La ciudad pide un Museo
La mayoría de las grandes ciudades españolas, disponen desde hace tiempo de un Museo de la Ciudad, una especie de grandioso “album de fotos” en el que se reúne todo cuando a lo largo de los siglos ha definido el ser de esa ciudad. Madrid dispone uno, fantásticamente montado, en la plaza de San Andrés: es el ”Museo de San Isidro”; y otro, el “Museo de la ciudad”, en el número 140 de la calle Príncipe de Vergara. Barcelona dispone de su “Museo de la Ciutat” en la plaza del Rey. Y así, hasta cien.
… el mejor lugar para poner el Museo de la ciudad de Guadalajara sería el antiguo convento de San Francisco…
Guadalajara necesita ya crear su Museo, el de la ciudad, el de las identidades. Antes de que estas se pierdan, antes de que todos se olviden de quienes somos, de donde venimos, no sea que perdamos la capacidad de saber a donde vamos.
Desde hace años, en diversos foros de tipo cultural, he lanzado esta idea, que nunca ha cuajado, entre otras cosas por la nula capacidad de acción y aún de convocatoria que a un ciudadano del montón se le concede. En estos días en que la Fiesta de nuevo bulle, en que los 660.000 Euros que se han conseguido recaudar será quemados en tracas, carreras y toros, conviene recordar la necesidad de que por parte de algún gestor de lo público se tome la resolución de hacerlo. Una decisión que supondría iniciar los trámites para buscar el lugar, la forma, el contenido y los medios con que llevarlo a cabo, con que darle cuerpo y latido. Una tarea que va más allá de una fiesta, de una legislatura, y aún diría que de un decenio: porque reunir en un edificio, en múltiples salas, la memoria gráfica y los documentos vitales, los libros, los cuadros y los retratos de cuantos hicieron Guadalajara en los más de diez siglos que tiene de vida, es una tarea larga y delicada. Para que un equipo se ponga con ella, para que se haga con rectitud, con seriedad y sin continuas declaraciones a la prensa ni amagos de inauguraciones.
Un antecedente muy válido
Hace ahora tres años, gracias al presupuesto aportado por Ibercaja, Guadalajara vio abrir las puertas de lo que podría ser el embrión de ese Museo de la Ciudad que aquí pido. El Torreón medieval del Alamín, junto al puente de las Infantas, fue remodelado, sacado de su ancestral abandono, y convertido en un interesante y bien realizado “Museo de la Muralla” que llevó a buen puerto, con su saber y su capacidad, el doctor Pradillo y Esteban. En el ámbito de un elemento patrimonial que formó parte de esa estructura defensiva, distribuido en sus tres pisos, de las paredes se colgaron los cuadros explicativos, los planos, las piezas mínimas, y hasta una maqueta de su trazado, junto a la gran perspectiva ampliada que van den Weyngarde dibujó en el siglo XVI mostrando cómo era la ciudad y por donde iba su silueta y su pétreo marco.
Con eso se tiene ya el grano del que podría salir la espiga. Hay que buscar ahora espacio adecuado, grande, representativo. Y hay que buscar materiales, documentos, imágenes, cuadros, piezas arqueológicas, banderas, escudos tallados…. poniéndolo todo, finalmente, en un zigzag caminero que lleve al visitante de modo fácil, y sobre todo didáctico, por los vericuetos de esos más de diez siglos que constituyen la historia de Guadalajara. Que tiene a sus espaldas todo ese tiempo. Porque Guadalajara no nació ayer, ni el año pasado, como algunos pretenden explicarnos a su manera.
Un equipo de historiadores, de estudiosos, de coleccionistas, de bibliófilos, con la pizca de sal final que un museólogo podría echarle, sería suficiente para llevarlo a la práctica. Y con tiempo, por supuesto, con mucho tiempo por delante. En esto sí que no valen improvisaciones ni prisas electorales.
