Templarios en Albendiego

viernes, 27 febrero 2004 0 Por Herrera Casado

La Orden de los Caballeros Templarios, disuelta por el Papa en 1312, queda todavía en la mente y el subconsciente de muchos como algo grande, misterioso, con fuerza suficiente como para deslumbrar a muchos y lanzarles a la búsqueda de las remotas huellas de aquellos caballeros que eran monjes y guerreros, y habían construido castillos, templos y ermitas por toda Castilla.

Algunos rasgos de esoterismo

El hombre es un microcosmos. Hemos dado a Dios el nombre de Enmanuel, que es “Dios con nosotros”. Y Dios es el Cosmos, lo que no cambia, lo inmutable. Y la forma del Cosmos es la del hombre. Como lo es la forma del templo, que es el lugar que representa sobre el suelo al Cosmos entero, a su personificación, que es Dios, a su identidad humana, que es Cristo. El hombres es la medida de todas las cosas, de lo muy grande, tanto como el Universo; de lo muy pequeño, como la representación o idea de los átomos, las partículas más pequeñas de la realidad, que hoy ya se desatan en muchas otras fracciones, en simples fuerzas que se sostienen. La realidad, intangible, siempre por delante, inalcanzable, la imaginamos desde nuestro cerebro.

Y el centro del mundo está en el Templo de la Roca, en Jerusalén, hoy una mezquita que se construyó en 688-691, sobre el anástasis, el lugar donde fue enterrado Cristo tras su muerte. Dorada por fuera, luminosa por dentro, de su cúpula altísima pende una cadena de oro: es el eje del “Centro del Mundo”. Durante las Cruzadas, cuidaron de su culto cristiano los canónigos regulares de San Agustín.

¿Qué significan los hermanos de la Sinceridad, la Alquimia, el Hermetismo? Grupos de gentes que saben más que otros, lo saben todo, las formas de alcanzar a Dios, al Cosmos, de fundirse en el espacio… estas cosas se ven en el Santo Alto Rey, en Albendiego…

La ermita templaria del Santo Alto Rey

Sobre una montaña cuyo límite está en los 1.852 metros de altitud sobre el nivel del mar, se alza la ermita del Santo Alto Rey. La tradición, que tanto manda todavía en estas tierras altas y frías de la provincia de Guadalajara, dice que fue erigida hace muchos siglos por los caballeros de la Orden del Temple, y que, dada la climatología de esa altura, erigieron también en Albendiego, al pie d ela montaña, un monasterio en el que pasaban la mayor parte del año. También en Bustares existe todavía la tradición de que la gran casona con un escudo en la portada que allí hay, fue sede del convento de los monjes o caballeros militares guardianes del Alto Rey.
Durante mucho tiempo mantuve la teoría de que tanto la ermita del Alto Rey, como la iglesia-convento de Santa Colomba en Albendiego, fueron  construidos por los Canónigos Regulares de San Agustín, grupo monacal de antiquísimo origen, fundado directamente, en el año 388, por el Obispo de Hipona. Es indudable que a fines del siglo XII, concretamente en 1197, existía en Albendiego un monasterio de estos Canónigos Regulares de San Agustín, cuyo Abad, titulado de Santa Coloma, fue siempre el encargado de administrar y vigilar las rentas de las ermitas de Santa Coloma de Albendiego, y del Santo Alto Rey. Sin embargo, a día de hoy, y tras la lectura y demostraciones de Angel Almazán en su libro “Esoterismo Templario” uno empieza a calibrar las posibilidades ciertas de que fueran los templarios, directamente, los constructores y alentadores de estas obras, edificios e instituciones.
La Ermita del Santo Alto Rey se construyó sin duda en el siglo XII. A su alrededor se levantaría un humilde monasterio, que en principio estaría compuesto por celdas individuales y algún refectorio o sala capitular. Se usaba en los meses de verano, entre junio y septiembre exclusivamente. El resto del año y dado el frío intrenso y la continua nevada y nieblas de la altura, quedaría solitario completamente. De las celdas y humildes edificaciones de este monasterio se encontraron restos hace pocos años (hacia 1980), al hacer las obras de construcción del repetidor de televisión. La ermita que hoy puede contemplar el viajero que ascienda, por cómodo camino asfaltado, hasta ella, es construcción del siglo XVIII, figurando sobre la puerta tallada la fecha de 1785, en que se supone se construyó o se hicieron grandes reformas. Entre ellas, la de tallar un escudo del Cabildo Seguntino sobre la piedra de uno de sus muros. Además encontramos tallados un bloque de figuras con los símbolos de la Pasión de Cristo (la cruz, los clavos, la escalera, el jarro, las tenazas, el martillo y la columna con los azotes), que Almazán interpreta como una evidencia más de la “pasión de conocimiento” de los templarios y otros grupos esotéricos que allí tuvieron su inicio. La imagen del Alto Rey, que presidía el altar antiguo, desapareció hace muchos años, y la que ahora se sube en la romería de septiembre queda luego durante todo el año custodiada en Albendiego.

