Millana y el románico alcarreño

viernes, 12 mayo 2000 0 Por Herrera Casado

La villa de Millana se encuentra situada en plena Alcarria, en el valle del río Guadiela, dentro de lo que históricamente se conoce como la Hoya del Infantado. Recientemente ha visto la luz un libro que recoge el avatar histórico, con muchos detalles y anécdotas curiosas, sobre Millana1. Esta villa de la plena Alcarria reconoce un pasado común con Alcocer, Salmerón y otros lugares del mismo entorno geográfico. Tras diversos avatares señoriales, en el siglo XV quedó en poder de los Mendoza alcarreños, que la poseyeron durante muchos siglos2. Pero anteriormente fue posesión señorial, por donación del Rey Alfonso X el Sabio, de doña Mayor Guillén de Guzmán, la misma que tuvo en señorío a Cifuentes. Ocurría esto en 1253, y ateniéndonos al patrocinio directo de dicha señora, en la construcción del templo mayor de la villa cifontina, ya estudiado por nosotros en ocasión anterior3, no es difícil suponer que ella fue también la inspiradora de la iglesia parroquial de Millana y de su gran portada abocinada, pues el estilo es muy similar al de Cifuentes, aunque en este caso resulta más pobre en la decoración. De cualquier modo, resulta fácil datar la portada meridional de la parroquia emilianense de Santo Domingo de Silos en los inicios de la segunda mitad del siglo XIII, lo cual añade otro dato a nuestra teoría de una cronología muy avanzada para el románico alcarreño.

La iglesia de Millana presenta importantes restos de su primitiva construcción románica. En el siglo XVI fue completamente rehecha, pero se conservaron sus dos portadas y buena parte de sus muros, procediéndose solamente a la reedificación y ampliación de la cabecera del templo. Su interior es de una sola nave y no ofrece elementos de interés. En el exterior, es lo más señalado, aparte de las numerosas y diferentes marcas de cantería en los sillares de sus muros, especialmente en el del norte, la presencia de dos portadas que le confieren un interés especial.

La portada norte es muy sencilla y se encuentra hoy tapiada e inutilizada. Consta de un arco muy simple, con moldura sencilla y decoración de bolas, faltándole algunas dovelas que han sido suplidas por piedra desbastada y cemento. Enmarcando al arco aparece un filete con simple molduraje, también incompleto. Damos un esquema de esta portada, señalando lo existente y lo que ya ha desaparecido. En cualquier caso, y a pesar de su sencillez, esta portada norte, utilizada en tiempos remotos, del templo parroquial de Millana, es interesante y prueba de un modismo constructivo habitual en el siglo XIII.

Pero el elemento más valioso y definitorio del templo que ahora estudiamos, es su gran portada meridional, que ofrece una estructura muy clásica dentro de lo que el arte románico suele presentar. Situada centrando el paramento sur del edificio, necesitó que a éste se le hiciera un cuerpo saliente para albergarla, debido a la profunda bocina de sus arcos. No cabe duda que desde su construcción, en el siglo XIII, esta portada se ha mantenido sin cambios apreciables en su conjunto. Se aloja, como decimos, en un saledizo cuerpo de sillares bien tallados, en los que abundan las marcas de canteros. Este cuerpo saliente se cubre de un tejaroz sostenido por magnífica serie de canecillos que alternan con metopas o rosetas en las que aparece decoración interesante. El ingreso propiamente dicho se constituye por una serie de cinco arquivoltas baquetonadas, llevando al interior un arco liso que hace el oficio de cancel, y que se apoya en lisas jambas laterales que escoltan el ingreso, en tanto que las cinco arquivoltas descansan sobre una serie de cuatro columnas adosadas a cada lado, con basa moldurada y corrido plinto. Estas columnas rematan en sendos capiteles que ofrecen una bella e interesante decoración, que comentaremos a continuación. Finalmente, ante la portada descrita se abre un amplio espacio rodeado de alta barbacana, correspondiente al antiguo cementerio o salón del templo, hoy ocupado de árboles y jardines, lo que le confiere un encanto aún mayor.

La portada románica de Millana tiene unas característi­cas comunes con la del Salvador en Cifuentes. Es de su misma época (segunda mitad del siglo XIII), está erigida y costeada por la misma persona (Dª Mayor Guillén de Guzmán), y presenta una dis­tribución de sus elementos tectónicos y decorativos muy simila­res, aunque evidentemente es más sencilla. El estilo de sus elementos iconográficos es, dentro de su ingenuidad y rudeza, también similar a los de la referida portada, y a su vez a los de la puerta mayor del templo de Santa María del Rey de Atienza4. Pertenecen al arte muy esquemático y simple de una cuadrilla de canteros que, obedeciendo programas previamente establecidos por clérigos y matizados por señores, recorren la Alcarria poniendo en esa época su ingenua visión del mundo trascendente.

