Camilo José Cela, al final del Paseo

viernes, 3 octubre 2003 1 Por Herrera Casado

 

Después de mirar, uno por uno, los hitos biográficos que en el paseo de las Cruces de Guadalajara mandó colocar el anterior equipo del Ayuntamiento, tras haber conseguido que el escultor Luis Sanguino le diera perfil a nueve personajes que algo han tenido qué ver con nuestra ciudad, llegamos al final del paseo, y nos quedamos mirando a don Camilo. El escritor gallego que amó a Guadalajara. Sólo por eso ya merecía la estatua. Pero luego se la ganó por otras muchas cosas, especialmente por haber escrito un libro en el que retrataba esta tierra tal como era hace 60 años, y a través de sus páginas muchas gentes, de todo el mundo, se han acercado a mirarla. Además, Camilo José Cela, que fue Premio Nobel de Literatura, vivió varios años en nuestra ciudad: no en alguna de sus calles, sino en la periferia, primero en El Clavín, en un chalet muy alto y muy empinguruchado, y luego en El Espinar, en la vega del río Henares, en un chalet muy ancho y muy tendido entre arboledas.

La biografía de Camilo José Cela no ha tenido páginas especialmente emocionantes. Su paso por la vida ha sido el de un escritor que, bromas aparte, ha dejado muy alto el pabellón de la lengua hispana. Sus libros, admirados la mayoría, repetidos en ediciones múltiples, traducidas a decenas de idiomas diversos, son los que hablan por él. En ocasiones, expresó bromas por los medios públicos, o tuvo en la intimidad de sus círculos salidas chistosas que fueron luego repetidas hasta la saciedad, formando un corpus de anécdotas que ha merecido ya varios libros recopilatorios. De ellos es, sin duda, el mejor, por lo real y lo bien escrito, el de Francisco García Marquina titulado “Cela: masculino singular” que editó Plaza & Janés en 1991. Con ese libro en la mano, aparte de pasárselo muy bien quien sea su lector, se entera de la biografía entera de don Camilo.

El libro de García Marquina sobre Cela está escrito con el testimonio directo de quien ha vivido muchos años junto al personaje, y le conoce bien, en hondura. Sabiendo decir lo que sabe aún mejor. Divertido y analista, este libro es recomendable para volver a encontrar la memoria de Camilo en esos hilvanes de las anécdotas, y su forma de ser auténtica, su garra literaria, origen y manantial de su fama universal.

Si algo hay que decir de cifras y títulos, esta es la primera fecha de su vida, el 11 de mayo de 1916, cuando nace en Iria Flavia (hoy Padrón, A Coruña), en un familia acomodada y culta. Teniendo 9 años se trasladó con ella a Madrid, donde hizo sus estudios primarios en el colegio de los Escolapios de Porlier.
A los 15 años de edad cogió la tuberculosis. Tuvo que ser internado en el sanatorio del Guadarrama, pasando largas jornadas de quietud, soledad y lecturas. El dice que fue entonces cuando se leyó la obra completa de Ortega y Gasset y la colección de clásicos españoles de Rivadeneyra. Ejemplo palpable de que “no hay mal que por bien no venga”, y de cómo muchos escritores empezaron tal como otros muchos acabaron: por una infección pulmonar.

Ya curado, en 1934 empezó a estudiar Medicina en la Universidad Central de Madrid, pero enseguida la abandonó para poder asistir a las clases de Literatura Española Contemporánea de Pedro Salinas, a quien entregó sus primeros poemas. Allí se hizo amigo de Alonso Zamora Vicente, Miguel Hernández y María Zambrano, en cuya casa conoció en tertulia a Max Aub y a otros escritores e intelectuales españoles. Luego, al estallar la Guerra Civil, Camilo fue alistado en el ejército de Franco, aunque fue herido en el frente y pasó la mayor parte de la guerra en su casa. Después estudió algo de Derecho, más bien poco, y ya se dedicó de lleno, y en exclusiva, a la literatura.

