Una romería en Monsalud
Para hoy dia 24 de mayo está anunciada la romería anual a la Virgen de Monsalud en Córcoles. Una ocasión en la que los habitantes e hijos del pueblo se encontrarán, en un precioso día de primavera, andando por los caminos que se ahogan de trigales verdes y arboledas ya umbrías. Rumbo a la ruina venerable del viejo monasterio cisterciense.
Podría ser este un cuadro de costumbres, un paradigmático momento de la ruralía en declive, un recuperado destello de la antigua usanza: en cualquier caso, será una ocasión para muchos de entrar en contacto con la Naturaleza, andar, comer en el campo, y saludar viejas amistades.
Y todo en torno a un monumento de los que salen en los libros y los prospectos de animación turística. Uno de esos viejos monasterios medievales de los que tanto se habla y a los que tan poco va la gente. Yo animo a ir a Monsalud, con esta ocasión de la romería, o sin ella. Y animo a que todos se conciencien de lo fundamental que es, en un país ya rico y avanzado como España, a la cabeza de libertades, costumbres y prosperidades, que tiene aún entre sus asignaturas pendientes la de defender como se debe estos ejemplos de la antigüedad más rancia y cordial.
De los viejos edificios religiosos, antiguos castillos, arquitecturas populares, no puede decirse precisamente que se estén defendiendo contra viento y marea. Si este de Monsalud es un monasterio que ha tenido suerte en cuanto que durante los últimos decenios, y con cuentagotas, ha ido recibiendo restauraciones y cuidados, hay otros como Bonaval que no pueden decir lo mismo. Se hunden ellos solos, o los hunden los demás, esa jauría de vándalos que andan por todos lados, ciudades y campos, sin control de nadie, y destrozando o robando lo que les apetece. Bonaval, insisto, es uno de esos lugares que están en la esencia de nuestra historia y nuestra cultura, y que a pesar de repetidos llamamientos de la sociedad civil, de asociaciones, de individuos, no se protege nunca: se están llevando los capiteles cistercienses del monasterio, como lo han hecho hace unas pocas semanas en Labros. Que la perfecta portada románica de su antiguo templo, enclavado en lo alto del pueblo, con impunidad ha visto agredida su secular materia, y se han llevado limpiamente uno de los capiteles más hermosos con que contaba el románico de nuestra tierra. Probablemente un robo “por encargo”, como los que se hacen ahora, con limpieza y nuevas tecnologías, pero que ponen al elemento fuera de España pocas horas después. Y échale un galgo luego.
A Monsalud hay que ir, pues, antes de que empiecen también a llevárselo a trozos, y por las noches. A Monsalud hay que ir sabiendo a lo que se va, conociendo su historia, disfrutando de sus líneas, de sus escorzos, de sus sombras tenues, de sus detalles mudéjares. Una vez más insisto: solo se defiende lo que se ama; solo se ama lo que se conoce. No vale defender “el patrimonio” en líneas generales: hay que saber de qué se habla, y por qué tiene valor Monsalud, o Bonaval, o Labros. Donde, en qué ángulo de su grandeza pétrea, está el brillo de su singularidad.
La historia de Monsalud
No me importa repetir, una vez más, la historia de esta ruina gloriosa. Siempre habrá alguien que la reciba en sus retinas por primera vez. Y alguno que se asombre ante ella. En término de Córcoles, y al borde de la carretera que desde este pueblo lleva a Casasana, nos encontramos con las formidables ruinas del monasterio cisterciense de Monsalud, que aún sorprenden al viajero con su grandiosidad y el poder de evocación de épocas pasadas, en las que este cenobio fue centro de peregrinaciones y de encuentros religiosos. Monsalud fue fundado hacia la mitad del siglo XII, por el rey castellano, y confirmado y aumentado en posesiones cuando en 1167 Juan de Treves, arcediano de Huete, le regaló no solo la aldea de Córcoles, sino importantes heredamientos y beneficios. Alfonso VIII protegió a este monasterio, y en él estuvo, tras la derrota de Alarcos, refugiada la plana mayor de la Orden de Calatrava, reorganizándose para participar en la batalla de las Navas. En el claustro se ven los antiguos enterramientos de dos maestres de la Orden, don Nuño Perez de Quiñones y don Sancho de Fontova.
