El cáliz de Viñuelas

viernes, 2 octubre 1987 0 Por Herrera Casado

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publicado en WAD‑AL‑HAYARA, 11 (1984)

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Entre los restos, ya escasos, de lo que fue el gran patrimonio que del arte de la orfebrería tuvo la provincia de Guadalajara, hay que destacar una pieza de excepcional calidad e interés, que siempre fue mencionada de pasada o en compañía de repertorios más amplios de piezas. Se trata del cáliz de la localidad campiñera de Viñuelas. Dicha pieza, en plata maciza, con restos de sobredorado, se conserva actualmente en un domici­lio particular del pueblo, aunque en concepto de depósito, pues la propiedad la ostenta la parroquia del lugar.

Este hecho habrá sido, suponemos, el causante de que en el Inventario del Patrimonio Artístico de Guadalajara que se publicó hace unos años por la Dirección General de Bellas Artes, y cuyo autor fue el profesor José Mª Azcárate, no aparezca men­cionada esta pieza como existente en el patrimonio artístico de Viñuelas.

Queremos tras este dato insistir, una vez más, en el peligro que supone este depósito de piezas artísticas propiedad de la Iglesia en domicilios particulares, que de este modo esca­pan fácilmente al cuidadoso examen de los estudiosos y técnicos, y sin embargo progresivamente se va diluyendo la memoria de su existencia y propiedad, hasta el punto de que en algunas ocasio­nes puede dudarse, incluso por parte de los párrocos administra­dores del patrimonio eclesial de los pueblos, de la existencia de estas piezas. Incluso estas circunstancias pueden favorecer en determinadas circunstancias el robo y desaparición irreversible de las mismas. La ubicación de estas obras de arte muebles, especialmente las de orfebrería, en Museos de Arte de ámbito diocesano o provincial, sería el mejor remedio frente a este problema.

El cáliz de Viñuelas es obra magnífica de la platería castellana del siglo XVI. Su estructura y ornamentación le inclu­ye plenamente en el estilo renacentista. Tiene una altura de 20 cm. por 16 cm. de diámetro en la base. Esta pieza excepcional muestra una gran base o pie, circular y relevado, con múltiples ornamentos repujados, que a lo largo de una cenefa alternan cabezas de angelillos, corazones entre verduras y bustos de apóstoles, que al ir acompañados de atributos, podemos identifi­car como San Pedro, San Pablo, Santiago y San Andrés, además de alguna otra carátula del repertorio clásico. En el gollete cilín­drico que sostiene el pilar central, vénse también diversas cabezas femeninas que se unen con paños, alternando con valientes cabezas de carneros y algún trofeo militar, cofres y pergaminos. Encima, el gran nudo ostenta enorme riqueza ornamental, en la que destacan angelillos y fruteros de delicada precisión en la talla. Más arriba, sobre el fino pilar, se abre la copa, de suave aper­tura cónica hacia la boca. En su base, ésta tiene también una cenefa de repujados adornos donde se ven angelillos y frutas.

En la parte interna de la base, aparece la marca del autor de esta obra de arte. En dos líneas aparece el nombre de IVAN FRANCIº. Se trata del orfebre de Alcalá de Henares, activo durante el siglo XVI, Juan Francisco. Este artista nació en Alcalá de Henares, hacia 1510 0 1515. Se formó en el taller familiar, que dirigía su padre Juan Faraz, notable orfebre, y en el que también laboraba su hermano Antonio Faraz, autor de las cruces parroquiales de Caspueñas y La Mierla, y de la custodia portátil de Balconete. Hacia 1530, Juan Francisco comenzó a trabajar de forma individual, y ya desde 1542 recibía encargos de modo independiente. Murió en 1579. Ha sido calificado por el profesor Cruz Valdovinos, uno de los más calificados conocedores del arte de la orfebrería en Castilla, como el artífice complu­tense de mayor categoría y uno de los mejores artistas con que cuenta la platería castellana.

Se conocen un buen número de obras firmadas o atribui­bles con seguridad a Juan Francisco. Varias de ellas pertenecen a la provincia de Guadalajara. Ello es lógico, teniendo en cuenta que la Campiña y gran parte de la Alcarria pertenecían en aquella época al arzobispado de Toledo, al igual que Alcalá de Henares, y los artistas destacados extendían su obra por todo este territo­rio.

Así, y además de este cáliz de Viñuelas, Juan Francisco dejó entre nosotros la cruz parroquial de Mondéjar, una de sus primeras obras, realizada hacia 1545; parte de la cruz parroquial de Pastrana, de hacia 1550; la cruz parroquial de El Casar de Talamanca, que ejecutó entre 1555 y 1560, pudiéndose añadir la cruz parroquial de Buitrago, de hacia 1546; la cruz parroquial de Miraflores de la Sierra, de 1547, que se conserva en el Victoria & Albert Museum de Londres; dos urnas de relicarios en la cate­dral de Sevilla; una gran fuente adornada profusamente con cene­fas cuajadas de cabezas de emperadores romanos, que se encuentra también en el Victoria & Albert Museum de la capital británica, y el hostiario de Dª Mencía de Mendoza, realizado hacia 1554, y que se encuentra en una colección privada de Madrid.

Sirvan estas breves líneas para dar a conocer a cuantos se interesan por el rico patrimonio artístico alcarreño, esta obra magnífica que es el cáliz de Viñuelas, recordado al mismo tiempo que su autor, el artista complutense Juan Francisco, uno de los más cuajados artistas orfebres del Renacimiento castella­no.