Lectores y libros alegran el Jardinillo de Guadalajara

viernes, 13 mayo 2005 0 Por Herrera Casado

 

Ha vuelto a florecer la primavera del libro en nuestra ciudad. Suele ser como la de las acacias, breve y olorosa. Este año va a ser más larga, porque va a durar más días. Así tendrá más olor, dejará más recuerdos. Desde el pasado día 19, hasta el próximo martes 31, el libro tiene su variedad de color y sabores puestos en El Jardinillo de Guadalajara. Una tradición que se rompió sin darnos cuenta, y que de nuevo el Ayuntamiento he recobrado.

El libro, la pieza imprescindible por donde pasa la cultura, por la que los ojos se extasían y el tacto se hace mayúsculo. Me siento orgulloso de pertenecer a ese mundo del libro, de fabricar algunos, de promover su uso y su disfrute. Y no pararé, mientras viva, de alentar a todos a que lean, a que tengan libros, a que los miren y los palpen, a que los hagan sus amigos.

La tradición de la Feria del Libro en Guadalajara es todavía mínima. Es más antigua la del ganado (y ya no lo hay) o la de los toros corriendo por la “Carrera”, que ahora lo es de astados y antes, muchos siglos hace, lo fue de caballos y caballeros. Pero nunca es tarde para recuperar una dicha. Y esta es la hora del libro. En el Jardinillo se concentran estos días los libreros (los más animosos solamente), los escritores, algún editor que otro, y al fin los lectores (que en el nuevo idioma de la administración serán “usuarios de libros”) a mirar y oler, a palpar y leer, a charlar con gentes que conocen, o les suenan, o simplemente a encontrarse.

En esta propuesta hecha desde diversos ángulos (Ayuntamiento, Asociación de Libreros Cervantes, Patronato Municipal de Cultura) se nos ofrece a todos su mensaje: y es que leer no es malo, que los libros no son enemigos, que el saber no ocupa lugar y que sólo adentrándonos en los caminos del conocimiento podremos llegar a ser (o a intentarlo) sabios, bondadosos y perfectos.

Guadalajara, puerta del libro

Aunque en Guadalajara se imprimieron libros desde poco después que Gutenberg ideara sus sistema, la constancia fidedigna, y concreta (tanto que aparece una imagen de su portada junto a estas líneas) de haber sido impreso un libro en nuestra ciudad es de 1564, cuando el propio duque del Infantado, el cuarto de la lista, don Iñigo López de Mendoza, mandó venir de Alcalá a dos famosos impresores, técnicos reputados en sus días como perfectos conocedores de los tórculos, para que en las salas bajas de su palacio montaran el sistema necesario de prensas, tipos y papelería con que poder dar vida a su creación literaria, la única hoy por hoy conocida: el “Memorial de Cosas Notables”, un polimorfo sucederse de anécdotas clásicas, paralelas vidas y decires de sabios antiguos. Pedro de Robles y Francisco de Cormellas dedicaron su esfuerzo y su paciencia a dar vida a este que podemos decir es el primer libro impreso en nuestra ciudad, allá por las mediadas calendas del siglo XVI. )Y el último? Ni me atrevo a escribir su título, porque estoy seguro que cuando estas líneas aparezcan en *Nueva Alcarria+ ya habrá otro más nuevo entre las manos de los lectores alcarreños. A tal velocidad se escribe hoy, se publica y se comenta lo que sale, que no pasa una semana sin que contemos los lectores alcarreños con alguna publicación novedosa que trate de Guadalajara, que esté firmada por algún autor alcarreño, se haya hecho una presentación en la Sala Tragaluz o en la Biblioteca de Investigadores de Diputación…

Basta pararse un momento, y echar las cuentas de lo que se publica en Guadalajara, comparando número de libros aquí surgidos con población total de la provincia, para darse cuenta que estamos a la cabeza de todas las demarcaciones españolas. Con tiradas reducidas, no mucho menores que en otras partes, pero con abundancia de temas, con variedad alentadora de propuestas: surgen los libros de historia (porque Guadalajara la tiene tanta, tan interesante y densa); de arte, recogiendo siluetas de su patrimonio abundante; de poesía, en efusión generosa de sus poetas y poetisas, que tan bien se afanan en entregarnos sus ideas y sus palabras bien medidas; de teatro incluso, con la recogida de textos de autores antiguos y de ganadores modernos en los concursos municipales. Cualquier alcarreño que se lo proponga tiene decenas de ofertas en las que encontrar la huella de su tierra, de sus antecesores, o de sus contemporáneos amigos, en libros de variado pelaje y vestimenta. Todo es proponerse encontrarlos, y recibir el favor de su compañía.

