El Madroñal de Auñón

viernes, 25 agosto 2000 0 Por Herrera Casado

Viajar por la Alcarria en verano es hacerlo de fiesta en fiesta, de virgen en virgen. Porque ahora se exalta a la Madre de Dios en sus jornadas festivas, y la devoción eterna, que subyace en todos los corazones alcarreños, por su Virgen María en advocaciones varias, se combina hoy con una progresiva imaginación a la hora de pasarlo bien, y de darle «kaña al body» que dicen los más in[petuosos].

No estará de más recordar hoy Auñón, su ermita y enclave del Madroñal, en lo alto del monte desde el que se divisa el valle del Tajo, hoy ocupado de las aguas remansadas de Entrepeñas. Y decir algo de ese lugar, de la devoción a su Virgen, de fiestas antiguas y jolgorios diversos.

Encontramos a Auñón como alzado en una cresta que otea vallejos que desde la meseta alcarreña bajan hacia el Tajo. Algo aislado de la nueva carretera hacia Cuenca, por mor de esa desviación que nos lo pone más rápido, pero también más «inhumano», el camino a Sacedón. Siempre que lo veo, en la lontananza, me recuerda un tanto a las «casas colgantes» de Cuenca. Aparte de su caserío típico, de sus calles estrechas y cuestudas, de su gran iglesia parroquial del siglo XVI, dedicada a San Juan Bautista, con su antiguo retablo plateresco, ya un tanto desmantelado, y de la capilla del famoso Obispo de Salona, don Diego de la Calzada, quien aunque no nacido en Auñón, quiso dejar constancia de su fama construyendo templo y fundando memoria en 1612, lambrequinada de pétreos escudos, nos queda quizás lo mejor, o lo más querido por todos: el espejo que está puesto en lo alto del monte, y en medio del pinar: la ermita de la patrona, la Virgen del Madroñal.

Memorias de milagros

En la «Relación» que los vecinos más viejos [y sabios] del pueblo, mandaron en 1579 a la corte escurialense, decían más o menos esto: Tenemos una ermita en término de esta villa, que se llama Nª Sª del Madroñal, que está a media legua de esta villa, en una montaña, sobre una peña, que se apareció sobre el tronco de una madroñera, y un pastor la halló, y se vino a dar noticia al Cura, Clérigos y Justicia de la dicha villa, y fueron con una solemne procesión a donde estaba en el tronco de la madroñera y consideraron y miraron que en aquel lugar donde se apareció no era a propósito para hacer la ermita; acordaron llevarla en procesión y con muy grande solemnidad a donde está ahora un humilladero, y la dejaron allí, y otro día vieron por la mañana que no estaba donde la habían dejado, que se había vuelto al madroño donde se apareció; volvió el Cura, Clérigos, y todos los vecinos de esta villa con otra procesión, y volvieron la imagen de la Virgen María al mismo lugar donde la habían dejado la primera vez, y otro día por la mañana la volvieron a hallar en dicho madroño a donde se había aparecido, habiendo dejado guardas para que la guardasen si por manos de hombres había sido vuelta al lugar donde se apareció, y guardándola hallaron que no por manos de hombres se volvía, sino por la voluntad de Nuestro Señor y de su bendita Madre; de manera que esta villa tomó tanta devoción que con esta Merced que Nuestro Señor nos hizo, que edificaron los de aquel tiempo una ermita dedicada a Nª Sª que dicen del Madroñal, que la dicha imagen está sentada en el mismo tronco de la madroñera y su retablo alrededor de Ella con muchos misterios de Santas y Vírgenes… La ermita es grande iglesia que podrá servir para más de cuatrocientos vecinos; tiene grandes aposentos, por que es muy frecuentada de gente de esta comarca y de otras muchas partes por la gran devoción que con la dicha ermita tienen y milagros que en ella han acontecido. Tiene una huerta y jardines, que la tierra de ellos es llevada por manos de hombres, porque se puso encima de una peña lisa, y así criado árboles maravillosos en ellos, como son morales, manzanos, ciruelos, granados, y mucha  cidra, jazmines, violetas, lirios, higueras y parras. Todos  los árboles llevan maravilloso fruto, cada uno de su natural…

