Cogolludo y su parroquia centenaria

viernes, 7 noviembre 1997 0 Por Herrera Casado

 

Nada menos que cuatro siglos se han cumplido en estos pasados meses de la consagración de la iglesia parroquial de Cogolludo. Largo tirón de años que no han hecho sino embellecer a este edificio suntuoso e incomparable que es la iglesia de Santa María, puesta en lo más alto del cogollo de Cogolludo.

Se comenzó esta iglesia a construir hacia 1540. Un maestro de cantería con oficio de auténtico arquitecto fue quien proyectó y dirigió largos años la edificación del templo: Juan Sánchez del Pozo era vecino de Cogolludo en los años centrales del siglo XVI. Aunque muy probablemente era cántabro, montañés como la mayoría de los arquitectos, canteros y maestros constructores del Renacimiento español. Eran «maçones» o constructores, y tenían una férrea hermandad, no explícita, pero sí existente, pues se nota al ver como trabajan padres e hijos en la misma obra, cuñados, sobrinos, familiares por distintas vías, amigos del mismo pueblo de la Trasmiera, y en general, gentes de un mismo «clan» que probablemente tuvieran unas no escritas ordenanzas para protegerse y ayudarse mutuamente. ¿Extraña acaso que luego nacieran los «masones» como partícipes secretos de una misma «obra»?

Sánchez (o Sanz) del Pozo alcanzó dirigió importantes edificios por la diócesis de Sigüenza. En la catedral misma fue nombrado en 1572 como maestro de obras, dirigiendo la obra de la girola catedralicia. En 1575, y estando en Cogolludo dirigiendo detalles de su monumental iglesia, murió el maestro Sanz del Pozo. Como no es de extrañar, según lo referido antes, le sucedió su hijo Hernando del Pozo en la dirección de las obras del templo cogolludense. Hernando alcanzó a dirigir importantes obras, pues no solo siguió en Cogolludo y Sigüenza, sino que participó en elementos de El Escorial y dirigió la nueva iglesia de Uceda. Así siguió hasta que le llegó a él también la hora de la muerte, acaecida en 1587. Pero todo quedó en familia, porque a continuación la dirección de las obras la siguió teniendo Pedro del Pozo, bachiller y hermano de Hernando (por tanto hijo segundo del tracista). Maestro de obras y arquitecto como sus antecesores, Pedro del Pozo remató la gran obra de Santa María de Cogolludo, dirigiendo la sacristía y rematando muchos detalles que dieron, finalmente, el esplendor que hoy conocemos a este templo magnífico, que fue inaugurado y consagrado, con un rito monumental, a mediados de 1597.

Muchos otros maestros se encargaron, en los siglos siguientes, de ir aparejando y reparando los detalles de este colosal templo. A finales del siglo XVI fue Antonio de las Heras, montañés como las anteriores, y vecino de Cogolludo, a quien le cupo esta misión. En la sucesión de nombres de arquitectos y maestros que vigilaron y cuidaron a lo largo de los siglos a la parroquia de Cogolludo, hay que sumar el nombre de Fray Balcázar, religioso franciscano, morador del convento de San Francisco de Cogolludo, que según dicen los documentos era también arquitecto.

Una ristra de gentes sabias y preparadas que, después del trazado original de Juan Sanz del Pozo, hicieron de este edificio uno de los más hermosos ejemplares de la arquitectura religiosa en Guadalajara, y que todos deberían conocer, no sólo en su estampa externa (que junto a estas líneas reproduzco) sino en su ámbito interno, en el que el calor, el sonido y la vehemencia de la auténtica arquitectura formando espacios sacros y etéreos le dan todo su valor.

El aspecto de gran «iglesia de salón» con sus pilares adornados de bolas y sus tres naves de la misma altura, cuajadas sus cumbres de bóvedas de crucería elegantes y ligeras, es de los que quien visita Santa María de Cogolludo no la olvida jamás, y aún la compara con cualquier otra iglesia de Guadalajara y (después de contar con la catedral seguntina, la parroquial de Alcocer, el templo colegial de Pastrana y San Francisco de Guadalajara) siempre la pone entre las mejores.

Un libro certero de Pérez Arribas

Las parrafadas anteriores vienen a propósito de un libro que ha escrito Juan Luís Pérez Arribas y ha editado (con el patrocinio de la Diputación Provincial) la Editorial Nueva Alcarria. Es un libro sencillo y ameno, bien escrito y, sobre todo, pleno de saber y documentos: una historia certera, sin literaturas huecas, pero con la precisión de la descripción exacta y la verdad de sus cifras y sus datos. Se publicó este pasado mes de agosto, cuando el cuarto centenario de la consagración del templo, y me gustó tanto verlo, y leerlo, que prometí daría aquí su noticia, y animaría a todos los que me leen a que vayan a Cogolludo, a ver esta iglesia de Santa María, a ver su palacio ducal, su castillo moro, sus callejas retorcidas, su plaza señorial y ruralota a un tiempo. Ir a Cogolludo, comer el buen cabrito de sus restaurantes, peinarse con el viento de la altura de La Loma (donde hay además una interesante ciudad ibérica), y ver estas monumentales señas de su identidad histórica, es un verdadero goce al que nadie debería renunciar.