Al final de un camino: el V Centenario del Cardenal Mendoza

viernes, 15 diciembre 1995 0 Por Herrera Casado

Estampa del Cardenal Mendoza

 

Llegamos al fin del 1995, el año del Centenario (quinientos años de su muerte) del Cardenal Mendoza, y nos sentimos convocados para hacer un balance de lo que ese momento ha supuesto para ahondar en el conocimiento y aupar la memoria de tan insigne sujeto. Este ejercicio de análisis (con lo que supone de crítica y alabanza a las personas y fuerzas sociales implicadas en el tema) es siempre saludable, y alecciona para futuras empresas similares. 

El artículo que en el ABC del domingo 15 de enero publicó Salvador Andrés Ordax ha sido prácticamente el único homenaje que a su figura se ha dedicado a nivel nacional. ¡Un artículo de media página en un diario madrileño! Algunos artículos de otros compañeros y míos en este mismo periódico, y la dedicatoria por otro semanario provincial del facsímil de su propio extraordinario de 1895, es todo lo que la prensa provincial ha dedicado a su figura. La Diputación Provincial de Guadalajara se adelantó con la edición de un libro de Fernando Vilches publicado en 1994, y ofreció la exposición «Villas y Señores» que con fotografías de documentos de Archivos Municipales se ha expuesto en Guadalajara, Sigüenza, Casa de Guadalajara en Madrid y otros pueblos de la provincia (de esta exposición ya hicimos la correspondiente valoración cuando fue inaugurada). Se han anunciado para un futuro próximo una serie de conferencias sobre el mismo personaje, de las que en este momento no tenemos noticias de títulos y/o conferenciantes. 

Por otras partes han llegado también los justos y esperados homenajes: una serie de conferencias dedicadas al Cardenal en la catedral seguntina por la Asociación de Amigos de la misma, y el denso programa desarrollado por la Casa de Guadalajara en Madrid han servido para que la memoria del que fuera uno de los más grandes alcarreños de la historia no quedase varada en el yermo del olvido. Se han organizado dos series de conferencias, que han examinado de arriba a abajo, y con lupa, la figura del purpurado mendocino. Se han realizado viajes, multitudinarios siempre, a los más apartados lugares de la geografía española, donde el Cardenal dejó su huella más o menos profunda. Se han reeditado algunos folletos y guías de Layna Serrano para recordar cómo por todos los pueblos alcarreños quedaron retazos de esta apasionante vida. Se ha dicho algo, en fin. Algo más de lo que otra institución que tendría que haberse volcado, (me refiero a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha) ha dicho o hecho en torno a la memoria de este individuo, de don Pedro González de Mendoza, el Cardenal de España que junto a los Reyes Católicos fraguó la unidad política peninsular y gestó el salto a América. Al menos por Guadalajara no nos ha llegado noticia de ello. Porque si en algún lugar era lógico celebrarlo, era en la ciudad del Henares, donde nació en 1428 y murió en 1495. Donde, además, vivió largos años en su gran palacio frente a Santa María. Y donde algunos aún nos acordamos de él, y le tenemos como cifra de un espíritu y modelo de fuerza vital. 

Para mayor contraste de actitudes, puedo recordar cómo, durante el mes de Octubre, la capital de la «otra» Comunidad castellana ha celebrado una suntuosa exposición antológica de la vida y la obra del Cardenal Mendoza. Tomando como sede principal el Colegio mayor de la Santa Cruz, en Valladolid, numerosas conferencias, muestras de cuadros, libros y documentos se han ofrecido al público curioso, con la edición de variados folletos y un especialísimo Catálogo de gran vistosidad y muy útil. 

Esta tarde mismo, y quizás como colofón en este año de lo que por estos lares ha sido pálido Centenario cardenalicio, daré una conferencia en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, invitado por la Sociedad Española de Heraldistas y Genealogistas. Allí volveré a rememorar la trayectoria vital de este egregio alcarreño, al que por faltar, aún le falta el indispensable monumento (una placa por lo menos, cuando no una merecidísima estatua) en Guadalajara. Allí recordaremos su paso por la política, por la cultura, por las artes, por la Iglesia. Un cúmulo de grandes decisiones que salieron de su mano, un inacabable rosario de maravillas a las que Pedro González de Mendoza dio a luz y alentó a crecer. Quizás sea ese el destino de la mayoría de los humanos: como dice el refrán que «nadie es profeta en su tierra», así al Cardenal Mendoza darán cumplido homenaje más en tierras ajenas que en las propias.