Exaltación de una tradición y una memoria que fue transmitiéndose de padres a hijos. El caso es que ahí está: no es de ayer, sino que ya en el siglo XVI la tenían por vieja tradición, por cosa salida de las incertidumbres del pasado. La construcción de la ermita parece ser que puede fecharse a mediados del siglo XII. El Padre Manrique, cronista de la Orden del Cister, dice que fue en 1140 cuando se asentaron allí los primeros pobladores monacales, dos monjes cistercienses venidos desde Francia, de un monasterio conocido como Scala Dei, llamados Fortunio Donato y Hermelín Bueno, aunque por considerar el sitio de mala condición vital, lo dejaron abandonado y se trasladaron al otro lado del río Tajo, donde pusieron las primeras piedras de lo que con los años llegaría a ser el gran monasterio alcarreño de Monsalud. Lo que sí es cierto es que a mediados del siglo XIII pertenecía el lugar de Villafranca, dentro del cual se encontraba la ermita del Madroñal, a los monjes de Monsalud.

Teniendo en cuenta que la actual ermita está construida hacia el siglo XV, podemos adelantar que nada queda de la primitiva construcción. Tampoco puede hacerse otra cosa que conjeturar en cuanto al aspecto que tuviera la imagen de la Virgen: sería sin duda una talla románica, bellísima y policromada, al estilo de las que a miles por Castilla se veneraban en los templos. Las guerras y los odios la borraron del mapa, y tras la contienda civil del 36/39 nada quedó de ella… La actual imagen, comprada tras la Guerra, es escayola y lleva mantos valiosísimos cubriendo su esencia material. Se rodea, eso es seguro, de las oraciones, cantos y amores de las gentes de Auñón, y eso es el mejor vestido que nadie puede llevar. ¿Los milagros? Seguro que sigue haciendo porque la Fe mueve montañas, y si alguien dice ¡Quiero! se cumple si además encuentra la ayuda de la fe en los momentos difíciles.

Fue el XVII un siglo glorioso para la Virgen Madroñera, puesto que en él se acometieron importantes obras en la ermita, como su ampliación, la terminación y embellecimiento de las edificaciones del entorno, el dorado del retablo, la ampliación del ajuar de la Virgen llegando a contar con diez vestidos y tres mantos, la constitución de algunas fundaciones para que residiese en el mismo santuario un capellán, que celebrase la Misa todos los Domingos y días de fiesta, extendiéndose la devoción a la Virgen del Madroñal hasta lugares tan lejanos, relativamente, como la villa de Jadraque, donde se sabe que existían, en ese siglo, fincas propiedad de la Virgen auñonera.

La ermita del Madroñal

La ermita del Madroñal asienta en lo alto de unos riscos que dan sobre el curso hondo del Tajo, en un rellano de la abrupta montaña, en la margen derecha del gran río, y entre espesos bosques de pino, roble y encinas, aparece el edificio de la ermita, construido como hemos dicho a principios del siglo XVII, lo mismo que las edificaciones que la rodean, formadas por casa del santero, albergue­ría, y un patio anterior con fuentes, arboledas, formando un conjunto encantador, de increíble belleza, que inspira una profunda sensación de paz a quien lo contempla. El interior de la ermita, que es de grandiosas proporciones y tiene un retablo barroco con cama­rín posterior, es interesante, especialmente por las muestras que el fervor popular ha ido dejando colgadas en sus paredes, en forma de ex‑votos, cuadros relatando milagros, etc.

Cuando hoy se habla del patrimonio natural, ecológico, medioambiental, y paisajístico de Castilla-La Mancha, pocos se acuerdan de este lugar del Madroñal, en Auñón. Pero yo lo pondría a la cabeza, entre los más destacados anaqueles de ese muestrario de bellezas naturales de nuestra provincia y región. Un lugar al que merece ir, de vez en cuando, a encontrar las razones verdaderas, firmes, por las que uno ama a su tierra, y la prefiere a cualquier otra.