Su primera novela, rematada en 1942, fue «La familia de Pascual Duarte», que por su fuerza y su tremendismo no resultaba fácil que nadie la editara. Contó con el apoyo de José María de Cossío, a quien Cela luego obsequiaría con el manuscrito. En ese año editó la obra Aldecoa en Burgos.

El 12 de marzo de 1944 Camilo José Cela se casó con María del Rosario Conde Picabea, con la que tuvo un hijo, su único hijo.

Y poco después dio su paso relevante entre nosotros. Por la amistad que le unía con Benjamín Arbeteta y José María Alonso Gamo, se animó a planificar un viaje literario por la Alcarria, comarca que él consideraba suficientemente cerca de Madrid para poder hacerla si demasiados riesgos, y suficientemente alejada (socialmente) de la capital de España, como para que resultara impactante lo que de seguro iba a encontrar. Así fue, y entre el 6 y el 15 de junio de 1946, Camilo José Cela viajó a la Alcarria, en compañía del fotógrafo Karl Wlasak y Conchita Stichaner. La obra apareció primeramente editada por fascículos en “El Español” y luego en libro en 1948.

Después escribió y publicó “La Colmena”, una de sus mejores novelas. La publicó en 1951 en Buenos Aires, pues en España fue prohibida de inicio. Tras ella llegarían otras muchas, cada vez más rompedoras en su forma y en su fondo. Los relatos viajeros (por el Miño, el Bidasoa, el Pirineo de Lérida) le consagraron popularidad, pues fueron publicados por fascículos en periódicos nacionales. Su obra, en general, se caracteriza por la experimentación de forma y contenido, que comienza a partir de los años con su novela San Camilo, 1936 (1969), está escrita en un monólogo interior continuo. El Oficio de tinieblas 5 (1973), es su obra más arriesgada y vanguardista, difícil y que supuso (muchos lo han confesado) que perdiera a parte de su público. Otras obras sucesivas fueron Cristo versus Arizona (1988), donde abandona una vez más los moldes narrativos convencionales. Demostró siempre su gran saber filológico, que plasmó en su famosísimo Diccionario secreto (1968-1971). Posteriormente al Nobel escribió otras novelas, como “La Cruz de San Andrés”, que obtuvo un polémico Premio Planeta, y finalmente su “Madera de boj”, de largo embarazo.

En 1956 Cela trasladó su residencia a Palma de Mallorca, donde editó la revista «Papeles de Son Armadans», de la que fue director y animador muchos años.

En 1957 fue elegido para ocupar el sillón Q de la Real Academia Española, leyendo su discurso de entrada el 26 de mayo, sobre «La obra literaria del pintor Solana», siendo contestado por el académico D. Gregorio Marañón. De 1977 a 1979 fue Senador por designación real, participando activamente como lingüista en la redacción de la Constitución de 1978. En 1984 le concedieron el Premio Nacional de Literatura por «Mazurca para dos muertos», y en 1987 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. En 1989 le concedieron el Premio Nobel y más tarde, en 1995 el Premio Cervantes. De su vida, que terminó gloriosa, no es pequeño hito el ennoblecimiento que le ajustó el monarca reinante, don Juan Carlos I, en 1996: le dio el título de Marqués de Iria Flavia.

Como Camilo José Cela fue vecino de Guadalajara, tuvo contactos con mucha gente de aquí. Hasta conmigo. Pero tranquilos todos, que no voy a contar ninguna anécdota personal, y tengo muchas. Me prologó un libro y me trató con el cariño y la generosidad que su gran corazón encerraba. En Cela todo fue a lo grande: los escritos, los amores, las broncas y los odios que otros le profesaron. El fue siempre hacia delante con esa frase suya, tan repetida, y tan cierta, de que “En España, quien resiste, vence”. Por todas estas cosas, y muchas más, tiene Camilo José Cela una hermosa estatua de bronce al final del paseo de las Cruces. Bien merecida y ¡que dure mucho!