Tampoco es cuestión aquí de echar una parrafada sobre “metodología museística” ni demás zarandajas buenas para los Congresos. Lo importante es hacerlo, que exista la voluntad firme de ponerlo en marcha. Que se habiliten los presupuestos necesarios, año tras año, para echarlo a andar. ¿Hay alguna partida concejil para un Museo de la ciudad? Nunca la hubo, y lo importante es que para el año próximo aparezca la primera letra de este gran libro.
Un espacio para un Museo
para construir un Museo de la ciudad… hay que buscar materiales, documentos, imágenes, cuadros, piezas arqueológicas, banderas, escudos tallados….
Siempre pensé que el mejor lugar para poner el Museo de la ciudad de Guadalajara sería el antiguo convento de San Francisco, en la loma que por oriente vigila a la ciudad, el lugar donde los templarios asentaron en la remota Edad Media, donde las infantas pusieron sede y los frailes mínimos sus enseñanzas durante largas centurias. Ese lugar que tras años de función eclesiástica, siglo y medio de espacio guerrero, y años al fin de medio abandono, ha pasado a ser propiedad del Municipio. La iglesia, una pieza soberbia del estilo gótico, está necesitando la remodelación al menos de su pavimento, y la limpieza de sus muros y cristaleras. En el subsuelo, la gran cripta enterramiento de los Mendoza, de la que se han empezado a levantar planos y hacer estudios, está pidiendo también su restauración. El edificio conventual, hasta hace poco sede del Gobierno Militar de la provincia, es ahora propiedad municipal, y sería sin duda, bien acondicionado, un lugar ideal para ubicar este Museo.
Algunas imágenes del templo gótico, sufragado por los Mendoza, acompañan a estas líneas. Si estuviera abierto todos los días, o al menos los festivos, como se prometió en su día, en estos de fiestas se podría admirar nuevamente por tantos y tantos visitantes que ahora llegan a Guadalajara la grandiosidad de su nave, los hermoso de sus bóvedas a puntadas, la perfección de sus ménsulas… en el Convento, que está siempre cerrado, solo puede verse su graciosa portada de líneas fuertemente manieristas, con esos grandes “nudos” pétreos jalonando los pilares que escoltan el ingreso. Dentro, se podría admirar el claustro neomudéjar, todo él en ladrillo construido, que sería un espacio sorprendente y uno más a añadir en esa secuencia de edificios espléndidos que tiene Guadalajara todavía recónditos, todavía cerrados mes tras mes, imposibles de admirar por parte de los [poquísimos, también es verdad] interesados en verlos.
Pero hay otro espacio que nos crece ahora con posibilidades de alojar este Museo de la Ciudad. Es ni más ni menos que el palacio del Infantado. Ahora que se ha quedado huérfano de las ideas y venidas de los lectores y usuarios de la biblioteca. Ahora que sus galerías altas han comenzado a llenarse de la palomina que dejan las únicas visitantes del edificio. Y ahora que el Museo de la planta baja languidece desde hace decenios mostrando las piezas que se pudieron salvar de la Desamortización de Mendizábal. Una posibilidad nueva, y en todo caso, una necesidad sentida. Un Museo para Guadalajara, un lugar donde mirar los recuerdos, donde mirarnos en nuestro espejo.
Cosas a poner en un Museo de la Ciudad
Los privilegios rodados (o sus reproducciones fidedignas): los retratos y escudos de los Mendoza que marcaron una época y unos siglos; la memoria popular del Mangurrino, de Pepito Montes y los encierros de toros; las vivas y coloridas presencias de tantos gigantes y cabezudos que fueron llamados al retiro. Los escudos de armas tallados en piedra que se salvaron de derribos y destrucciones. Los planos de la ciudad, según los siglos. Las canciones de los niños, las leyendas de los viejos, la visión completa de una historia y sus gentes. Eso y muchísimo más se puede poner en un Museo. Un lugar que aseguraría más visitantes, y en el que los niños sí tendrían cosas que aprender.