El Cristo medieval de Pastrana

viernes, 8 noviembre 1985 2 Por Herrera Casado

 

No hace falta insistir en un aserto que es de todos sabido: Pastrana es uno de los pueblos de nuestra provincia de Guadalajara en los que la historia se densifica y acude en obligada llamada de evocaciones a cada paso que se da por las calles y plazas del pueblo. Y de la mano de esa historia, el arte surge también por doquier, avasallador, espléndido., trayendo en cada pintura, en cada capitel o en cada nota de música el aire del antiguo esplendor de la villa que quiso ser ciudad con los Silva y Mendoza.

Uno de los detalles que menos se han acentuado al hablar del arte en Pastrana, ha sido el Cristo medieval que hoy luce en la antesacristía o vestíbulo del Museo Parroquial pastranero. Quizás porque la fama internacional dé los tapices flamencos ha eclipsado cualquier otro detalle de mérito que pudiera haber en Pastrana; quizás porque las galas del Renacimiento, la evocación de los días imperiales de la Éboli y su marido Ruy Gómez, acallan también cualquier otro momento de la historia de la villa.

El hecho es que, desde hace escasos años, el viajero que busca el encuentro con las piezas de arte que le hablen dé pasados esplendores o momentos del pretérito discurrir de su tierra, tendrá en Pastrana una de sus más cumplidas emociones. Porque fue hace escasos años, que este Cristo medieval de la Colegiata fue recuperado para el arte. Un grupo de buenos pastraneros, dispuestos a rescatar todo lo que de hermoso encierra su villa, encontraron un día, dispersos en un desván de la parroquia, los fragmentos de la que parecía ser un Cristo de toscas proporciones, con una cabeza de dramatismo que prometía formar una figura de enorme interés. Lo llevaron a restaurar y se consiguió, de este modo, recuperar una auténtica joya para el arte alcarreño.

Porque son muy escasos los Cristos medievales que en Guadalajara, e incluso en toda Castilla la Nueva se encuentran. No así en Castilla la Vieja, donde el florecimiento de escuelas escultóricas propias durante la Baja Edad Media, dieron por resultado la producción de bellas piezas entre las que hoy todavía resaltan las imágenes de Cristo que hay en Santa Clara de Palencia, Valencia del Alcor, Tordehumos, las Huelgas de Burgos y Aguilar de Campoo.

Los auténticos Cristos románicos, en tallas grandes, dispuestos a la veneración de los fieles generalmente sobre los altares de las iglesias románicas, abundan en Cataluña. Son piezas de los siglos X al XII, y generalmente representan a Cristo hierático, vivo, despierto, clavado por cuatro clavos a la cruz, y vestido con túnica, coronado. Esa imagen primitiva da paso al Cristo gótico propiamente dicho, que semidesnudo cuelga de la cruz en actitud de dolor, cubierto de heridas, con cara contraída en gesto desgarrado, sin corona, y moribundo si no muerto. Este tipo de imágenes se hacen  en Europa ya en el siglo XII. Aquí en Castilla no llegan a producirse hasta el siglo XIII, y podemos calificarlos como tallas góticas, frente a la bien definida tipología del Cristo románico, de pauta catalana, antes descrito.

Entre los Cristos góticos castella­nos, no cabe duda que el de la Colegiata de Pastrana es uno de los más bellos, uno de los más impre­sionantes en el dramatismo de su composición y presencia. Busca con la tensión de su rostro y la contor­sión de su cuerpo, levantar en el fiel, en quien le contempla, el senti­miento de la piedad. La escultura gótica, como todo el arte del Medie­vo, trata de llevar al ánimo de un pueblo iletrado, orientado en todas sus acciones al merecimiento fren­te a la Vida Eterna, en la que el teocentrismo de la época impulsa, la emoción y el deseo de perfección. La Teología y sus aplicaciones prác­ticas se manifiestan al general de la sociedad mediante imágenes que el arte se encarga de propagar. No in­teresa tanto la perfección técnica como la emoción que produzca. En función de ese sentimiento se talla y se pinta, se construye y se compone.

El Cristo de Pastrana es perfectamente medieval porque a la rudeza de su estructura se añade la emoción que despierta. Muy posiblemente fue tallado para presidir el altar de la primitiva iglesia pastranera, aquélla que promovió la orden militar de Calatrava cuando la repoblación del burgo, en los siglos XII y XIII. Esta imagen de Cristo crucificado, elemento simbólico máximo del cristianismo, ocuparía lugar destacado en el presbiterio, altar y retablo de la antigua iglesia de Pastrana. Cuando llegaron, ya en los finales del siglo XVI, las reformas al templo, por mano de los duques y sus hijos, la talla que entonces sería considerada como muy fea y producto de tiempos de atraso y barbarie sería desarmada y, como por milagro, guardada en un desván para que, siglos después, manos piadosas y beneméritas la recuperaran.

Este recuerdo de hoy hacia una escultura, hacia una pieza de arte alcarreño, puede servir de justificación del inicio de un viaje hacia la ducal villa de Pastrana, en la que, desde este Cristo medieval, puede el curioso dar un repaso a todos los estilos y todos los modos que el hombre ha tenido a lo largo de los siglos de crear belleza y transmitir mensajes por medio de ella. La contemplación del arte pretérito, nos ayuda, en definitiva, a comprender mejor la historia y, por lo tanto, a comprender mejor la realidad.