La casa del Doncel sufre un atentado

viernes, 8 octubre 1993 0 Por Herrera Casado

 

Dónde y cómo mirar la Casa de los Vázquez de Arce

Pasear por Sigüenza es lo que le proponemos hoy al lector. Pero pasear con un sentido no solo gozoso, placentero, sino crítico. Ejercitando esa potencia del alma que es el entendimiento, y procurando que no sólo entre por los ojos la buena disposición estética de sus calles y monumentos, sino juzgando lo que de mejorable hay en esa disposición, lo que debe ser subsanado porque se hizo mal.

Tras ver plaza mayor, catedral y travesañas, nos dirigimos en directo a la Casa del Doncel. A ese íntimo rincón de la Sigüenza alta donde parece que la Edad Media terminó ayer mismo, de tan viva que se palpa. En esa solana se recuestan algunas casas antiguas. La más venerable es la del rincón, un caserón de alta y estrecha fachada, toda ella de piedra sillar, con múltiples detalles que evidencian haber sido construida en el siglo XV, en sus finales, o lo más tarde a principios del XVI. En la planta baja tiene un gran portón de entrada. Es un arco semicircular levemente moldurado y unas hojas de madera, medio desvencijadas, por donde se cuelan a sus anchas los gatos que van y vienen. En la primera planta un balcón, ya sin flores, y a sus lados, y encima, los escudos tallados de la familia constructora. Hay que reseñar que esta no fue la disposición original de la mansión solariega de los Vázquez de Arce, cuyos son los escudos que escoltan puerta y ventanas. En el momento de su construcción, el portón adovelado tenía sendos escudos a los lados, y otro encima de la clave. Una moldura en funciones de alfiz, tapizada de bolas en su interior, cobijaba los escudos y el portón. Años (o siglos) después, alguien partió ese alfiz y colocó en el centro de la fachada un feo balcón. También una ventana a su lado. Solo sobrevivieron de la primitiva estructura (que doy en apresurado croquis junto a estas líneas por si alguien lo encuentra interesante) la cenefa superior del primer piso, la ventana alta y central, y el alero de bolas donde tres gárgolas cantan mudas y sobre ellas se alzan las ocho almenillas puntiagudas que le dan carácter al caserón donde a buen seguro vivió, si no el Doncel, sí sus más directos familiares.

La agresión de nuestros días

Pero la desatinada reforma que se llevó a cabo en esta «Casa del Doncel» siglos atrás, ha vuelto a ser rememorada e imitada en nuestros días con una gratuita agresión que ni merece ni tiene justificación. En una campaña que el anterior Ayuntamiento de Sigüenza llevó a cabo, de información y facilidad al turista para reconocer los monumentos y entornos más importantes de la Ciudad Mitrada, se procedió a la realización de unas placas en cerámica blanca, con letreros en azul, el escudo de la ciudad, y unos marcos de hierro forjado. Esas placas se colocaron, inmediatamente, sobre los monumentos más destacados de Sigüenza. Y lo que en otro contexto hubiera quedado hecho una preciosidad, hay que reconocer que, en la mayoría de los casos, ha constituido hecho un auténtico pegote, pues sobre las homogéneas superficies pétreas y doradas de los edificios seguntinos (sobre el Ayuntamiento, sobre las casas de los canónigos, sobre los pilares de la Alameda, o sobre el mismo castillo) la mancha blanquinegra de esas placas hieren desde lejos el conjunto, y agreden, al menos visualmente, la entereza y prestancia de sus siluetas.

De todas esas placas, una ha ido algo más allá que a la agresión visual: la placa puesta sobre la fachada principal de la Casa del Doncel, en la plazuela de su nombre, en la parte alta del burgo medieval seguntino, ha tenido que encontrar, a duras penas, un hueco entre todos los elementos de arte y arquitectura que conforman el monumento aquí descrito, y allí donde hubo un espacio mínimo para élla, y tras horadar la piedra con los imprescindibles tornillos para fijarla, ha quedado rasgando el ámbito severo, ocre y silencioso de la plaza con su grito blanco, su descarado reclamo de algo que no lo necesita, y su información exagerada y superflua: «CASA del DONCEL ‑ Epoca: Siglo XV ‑ Constructores: los próceres Bedmar». También se ve en la foto, bien destacada.

Aquí no me queda más que preguntarme: ¿Era realmente necesario agredir visualmente la estampa de la Casa del Doncel para decir que lo es? ¿Era, además, imprescindible lesionarla y deteriorarla para clavar en sus muros esa placa de cerámica blanca? 

Aun cuando, repito, la generalidad de las placas informativas que se han puesto a los monumentos de Sigüenza son innecesarias, y en su mayoría violentan su aspecto y le degradan, algunas realmente se han excedido en el pecado, y no les queda otra alternativa que la de desaparecer cuanto antes. ¿No es realmente ridículo que un cartel atornillado a una esquina del castillo seguntino, al que hay que acercarse a escasos metros para poder leerlo, y tras haber dejado el monumento en la retina del visitante su imagen espléndida y paradigmática, le informe de que «Esto es el Castillo de Sigüenza»? Peor aún es lo de la Casa del Doncel. Cuando el Ayuntamiento de Sigüenza ha dado una muestra de exquisita sensibilidad hacia su patrimonio, y hacia la función que realmente debe cumplir el Concejo de una ciudad que es única en el mundo por su riqueza monumental e histórica, cuidando con mimo la generalidad de su estructura urbana y la singularidad de sus edificios monumentales, debería completar esa buena imagen de sensibilidad y buen criterio quitando lo antes posible esa placa que hiere, que atraviesa, las venerables piedras de tan singular edificio. La Ciudad y cuantos la amamos en su medida justa, se lo agradeceremos eternamente.