La iglesia templaria de Santa Colomba en Albendiego

En Albendiego, que es pueblo como escondido entre arboledas, de las que destacan sus techos rojizos, y sus muros ocres, a escasos metros del caserío, se alza la iglesia o ermita de Santa Colomba. Se trata de un edificio románico, inacabado, con añadidos del siglo XV. De lo primitivo queda la cabecera del templo, magnífico conjunto de ábside y dos absidiolos. El ábside principal, que traduce al exterior el presbiterio, es semicircular, aunque con planta que tiende a lo poligonal, y divide su superficie en cinco tramos por cuatro haces de columnillas adosadas, que hubieran rematado en capiteles si la obra hubiera sido terminada completamente. En los tres tramos centrales de este ábside aparecen sendos ventanales, abocinados, con derrame interior y exterior, formados por arcos de medio punto en degradación, de gruesas molduras lisas que descansan sobre cinco columnillas a cada lado, de basas áticas y capiteles foliáceos. Llevan estas ventanas, ocupando el vano, unas caladas celosías de piedra tallada, que ofrecen magníficos dibujos y composiciones geométricas de raíz mudéjar, tres en la ventana de la derecha, cuatro en la central, y una sola en la de la izquierda, pues las otras dos que la completaban fueron destruidas. Estos detalles ornamentales mudéjares de la iglesia de Albendiego, bien conservados, demuestran el entronque con lo oriental que tiene el románico castellano. Centrando cada dibujo, se aprecia una cruz de ocho puntas, que es propia de la orden militar de San Juan, pero también fue usada por los Templarios. El resto de la cabecera del templo, ofrece a ambos lados de este ábside sendos absidiolos de planta cuadrada, en cuyos muros de bien tallada sillería aparecen ventanales consistentes en óculos moldurados con calada celosía central, también con composición geométrica y cruz de ocho puntas, escoltándose de un par de columnillas con basa y capitel foliáceo, y cobijados por arco angrelado, cuyo muñón central ofrece en sus caras laterales unas bellas tallas de símbolos esotéricos, como son la exalfa o estrella que llaman «sello de Salomón», y el Octógono o estrella de ocho puntas, lo que viene a insistir en el carácter oriental de los autores de este edificio, y en el intenso poso de esoterismo y saberes antiguos de quienes anduvieron en su diseño y construcción.

Sin conseguimos pasar al interior, cosa nada fácil pues las llaves del templo las tienen en el pueblo, y no siempre se va con el tiempo suficiente para volver a pedirlas, volver a dejarlas, etc, aparece el arco triunfal con gran dovelaje y capiteles foliáceos, de paso al presbiterio, y el calco interno de la disposición exterior del ábside. A ambos lados del presbiterio, se abren sendos arquillos semicirculares, que dan entrada a dos capillas primitivas, escoltadas de pilares y capiteles perfectamente conservados, tenuemente iluminadas por los ventanales ajimezados del exterior. Son dos receptáculos increibles, donde el aire misterioso, ritual y místico de la Edad Media, parece detenerse y fluir de sus piedras.

Se accede a la nave única a través de una puerta con arco gótico rebajado, y cardinas esculpidas, añadiendo algunos capiteles y adornos vegetales y geométricos. Se cobija esta puerta por pequeño atrio. A los pies del templo se alza la magnífica espadaña románica, airosa, de tres vanos, con silueta triangular muy característica. De las obras de arte que atesoraba este templo (un retablo gótico, algunas imágenes románicas) nada queda, pues la soledad del lugar ha propiciado el robo fácil. En cualquier caso, Santa Colomba de Albendiego es el lugar donde lo esotérico, la huella palpitante de la Edad Media arcádica, está vivo y se toca con los dedos, se acaricia con la mirada, se lleva siempre ya en el corazón.

Formas esotéricas

Símbolos que se ven en Albendiego, en la ermita de Santa Colomba, y que expresan la dimensión auténtica del mensaje de las formas en este templo románico de nuestra serranía:

  • Cruces de ocho puntas. En las ventanas del ábside están las cruces de ocho puntas, del Temple y de San Juan. Es la Cruz de las Ocho Beatitudes del Temple.
  • En el interior de este templo hay una cruz patada, similar a dos que hay en el arco de ingreso al cementerio de Campisábalos. Fue usada por los templarios, pero no por los sanjuanistas. Pasó luego a ser el emblema de la masonería escocesa jacobita.
  • El octógono, la estrella de ocho puntas: en el esoterismo islámico, hace referencia a los 4 profetas principales, y a los 4 ángeles mayores que sujetan el Trono de Dios. El Domo de la roca en Jerusalén es un edificio de ocho lados, en cuyo panel exterior hay una orla de octógonos estrellados inscritos en un círculo.
  • La estrella de seis puntas, la exalta o sello de Salomón, es símbolo del Macrocosmos, y representación del Hombre Perfecto o Universal del sufismo. También es el símbolo del profeta Mahoma.

Un libro de Esoterismo y Templarios

Acaba de aparecer un libro de Ángel Almazán de Gracia, titulado Esoterismo Templario, de 208 páginas, y editado por Sotabur en Soria. Este libro es un torrente sorprendente de noticias. Destaca en él lo relativo a Albendiego, a la ermita del Santo Alto Rey, y a San Bartolomé en el Cañón del Río Lobos, pero antes, en sus inicios, figuran amplios textos de Moseh de Leon (el maestro de la Káhbala que escribió en Guadalajara el “Libro del Esplendor”) sobre “El Hombre como Microcosmos” y de René Guinon, sobre “La tradición primordial polar”, “Los Guardianes de Tierra Santa” y otros.

En este libro, impresionante de temática y noticias, se da razón del por qué de formas, localización de templos, geometrías aúreas y del corazón, numerología, cruces, etc. Es una obra nueva y sorprendente que contempla algunos monumentos de Guadalajara con una visión nueva, que encantará a muchos. Fue presentado en el Centro de Prensa de Guadalajara el último día del pasado año 2003.