Los elementos iconográficos más destacados de esta estructura románica se encuentran localizados en el friso superior de canecillos y metopas alternantes, y en la serie de ocho capi­teles que rematan las columnas adosadas en el ingreso. En los canecillos apenas se advierte rastro de escultura, pues la mayoría son simples bloques de piedra tallada, ofreciendo algunos muy esquemáticos perfiles de animales. En los huecos entre los canecillos aparecen tallas denominadas metopas, en las que se pueden observar algunas curiosas figuras. Predominan las de tema vegetal, con rosáceas, palmetas, etc., siempre tratadas con una intención claramente decorativa e irreal. También se ven dos figuras de animales: un cuadrúpedo, que podría ser un león, y un ave de presa, indudablemente un buitre, que ataca y engulle a una víctima.

Los capiteles que rematan a las columnas adosadas ofre­cen una decoración que entronca con la idea románica de exponer en las portadas elementos del Antiguo y Nuevo Testamento alter­nando con las figuras irreales del bestiario medieval, en esa mezcla tan típica de una edad en la que todo lo maravilloso e intemporal cae dentro de un mismo concepto narrativo y concep­tual. A la izquierda del espectador se presentan cuatro capiteles en los que aparecen parejas de figuras enfrentadas en su centro. A pesar de la dificultad de identificación debido a las agresio­nes que han sufrido a lo largo de los siglos, y al esquematismo de su inicial talla, vemos de izquierda a derecha una pareja de grifos, otra de centauros, otra de grifos y otra de arpías. En el grupo situado a la derecha del espectador, se encuentran otros tantos capiteles, en los que de derecha a izquierda vemos un ser con cabeza bovina y otro con alas que sujetan  o atraen hacia sí a dos pequeñas figuras humanas desnudas; le sigue otro capitel con una pareja de centauros enfrentados; otro en el que se ve a un anciano junto a un ángel que baja de la altura; y finalmente, el más interno, ofrece una figura de ángel separada por la esquina central del capitel de otra figura de aspecto femenino. En cualquier caso, la rudeza de la talla y el malísimo estado de conservación de estos capiteles les hacen muy difícilmente identificables en su contenido iconográfico.

El intento de su identificación no debe dejar de hacerse. Es claro el significado de los cuatro capiteles  de la izquierda. Son parejas de elementos del bestiario medieval. Los grifos, mezcla de águila y león, son elementos benéficos, protectores de los caminos y de los caminantes. Los centauros retratan la parte animal y baja del hombre, y pueden identificarse con elementos pecadores. Las arpías son también seres mitológicos, se dice que hijas de Neptuno y el mar, y representan al vicio en su doble expresión de culpa y castigo5. En definitiva, la serie de capiteles de la izquierda de la portada de Millana tienen un equilibrio perfecto en cuanto a representación del Bien y el Mal en forma de animales del bestiario.

En los capiteles de la derecha, vistos desde dentro a fuera, nos encontramos en el primero con lo que podría ser la representación de la Anunciación del ángel a la Virgen María. Una figura angélica saluda a otra femenina, y es fácil identificarlo con la escena bíblica referida (San Lucas, 1, 26). La segunda escena muestra un ángel que, como si descendiera de lo alto, se aparece a un personaje con características de viejo, barbado. Podría identificarse, con ciertas dificultades, y en base a su hilación con la escena aneja, a la revelación del ángel a San José, en sueños, de la concepción milagrosa de María (San Mateo, 1,18). En el tercer capitel, aparecen sendos centauros, con su habitual significado impuro. Y en el cuarto una imagen diablesca, con cabeza de animal, y otra angélica, disputan o acosan a dos seres humanos, desnudos y de pequeño tamaño. Está claro que, sin un orden neto, esta serie de capiteles representan dos escenas de la Biblia, del Nuevo Testamento en concreto, más otra del bestiario y, en fin, una típica manifestación del Juicio de las almas, con su sentido premonitor y advirtente de los Novísimos. 

En definitiva, se trata en este caso de Millana de una iglesia románica de la que apenas sobreviven sus portadas, apareciendo en una de ellas elementos tradicionales de la iconografía medieval, inscritas en un área de influencia que en relación directa con Atienza y Cifuentes, prolonga hasta la baja Alcarria un modo de hacer de origen netamente franco y poitevino. En cualquier caso, las precedentes líneas han pretendido analizar en detalle uno más de los múltiples templos de estilo románico que todavía existen en la provincia de Guadalajara.

Notas:

1 CHECA TORRALBA, J.C.; CHECA TORRALBA, J. A.: Millana, su historia, arte y costumbres. Guadalajara, 1999.

2 HERRERA CASADO, A.: Crónica y Guía de la provincia de Guadalajara, Guadalajara, 1983, pp. 203‑204

3 HERRERA CASADO, A.: Una propuesta teológica en el románico castellano: la portada de Santiago en Cifuentes (Guadalajara), en «Wad‑al‑Hayara», 10 (1983):165‑178

4 ver el clásico estudio de LAYNA SERRANO, F.: La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara, 2ª edición, Madrid, 1971, pp. 51‑56. Nosotros hemos realizado un detenido análisis iconográfico y estilístico de esta portada atencina, revisando la época de su construcción y relacionando íntimamente su capital iconográfico con el de la portada de Cifuentes. Ver en este sentido HERRERA CASADO, A.: El programa teológico de la portada de Santa María del Rey en Atienza, en «Archivo Español de Arte», 252 (1990)

5 CIRLOT, J. E.: Diccionario de Símbolos, Barcelona, 1969.