Almonacid, todo paiseje
La sorpresa de la semana está en Almonacid. Después de tanta desazón como los ciudadanos corrientes hemos recibido, por parte de autoridades locales y medios informativos, tras la puesta en marcha, en una misma semana, de una nueva Autopista que lleva de Guadalajara a Madrid, y de una nueva vía de ferrocarril, que al doble de velocidad que antes lleva hasta Zaragoza, este viajero se ha ido a Almonacid de Zorita, y ha dedicado la mañana de su festivo día a recorrer a pie su término, a descubrir maravillas y paisajes que en ningún sitio estaban escritas, y que por supuesto, nadie ha aireado como se merecen. A eso se va a dedicar este viajero y cronista, a decir lo fantástico que es Almonacid, que sin trenes ni autopistas ofrece a quien quiere ir a visitarlo un montón de oportunidades: monumentos en la villa, parques y calles, fuentes y plazas, todo limpio y como nuevo. O caminos señalizados, miradores, barbacoas, refugios, carteles indicativos, rótulos, marcas y asientos a la sombra. Todo ello en medio de una naturaleza boscosa, densa, de limpios aires, de distancias inacabables, con sorpresas en cada ángulo del horizonte.
La villa más limpia
Los viajeros se han llevado una sorpresa al recorrer Almonacid. Porque huele a nuevo, aunque sea un pueblo que tiene montones de siglos de historia a sus espaldas. Desde el Cristo de la Buena Muerte, en la sacristía de la parroquia, que es una de las mejores piezas de la escultura religiosa que hay en la provincia de Guadalajara, hasta las pinturas de los cuatro arcángeles en la cúpula del templo de los jesuitas, los estilos gótico, renacentista y barroco dan a Almonacid una dimensión de espacio artístico que no debe perderse ningún buscador de lo antiguo.
Pero la sorpresa mejor nos la ha deparado el paisaje. Cualquiera que llega a Almonacid piensa que está en un amplio campal de olivares y campos de pan llevar, de huertos y tomillares sin mayor atractivo. El cuidado que ha puesto su Ayuntamiento, (y ya lleva años en ello) por adecuar los caminos del término para que se pueda disfrutar de su naturaleza exuberante, es lo que permitió a los viajeros salir en su coche, desde la puerta de Santa María de la Cabeza (una gran puerta medieval que servía de acceso a la villa atravesando la muralla por el Levante), pasar ante el Cementerio, y seguir rumbo a la montaña, en la que, revuelta tras revuelta, y con el añadido de contemplar desde la altura la anchura de la villa, llegar a la ermita de San Antón (ahora parece que se la llama de los Desamparados), también construida nuevo por completo, con una arquitectura de bien pensadas líneas. Allí arriba, un buen aparcamiento, miradores, y barbacoas, permiten hacerse una idea de lo que tenemos entre las manos: es la Sierra de Altomira, la que divide las provincias de Guadalajara y Cuenca, un alarde de gargantas y picachos cubiertos completamente de pinares y bosques con encinas. El pasado 31 de julio ardió violentamente toda la parte de Sierra que cae del costado de Buendía, pero en Almonacid quedó intacto el manto forestal: y es una maravilla.
Desde San Antón, donde hay un gran cartel protegido de tejadillo señalando al detalle todas las rutas que se ofrecen, bajaron los viajeros hasta el Refugio del mismo nombre. Es una repisa del terreno, entre nogales y pinos, donde el Ayuntamiento ha construido un Refugio de Montaña, en el que se permite la estancia de fin de semana, simplemente con pasarse antes por el Ayuntamiento a recoger las llaves. Allí hay, además, un espacio bien grande con mesas y asientos para pasar el día, comer, e iniciar otras rutas a pie, por entre los bosques.
Una de ellas, nos llevará hasta los Tres Palores, que no son otra cosa que los restos de un antiguo templete o humilladero puesto sobre una roca prominente, y desde donde se tienen también fantásticas vistas sobre el valle del Tajo, al que vemos venir desde Bolarque, pasar bajo la Central Nuclear y el castillo de zorita, y seguir hacia abajo, por Almoguera e Illana, a perderse en tierras de Madrid.
Desde el Refugio de San Antón se puede seguir, tanto a pie como en vehículo, pues la pista está muy bien conservada, y llegar a la Chimenea que llaman, y que no es otra cosa que el gran tubo por el que se recoge el agua que sube desde Bolarque a lo alto de la montaña, para traspasarla al embalse de La Bujeda, y desde allí permitirla que, poco a poco, vaya discurriendo por canales del Trasvase para llegar a la huerta murciana. La gran chimenea impresiona, pues en medio del bosque surge un aparatoso monumento de cemento de más de 60 metros de altura y 25 de diámetro. Allá abajo se ve la presa de Bolarque, la limpidez verde de las aguas del Tajo y el Guadiela, recién remansadas. Son paisajes que los viajeros no se creen, porque aparecen de pronto, inimaginados, lujuriantes.
Almonacid tiene todavía (y esto lo dejaremos para una siguiente excursión, aunque mis lectores pueden aprovechar para ir ya, por su cuenta, a descubrirlos) otros ambientes de naturaleza mayor: La Bujeda es uno de ellos. Un trozo de término separado del que sostiene a la villa, que en medio de pinares densos alberga ahora un gran embalse, artificial, pues está formado con el agua que llega desde el trasvase de Bolarque. Se forma así un auténtico lago de limpias aguas rodeado de cumbres y bosques cerrados. Una gozada que la alcarria brinda, para sorpresa de muchos, a una hora de Guadalajara.
Y como nueva e inteligente iniciativa del Ayuntamiento de Almonacid, va a surgir pronto otra posibilidad de paseo y goce para los amantes de la naturaleza en Guadalajara: será la “Vía verde del ferrocarril”, que se quiere acondicionar por el valle del Tajo, para permitir hacer senderismo fácil, atravesando parajes suaves con abundante fauna y flora autóctona, siguiendo el espacio allanado por el que pasó el ferrocarril de vía estrecha que desde Madrid, por el valle del Tajuña, Mondéjar y Sacedón, subía hasta Auñón y acababa en Alocén. Caídos sus puentes, arruinadas sus estaciones, aún quedan signos de su existencia, y, por supuesto, el plano deambular de sus vagones. Por ahí el Ayuntamiento acondicionará en breve un paseo largo y sereno. Otra medida que promociona el turismo, tarea en la que este pueblo está embarcado, pues la alternativa ante el cierre de la Central Nuclear de aquí a dos años, no va a ser otra que la del Turismo. Y ellos ya se están moviendo. Ahora hace falta que la Administración Regional les ayude también, porque si la Junta ha apoyado desde siempre el desmantelamiento de la Central, no puede ahora olvidar que la mayoría de la gente de Almonacid vive de ella. Los almorcileños bien se merecen que se les tenga en cuenta, porque después de haber aguantado 30 años con un potencial peligro al lado de sus casas, no se les puede “cerrar la tienda” sin más, y si te he visto no me acuerdo…