Escritores de raza alcarreña

Esta hazaña, digna de figurar en los anales de nuestra historia íntima (de nuestra “intrahistoria” como diría Unamuno) no ha sido un rayo que haya caído del cielo, ni surgido como del encanto de un hechicero. Ese milagro se ha hecho gracias a la tenacidad de muchos: de sus escritores (que los hay, y muy buenos). De los editores (menos son, pero con más moral que el Alcoyano). Y de los libreros, que en esta ocasión han demostrado que están dispuestos a poner en la calle su mercancía para que los alcarreños no se queden sin esta tradicional Fiesta del Libro, la que ofrece todo: caro, barato, nuevo y viejo, recortable de papel y quijote universal. Una mezcla que ha resultado ser muy beneficiosa, estimulante y, sobre todo, completa para quien es realmente el objetivo final de editores y libreros: el lector auténtico.

Esta primavera, y en esta Feria del Libro que se está celebrando, ha habido novedades interesantes salidas de la mano de algunos alcarreños. Con profusión de medios ha sido dada a conocer la primera obra poética de Pablo Llorente. Su libro, “Rápida caravana” ha sido elogiosamente comentado por todos, pues en sus páginas queda fraguada la poesía intelectual y vivida, la que nace del viaje, del sufrimiento y la admiración por el mundo en torno. Una portada bellamente minimalista y unas ilustraciones de la joven alcarreña Sandra Gobet completan este libro hermoso, aún caliente y latiente.

Libros de historia nos han llegado, como el que firma un veterano, Juan Manuel Abascal Colmenero, que nos ha ofrecido su “Historia de Tomellosa”, o el jovencísimo investigador Juan Carlos Berlinches Balbacid, que con su obra “La rendición de la memoria” nos ha puesto, de sopetón, sobre la mesa, aquel escalofrío que nadie quería decir de los 200 juicios sumarísimos del franquismo sobre los represaliados de Guadalajara. Aún el ya fallecido jadraqueño Luis Enrique Esteban Barahona nos ha vuelto a la memoria con su “Historia de Guadalajara en el primer tercio del siglo XX”, obra póstuma y memorable, ahora al alcance de todos, y aún el grupo Paraninfo, formado por los jóvenes Juan Laborda, Alfonso Herrera y Cristina Botías nos han alegrado los ojos y los antiguos saberes cono esa alegre “Guadalajara, ciudad abierta” que entre AACHE y el Patronato Municipal de Cultura han lanzado para que nuestra ciudad sea mejor conocida.

Oferta de sol y gentes

La Feria del Libro de Guadalajara, la primavera de los libros, ha nacido y aún vive en el Jardinillo. Larga pero renovada cada día, estará abierta hasta el próximo martes día 31. Han firmado ejemplares algunos autores (García de Paz, con su conocida obra “Patrimonio Desaparecido de Guadalajara” y Berlinches Balbacid con sus cuentas de juicios y condenas) y los más pequeños se han divertido en el Taller de Pintura que la editorial “El Mundo de Papel” ha montado cada tarde entre las acacias del Jardinillo. Los escritores que aún están por crecer se han atrevido a concursar en la propuesta de UROSA en su primer certamen de Microrrelatos, y la obligada visita a los quijotes de AEDO ha hecho aún más universal y cercana la presencia del caballero manchego. Me consta que hace unos días se las vió y se las deseó para ofrecer quijotes en diversos idiomas a una numerosa excursión de visitantes extranjeros que andaban mirando Guadalajara y se quedaron asombrados de la oferta bibliográfica que estaba nacida y cantando en el centro de la ciudad.

Un entorno de cultura y arte

La Feria del Libro de Guadalajara, a la que el Concejal de Cultura Jorge Badel ha querido dar el “número cero” de su nueva serie, que va a cuajar con seriedad y permanencia, asienta en el mejor espacio que tiene la ciudad para el reposado andar y mirar: en la plaza del Jardinillo, allí donde un edificio modernista (el del Banco de España) charla cada día con el templo barroco de los jesuitas (San Nicolás) y el palacio renacentista de los Condes de Coruña.

En ese ambiente de cordialidad y cultura se mezcla el arte de los viejos libros con la propuesta insolente de las nuevas publicaciones. Todos cuantos han ido (y han sido ya miles de personas las que se han agolpado ante los mostradores) han sido unánimes al calificar esta Feria como un sonado éxito. Escritores que han firmado ejemplares de sus obras, niños que se han pasado tardes dibujando ante el stand de “El Mundo de Papel”, amantes de las viejas postales, los álbumes de cromos, o las novelas de “primera edición”, sin olvidar a cuantos buscan libros y más libros sobre su tierra, sobre Guadalajara, han visto cuajar el sol en los altos muros de palacios y templos, mientras la acacia florida del rincón, escoltada del afilado grito de Sobrino y el sintridentino pose de Neptuno, han puesto el contrapunto de esta fuga de libros y primaveras. Todo un acierto del Ayuntamiento, al que desde aquí felicitamos.