Mondéjar espera una solución a su patrimonio

viernes, 31 julio 1998 0 Por Herrera Casado

 

Date una vuelta, viajero, con una de las guías al uso de Guadalajara en la mano, y vete a contemplar uno de esos monumentos capitales de la Alcarria que aparecen en todos los libros, en todos los folletos: las ruinas del Monasterio franciscano de San Antonio, de Mondéjar. Verás dos cosas a un mismo tiempo: la imagen del arte renacentista en su brillo dorado de cinco siglos, y la imagen vergonzosa del abandono y la cochambre, la expresión de una dejadez y un pasotismo increíble en torno a ese brillo renacentista.

¿Cómo es posible ver esas dos cosas al mismo tiempo? La explicación está en estas dos facetas de la realidad misma.

1. El brillo del Renacimiento

La primera faceta es el asombro por una obra de arte que se levantó hace ahora poco más de cinco siglos, como expresión del primer arte del Renacimiento en la tierra de Castilla.

Una de las joyas del patrimonio artístico de la villa de Mondéjar, y de la Alcarria toda, es sin duda el Convento de San Antonio, que fue de frailes franciscanos, y del que hoy solamente quedan las ruinas de su iglesia, de la que podemos observar, a la salida del pueblo en dirección norte, la portada y el hastial del testero, cuajados de detalles ornamentales y estructurales que confirman ser éste uno de los más antiguos monumentos de estilo plateresco existentes en España, lo que le valió, ya en el año 1921, ser declarado Monumento Nacional.

Este conjunto de convento e iglesia fue fundado y mandado construir a finales del siglo XV por don Iñigo López de Mendoza, primer conde de Tendilla, quien en una de sus estancias en Roma, en 1487, a donde fue enviado, como ya hemos visto, por los Reyes Católicos para solucionar las diferencias surgidas entre Fernando de Nápoles y el Papa Inocencio VIII, consiguió de éste el Breve y las licencias necesarias para fundar en su recién adquirida villa de Mondéjar un convento de frailes franciscanos. Su fundación es de 1489, y muy poco después se iniciaron los trabajos de construcción del cenobio y de su iglesia, que se concluyó hacia 1508. El monasterio quedó deshabitado en la Desamortización de 1835, y demolido casi por completo (lo que no se había hundido ya) en 1916, para de él sacar la piedra con que construir la Plaza de Toros de la villa.

Aun con todo, y a pesar del expolio incalificable de los siglos, pueden hoy día estudiarse en las ruinas de este edificio los primeros y elegantes pasos del Renacimiento español, puestos sobre la áspera tierra alcarreña por el interés generoso del conde de Tendilla. Era su fábrica de mediano sillarejo, con muros lisos reforzados de contrafuertes. De una sola nave el templo, con coro alto a los pies, en el muro del testero se ven como los apeos superiores se constituyen por pilastras finísimas, recuadradas con molduras, y corrido encima un entablamento muy pobre y sin talla; los capiteles llevan estrías, volutas acogolladas y una flor en medio. Los tímpanos de dicho testero, de arcos muy apuntados, aparecen ocupados por grandes escudos dentro de láureas: el central muestra la cruz de Jerusalén, recuerdo del cardenal Mendoza (tío carnal del comitente), que ostentó este título eclesial y cardenalicio; y a los lados, las armas del fundador, don Iñigo López, que son las de Mendoza sobre una estrella y con la leyenda BVENA GVIA adoptada por los Mondéjar, más las de su mujer doña Francisca Pacheco.

La portada de este antiguo templo, se mantiene como por milagro. Consta de un gran arco semicircular con varias arquivoltas cuajadas de fina decoración de rosetas, hojas, bolas, etc., apoyadas en casi desaparecidas jambas con similar ornamento. En las enjutas del arco, y acompañados de plegada cinta, aparecen los escudos del matrimonio fundador. Todo ello se escolta por dos semicilíndricos pilastrones cubiertos de talla vegetal y rematados en compuestos capiteles. El entablamento de este arco es riquísimo, ocupado por un friso con delfines, atados en parejas por sus colas, y cabezas de alados querubines, más series de bolas y dentellones. Encima va un amplio arco, que no llega a ser completamente semicircular, con candeleros a sus lados y por frontispicio se ve una especie de gablete con molduraje de cornisa. Dicho arco está ocupado por una pequeña imagen de la Virgen con el Niño en brazos, sedente, sobre gran medallón circular de fondo avenerado, al que ciñen cornucopias con estrías y cintas plegadas. El fondo del gablete se llena de robusto follaje que orla el aro del tímpano. Se trata de una especie de cardo espinoso, muy revuelto y con una gran palmeta en medio, cargada de grano, quizás una mazorca de maíz, similar en todo a las que circuyen el arco de la puerta en el palacio ducal de Cogolludo. El autor de esta maravillosa iglesia conventual de San Antonio de Mondéjar es, con gran probabilidad, el arquitecto Lorenzo Vázquez, ejecutor de muchas otras obras de este inicial estilo para los Mendoza alcarreños.

2. El abandono vergonzoso

La segunda faceta de este edificio, de lo que queda de este edificio, es el lamentable estado en que se encuentra, y que progresivamente va a peor. Siempre se caracterizó por servir de almacén de basuras del pueblo, hasta que hace algunos años, unos 17 años más exactamente, se decidió por parte del Ministerio de Cultura adecentar el entorno, el monumento en sí, limpiando de escombros su recinto, poniendo una valla protectora, y revalorizando este venerable resto del apoyo arquitectónico que los Mendoza dieron al Renacimiento en Castilla. Nada se hizo, aparte de vallarlo, y todavía se puede ver un oxidado cartel en un costado del solar que dice sarcásticamente «Ministerio de Cultura. Dirección General de Bellas Artes. Monumento en Restauración». El cartel está oxidado, y el monumento, como cualquiera puede imaginárselo.

Por si fuera poco, los cubos de la basura del barrio han sido puestos delante de las ruinas, y realmente cuesta trabajo ahora fotografiarlas sin que salgan delante los susodichos cubos. A las pruebas gráficas de este artículo me remito.

Comentario personal a todo ello, que mis lectores permitirán me haga tras haberlo visitado hace escasamente 15 días, es que ¿cómo es posible que en un país que afortunadamente ha salido de un estado de desprecio a la cultura y al arte, sigan dándose casos tan flagrantes de abandono y desidia hacia un monumento? Que no es un monumento cualquiera. Es el monumento que tiene declaración de serlo, con categoría Nacional, más antiguo de toda la provincia. Desde 1921 exactamente, en que se consideró su mérito excepcional, y la necesidad de impedir, a cualquier precio, su ruina total. Un monumento, además, que sigue llevando turistas a Mondéjar. Porque en esta noble villa alcarreña hay muchas más cosas que bodegas. Hay templos, murallas, ermitas, palacios, y un elemento patrimonial que es auténtica bandera del Renacimiento en Castilla. ¿Hasta cuándo estará la ruina de San Antonio de Mondéjar en el estado «tercermundista» en que actualmente se encuentra?