Los sucesivos reyes de Castilla fueron concediendo privilegios, dádivas y exenciones a los cada vez más numerosos monjes de Monsalud, que en los fines de la Edad Media llegaron a ser más de un centenar bajo el mismo techo. Su primer abad fue Fortún Donato, discípulo directo de San Bernardo, y luego siguieron otros, también de nacionalidad francesa. Hasta el siglo XV, la mayoría de los abades cistercienses de Monsalud fueron franceses o centroeuropeos. Por este camino, común a otros monasterios bernardos en Castilla y Cataluña, adentróse en España una interesante corriente cultural.
Los siglos del Renacimiento vieron relajarse un tanto las costumbres monacales, dejando en abandono y progresiva pobreza a este enclave de antigua y tradicional espiritualidad. Pero en 1539, con la colocación ‑tras varias alteraciones y violencias‑ de fray Rafael Guerra como abad reformado de Monsalud, este monasterio recobró nueva vida, levantándose nuevas edificaciones (el claustro, la hospedería, etc., son obra del siglo XVI) y llenándose otra vez de riquezas y obras de arte. Tras la Desamortización de 1835, los monjes hubieron de marcharse, sus joyas y obras de arte destruidas o desperdigadas, y el edificio desvalijado y utilizado para cantera de construcciones en Córcoles. Hoy nos ha llegado en ruinas que aún muestran la huella de estilos artísticos de pasadas épocas, y está poco a limpiándose, consolidándose, poniéndose en el valor, al menos, de la limpia contemplación.
El edificio y sus mil detalles
Es elemento principal de su antigua estructura la gran iglesia de estilo románico, ponderada sin límites por cuantos historiadores y conocedores del arte la han visitado. Se remonta su construcción a los comienzos del siglo XIII, cuando ya en toda Europa se había asentado el estilo gótico. La iglesia posee tres naves altísimas, cada una de las cuales se corona, pasado el crucero, con su respectivo ábside semicircular, que en el caso de la capilla mayor está horadado por varias ventanas esbeltísimas del mismo estilo. En el brazo sur del crucero se abría la puerta de entrada al templo desde la huerta monasterial. Aunque hoy está tabicada esta puerta, aún permanece su múltiple teoría de arquivoltas semicirculares, surgiendo de sus correspondientes capiteles de simplísima decoración vegetal. Una puerta, más moderna, da acceso actualmente a la iglesia por los pies de la misma, orientados al oeste. La entrada al templo desde el monasterio, se hacía por el brazo norte del crucero, arribando allí por un pasadizo desde el claustro, que comunicaba también con la sacristía, de más moderna construcción.
El otro enclave de verdadero interés en Monsalud lo constituye el claustro, que aun con ser obra de la segunda mitad del siglo XVI, y por tanto muy afecta de formas clásicas, sobre todo en sus arcadas externas, posee todavía una estructura de decadente gótico en sus techumbres, creando un ambiente muy evocador.
En el ala oriental del claustro, se conserva en buen estado la que fue Sala Capitular de los monjes de Monsalud. Es de muy similar estructura a las dependencias capitulares de otros monasterios de la misma orden. Dos pilares cilíndricos centrales, rematados en grandes capiteles foliados con cimacios moldurados, sostienen los arcos que dan lugar a su bóveda nervada y fuertemente apuntada. En la pared del fondo, tres ventanales profundamente abocinados. Todo demuestra ser esta Sala Capitular un elemento construido en el siglo XIII, cuando ya la iglesia estaba concluida.
Otros detalles de interés arquitectónico lo constituyen la puerta principal del monasterio, situada a occidente y coronada con el escudo abacial de Monsalud, común a todos los de la Congregación Cisterciense de Castilla. Fue erigida por el abad fray Froilán de Mandiola, en 1584.
La portería del convento, por otra parte, es de construcción aun más moderna, del siglo XVIII. Aun cuando hoy se conserva como edificio aislado (es lo primero que se encuentra el visitante al subir desde la carretera de Córcoles a Casasana) estuvo unida al monasterio por un pasadizo. Sobre una ancha y sencilla puerta neoclásica, la imagen del Creador muestra sus relieves barrocos. A sus lados, los patriarcas de la Orden, San Benito y San Bernardo, hacen escolta con sus báculos. Es también de gran interés la bodega monasterial, que por amplia abertura en el suelo, al norte de los muros del convento, es practicable en su sala principal y sus varias galerías de ella dimanantes, que se abren en estructura radial y ligero descenso, conservando en su costado los grandes vacíos donde irían las tinajas.
Un espacio monumental, sorprendente y aleccionador. Bien vale llegarse hoy, o mañana mismo, hasta Córcoles, y además de vivir en directo una romería alcarreña, pasarse un buen rato contemplando este gozo de las formas y los clamores.