nobles flamencos y castellanos y la fiesta finalizó arrojando un gran número de muertos y heridos.
Durante la Edad Media, el entusiasmo y la pasión por este tipo de fiestas fue muy grande en todas las capas sociales. Se hacían apuestas de dineros en favor de uno u otro contendiente y por supuesto las damas participaban, con su presencia y sus “nervios” en la organización de las justas, pues todas tenían “su caballero” que las admiraba y las dedicaba sus triunfos. Los torneos se hicieron muy populares en toda la Europa Occidental, y se establecieron incluso Fueros a ellos destinados, como el de Soria, o las Partidas.
Durante la Edad Media, hubo muchos “caballeros justadores” que recorrían las ciudades, e iban de corte en corte, buscando ocasiones en las que lucirse en el manejo de las armas. Cuando se enteraban de un determinado lugar en donde se iban a celebrar este tipo de fiestas, allí acudían, cruzándose desafíos entre ellos. Los naturales del país o la ciudad, donde se iba a llevar a cabo el torneo, ponían todo su empeño en derrotar a aquellos otros llegados de otras tierras, apareciendo como una honra nacional el derrotar a los caballeros extranjeros.
Una variante de la justa fue el denominado Juicio de Dios. En este caso, ya no se trataba de una fiesta, sino de un combate a muerte. El hecho sucedía cuando entre dos caballeros se sostenía un litigio de gran importancia en el que estaba en tela de juicio la inocencia o culpabilidad de uno de ellos en algún hecho vergonzoso. Cuando estos caballeros, al pedir justicia, acudían al Rey, este podía establecer la celebración entre ellos de este combate, al que todos consideraban como el juicio infalible, más alto que el del Rey: era el juicio de Dios lo que se pedía. Entonces se enfrentaban con todas sus armas, sosteniendo una ferocísima lucha, pues era a muerte: si uno de ellos caía herido al suelo, ya sin posibilidad de usar las armas, el vencedor gozaba del privilegio de rematarlo, pero si el vencido se declaraba públicamente culpable, y el tiunfador se daba por satisfecho, normalmente le perdonaba la vida. Este desafío a muerte, que después cuajó en el romántico duelo con pistolas, fue siempre prohibido por la iglesia, y los participantes en el mismo perseguidos por la justicia.
La tarde de mañana, en el palenque de Hita, revivirán en clave de representación y juego de memoria, estos hechos medievales, que hoy nos parecen tan lejanos, pero que laten aún, quiérase o no, en el alma de todos.
El profesor Criado de Val
Aunque nacido en Madrid, es oriundo de Rebollosa de Hita, de donde era su padre. Fue creador del «Festival Medieval de Hita», en 1961,y en él ha puesto, año tras año, la imagen literaria, etnográfica y vital del Medievo castellano, presentando además sus innumerables obras teatrales y sus adaptaciones a la abierta escena de la plaza de los clásicos de la literatura castellana, española y universal.
Fue director de la Sección de Estudios Gramaticales del Instituto «Miguel de Cervantes» del CSIC, y director de publicaciones filológicas como «Boletín de Filología Española», «Español Actual» y «Yelmo».
Autor de numerosos libros, entre los que destacan «Teoría de Castilla la Nueva», «Historia de la villa de Hita y su Arcipreste», «Fisonomía del Español y de las lenguas modernas», así como creador y director del programa de TVE «El espectador y el lenguaje». Está a punto de ver editado, en la cima de su vida, el capital estudio “Don Quijote y Cervantes, de ayer a hoy” en el que vuelca todo su saber sobre la obra cumbre de la literatura castellana, y sus mil entronques con el resto de los escritores castellanos.
El Profesor Manuel Criado de Val, conocido investigador de la lingüística castellana y de la literatura medieval y clásica de España, es quien ha promovido los estudios de Caminería Hispánica, habiendo sido organizador y director de los siete Congresos Internacionales que sobre esta materia se han celebrado hasta ahora. Entre sus numerosas obras publicadas figuran los siguientes libros: Fisonomía del español, Teoría de Castilla la Nueva, Gramática española y comentario de textos, Estructura general del coloquio, Historia de la villa de Hita y su Arcipreste, Diccionario del español equívoco y La imagen del tiempo: verbo y relatividad.
La Venta del Milagro
La obra que se representa mañana en Hita, alas 10:30 de la noche, está escrita, construida y dirigida por D. Manuel Criado de Val. Esto es lo que él mismo nos ha dicho sobre ella: Es esta una obra en la que aparece la cara positiva del Quijote, la apoteosis de su triunfo, la apología de su espíritu idealista. Corresponde a la segunda parte del libro cervantino, aunque hay en ella recuerdos a la primera. Don Quijote ya es un personaje popular y al cabo de su deambular al azar encuentra el reconocimiento oficial y público de su Orden de Caballería Andante. En realidad, Cervantes nunca dejó de ser autor de libros de caballerías y en la versión escénica acaba convirtiéndose en su defensor y apologista. Se nivelan caballero y escudero, pero también el propio Cervantes, representado por el Caballero del Verde Gabán y su hijo, olvida su primitivo escepticismo. Los objetivos fundamentales del caballero van a cumplirse: el desencantamiento de Dulcinea, que acaba con la zafia imagen creada por Sancho y el triunfo final de la Orden de Caballería Andante, que no es una empresa tan disparatada como para poder considerarla fruto de la locura. Sería uno más de los numerosos “arbitrios” de los que tanto se burlan los autores de la literatura picaresca.
En última instancia, en resumen, la contraposición entre el triunfo del hidalgo-caballero de La Venta del Milagro, frente al desengaño, la injusticia y el fracaso, que son las notas distintivas de la versión escénica de Don Quijote no es Caballero, coinciden en la combinación indefinible de la ensoñación, la locura y la realidad.
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