Sauca, el románico brillante

viernes, 3 agosto 1990 0 Por Herrera Casado

 

Parece una perla grana cuando el sol de la tarde, ya en caída, rescata de sus piedras el mejor tono, el más brillante, de esta arenisca de la alta serranía del Ducado: la iglesia parroquial de Sauca es otra de las joyas de esta corona que tenemos sin saberlo: el románico de Guadalajara. A Sauca te acompaño hoy, hasta el ancho plazal donde se levanta el templo que podría figurar en la portada de un tratado de arquitectura medieval. Y allí te invito a que mires su pedestal macizo, su calada teoría de los atrios, su espadaña como un grito, sus historias miniadas en la piedra. Allí te quiero ver, mirándolo todo, conmigo.

La iglesia de Sauca es un paradigma del románico meridional castellano. Construida como templo mayor de un pueblo que fué denso de gentes y crucial de caminos, su origen debemos ponerlo en la primera mitad del siglo XIII, cuando ya definitivamente cuajada la repoblación de estas tierras, dependientes en lo político y administrativo del común de Medinaceli, se pusieron sus habitantes a construir un común edificio de piedad y encuentro.

El esquema constructivo y la articulación de sus elementos y espacios le encuadran en el ámbito del románico castellano de origen segoviano y burgalés. La ornamentación, sin embargo, viene del grupo de tallistas que en torno a Sigüenza trabajan animosos en esa época, bajo la tutela de obispos mecenas para el arte como don Rodrigo (1192‑1221) y sus sucesores inmediatos a lo largo del siglo XIII. Esta de Sauca es una iglesia tan grande para el pequeño pueblo que preside, que nos hace afirmar sin temor a errar que fué directamente auspiciada por el jerarca máximo del territorio episcopal seguntino. El dinero para construir templos como los de Carabias, Pozancos, Jodra, Pinilla, Abánades, y este mismo de Sauca, procede de las arcas bien colmadas de los Obispos. Y los canteros y maestros que las dirigen y con sus manos levantan pertenecen a una misma escuela, a un grupo compacto que deja aquí y allí su huella.

Tras la cuidadosa y acertada restauración a que se le ha sometido recientemente, el templo de Sauca merece un análisis detenido y la admiración de su perfecta forma, de su hermosa simetría. Está orientado al modo clásico, con el ábside hacia levante y la espadaña a los pies, hacia poniente. Cubriendo sus muros meridional y occidental, una ancha galería porticada le da carácter y amplitud de usos. La puerta se abre en el mismo muro sur.

La espadaña de Sauca es muy maciza, con dos vanos para las campanas. El ábside es de planta rectangular, por lo que se sale de lo habitual en la zona. La portada es pequeña, pero con las líneas tradicionales del románico rural: un vano de semicircular, de medio punto, apoya sobre sendas jambas que rematan en el arranque con una simple cenefa lisa, y se adorna con un par de lisos baquetones. Nada más simple y elegante es concebible. Lo que da categoría al templo, en fin, es el atrio porticado, que le rodea por el sur y poniente. La panda meridional ofrece un vano de acceso, central, y a cada lado cinco arcos, todos semicirculares, que se sostienen sobre columnas y capiteles dobles. La esquina del atrio es sumamente maciza y ancha. En el ala de poniente se abre a su vez una puerta de arco semicircular, escoltada a su izquierda de dos arcos que apoyan también en capiteles y columnas, y a su derecha tres arcos, el extremo de los cuales se ha abierto hasta el suelo en la última restauración, creo que sin ningún fundamento. Lo vemos en la fotografía adjunta.

Los aleros, a todos los niveles, apoyan en sencillos modillones sin talla. Y el interior, de una sola nave, reproduce la forma externa, con un acceso al presbiterio hecho a base de gran arco semicircular de simples baquetones. Insisto en la peculiaridad de que esta iglesia, plenamente románica del siglo XIII, tiene un presbiterio y por lo tanto capilla mayor y ábside de planta cuadrada, algo alargada de norte a sur, lo que la hace pertenecer a un grupo (junto con San Bartolomé y Santa María del Rey en Atienza) de templos con atributos de capacidad y distinción frente al resto de la comarca.

Los elementos que más interesan al visitante de este templo, asumida ya la belleza del espacio que conforma, son los capiteles de su atrio. Una amplia colección de emparejados sustentos donde prima la decoración vegetal, con racimos de hojas de acanto, bloques centrales de hojas en cogollo, y palmas abiertas rematadas en volutas a las esquinas. Además se encuentran otros capiteles decorados con motivos antropo‑zoológicos. En uno es la pareja de felinos en lucha, simbólica del encuentro violento de las pasiones y las virtudes; en otro es el Arcángel que anuncia a María su embarazo divino. Aún hay una pareja del costado occidental en la que de las hojas emergen pequeñas cabezas de ángeles. Y en la panda sur destaca el gran capitel en el que dos personajes revestidos de largas prendas talares (lo vemos junto a estas líneas) nos permite asegurar el uso como modelos de viejos textos miniados de tradición mozárabe o incluso visigoda, pues esa prenda que estos sacerdotes/doncellas usan tiene la estructura típica de la armilausa visigótica.

De cualquier manera, esta visión de Sauca, de la iglesia románica que sorprende al paso de la Carretera Nacional rumbo a Zaragoza, es una oferta permanente de turismo hacia esta parte de la provincia, pues como ella hay muchas otras que están esperando tu visita. Quizás estas líneas sirvan para que tu recopilación de templos y arquitecturas románicas alcance el fin que espero.