Alquézar, un castillo en Aragón

viernes, 5 noviembre 2004 1 Por Herrera Casado

Alquézar es una forma toponímica que viene a significar, una vez más, “la fortaleza”. Deriva del al-qsar árabe, denominación de la que han derivado en castellano tantos “alcázar” y tantos “Alcocer”. Fue su fundador Jalaf ben Rasid ben Asad, en los inicios del siglo IX, y desde entonces culmina la gran roca defensiva de los caminos del Somontano hacia el Pirineo. Se levantó la fortaleza y su aneja población como fuerte defensa ante el cercano territorio cristiano del Sobrarbe, y hoy sigue ofreciendo las perspectivas totales de una villa medieval, cuajada de memorias de siglos pasados, presididas todas por este castillo, apoyadas por su colegiata, su museo, y sus caserones y palacios.

Alquézar se sitúa sobre un imponente cortado rocoso, bajo el cual corre el río Vero, que antes ha dado en su estrechísimo curso un buen número de espacios para la práctica del deporte de bajada de cañones rocosos.

En Alquézar el viajero se siente transportado a otro tiempo lejano, a la Edad Media sin duda: en lo alto está la Colegiata románica, incluida en lo que fue el castillo de construcción musulmana. Y abajo el caserío en el que se encuentran las casas apiñadas, aleros y balconadas de especial bravura. Son muy curioso los numerosos pasos en alto, que le conceden un carácter defensivo (según una tradición, se podía cruzar la villa sin necesidad de pisar la calle, a través de estos pasos elevados). Decenas de profundos portalones en los que campean los escudos de armas de los hidalgos antiguos, se ven esculpidos en la oscura piedra. Y en su Plaza Vieja o de Mosén Rafael Ayerbe, nos sorprenden las múltiples soluciones constructivas para los soportales, en los que durante cientos de años se han ido celebrando los mercados semanales.

Al viajero le interesa especialmente el alto castillo y su entraña Colegiata de Santa María la Mayor, un recinto fortificado en el que se encuentran las construcciones más antiguas conservadas. Su situación garantiza su inexpugnabilidad pues se alza sobre una altísima cresta rocosa con un único acceso amurallado, mientras que en los laterales la defensa se consigue por la protección natural del acantilado abierto por el río Vero.

En 1099, el rey aragonés Sancho Ramírez dotó a Alquézar de una comunidad de canónigos agustinos, y con este motivo se construyó una iglesia colegiata románica de la que se mantiene el viejo claustro decorado con hermosísimos capiteles historiados. Aunque con muchos detalles góticos, este claustro es románico en su origen, y en sus muros puede contemplarse un ciclo de pinturas murales que narran escenas de la infancia de Jesús. Al claustro se abrieron en los siglos XVI y XVII varias capillas, de las que merece destacarse la que da acceso al campanario.

En la primera mitad del siglo XVI se construyó la actual Colegiata de Santa María, obra de Juan de Segura, autor también de la Seo de Barbastro.

Alquézar tiene, pues, todo el sabor del Medievo aragonés, y su visita es obligada para cuantos quieran conocer un espacio con todo el sabor de la España profunda y verdadera. En el que, además, se van a encontrar con todo tipo de modernos alojamientos para poder hacer estancia: hoteles, casas rurales, camping, más restaurantes y tiendas de artesanía. Una visita inolvidable, sin duda, en la norteña extremidad, -la de Huesca-, de Aragón.